Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Sin recortes

¿Lectura en papel o en soporte digital? La transmisión de conocimientos

Fotografía de Freepik.

Esta pasada semana impartí dos charlas sobre las posibilidades didácticas de la escritura literaria en las aulas. Dos públicos diversos, el primero, con alumnado del grado de Educación Infantil del Campus d’Alcoi de la Universitat d’Alacant; el segundo, con participantes de las jornadas de salud mental “El poder del lenguaje. Las palabras también importan”, que tenían en común el interés por la lectura y la iniciación en la redacción de relatos breves. Una satisfacción para el docente de literatura que tiene la opción de contrastar con un público no especializado de las ventajas de concretar la imaginación en historias que pretenden ofrecer sus sentimientos y su particular visión del mundo. En las dos ocasiones tuve la oportunidad de reflexionar sobre los motivos que nos llevan al hábito de la lectura y, en algunos casos, al de la escritura.

En ambas sesiones abordamos los nuevos retos que representa, para quien aprecia estos hábitos, la incorporación del mundo digital. La pregunta, pues, apareció en diversas ocasiones: ¿preferimos leer en papel o en un medio electrónico? Tengo que confirmar mi sorpresa cuando en el primer caso, con un grupo de alumnado que tenía una veintena de años, la opción primera era la preferida, mientras que, en el segundo, con un intervalo de edades más amplio, prácticamente sucedió un empate. ¿Cuáles son los factores que retienen el documento impreso en nuestras preferencias? ¿Por qué seguimos pensando que el papel, más allá de sentimientos románticos que engloban la lectura, será desplazado definitivamente por cualquier tipo de pantalla?

Pensamos así que la lectura digital ganará definitivamente la carrera por su mayor accesibilidad y comodidad. Al mismo tiempo, la variedad de contenidos y de formatos en un único medio físico facilita la atracción de las personas que los usan en un sistema que facilita la interactividad —como la búsqueda de palabras claves o los hipervínculos a recursos adicionales— y que permite un almacenamiento de gran envergadura sin la molestia física de todos los volúmenes resultantes de la edición en papel. El hecho de que también podamos ajustar el tamaño y la presentación de los escritos atrae enormemente a un buen grupo de lectores que utilizan este medio. Otros factores como el cuidado del medio ambiente —sin papel y sin transporte físico— o el ahorro por tratarse de ediciones más asequibles nos pueden hacer entender que los días de las publicaciones en el sistema anterior se acaban.

Nada más lejos de la realidad a partir de las reflexiones que he compartido estos días con personas a las que les interesa la lectura, bien sea de publicaciones de carácter literario, informativo o comunicativo. Tal vez nos dejamos llevar en un mundo que valora la cantidad y la inmediatez en el tratamiento de datos. Así, el pedagogo brasileño Paulo Freire apuntaba que “el estudio no se mide por el número de páginas leídas en una noche, ni por la cantidad de libros leídos en un semestre. Estudiar no es un acto de consumir ideas, sino de crearlas y recrearlas”. Toda una declaración de intenciones de quien se preocupaba en trabajos como Pedagogía del oprimido (1970) por el desarrollo de una conciencia crítica en los estudiantes. La educación debe ir más allá de la simple transmisión de conocimientos: tiene que ser una acción que fomente la práctica de la libertad y que frene la opresión y la deshumanización.

Por este motivo, no debemos percibir que el problema de la lectura, la disminución de este hábito tenga como causas en la actualidad el desarrollo de los medios digitales. Quienes tenemos esta “especie de adicción” podemos hacer compatibles tanto los soportes físicos como tecnológicos. Lo que importa es el hecho de la lectura, bien como fuente de conocimiento en nuestra formación continua, bien como desarrollo del placer de la evasión. Seguir leyendo en papel tiene aspectos a favor como la generación de experiencias táctiles y sensoriales, o sea, el placer de apreciar la textura del papel o disfrutar del aroma de un libro nuevo, entre otros. Los libros impresos, si se cuidan adecuadamente, tienen una longevidad importante, frente a medios que pueden quedar obsoletos tecnológicamente que presentan todavía problemas de compatibilidad entre los diversos formatos. Además, estamos delante de unos objetos que pueden ser apreciados como valiosos y parte de una colección personal que puede transmitirse generación tras generación. Los libros impresos son regalos que marcan la relación entre las personas que los comparten y que proceden de una larga tradición que fomenta la nostalgia por la lectura en papel.

Un debate que esconde, pues, el verdadero sentido de la existencia del hábito lector: la formación de los seres humanos a través de las palabras. Dejemos aparte las dudas creadas sobre el desinterés de las nuevas generaciones de nuestra sociedad por la lectura y seamos conscientes que, sea en el medio que sea, lo que debemos de fomentar es la atracción hacia los textos. Potenciemos la comprensión sobre unas publicaciones que nacieron, por parte de sus autoras o autores, para ser compartidos y proporcionar unos espacios de reflexión, de documentación y, lo que es más atractivo, de disfrute en los momentos íntimos en los cuales los utilizamos. Leamos, pues, sin perder más tiempo en la polémica.

Carles Cortés

Catedrático de universidad y escritor.

Comentar

Click here to post a comment