Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Lontananzas

Las noches de papel de embalar

Il Quarto Stato, obra de Giuseppe Pellizza da Volpedo. Colección: Museo del Novecento (Fuente: Wikimedia).
Éramos jóvenes y pensábamos endulzar los océanos sociales, aunque fuera con nuestra sangre enamorada, fondo apetecible para obtener un mundo mejor y ofrecerlo a toda la humanidad, comenzando por nuestros barrios obreros y solidarios, momentos espaciotemporales donde volcábamos nuestra sed juvenil de cambio.

Las consignas y protestas ya estaban plasmadas en el papel de embalar, en grandes espacios de 2×1 metros, ante un fondo de miel clara. Juan Carlos conversaba con María, cuántos botes de engrudo necesitábamos para pegar los grandes pliegos “literarios” y repartirlos equitativamente por grupos. El Cabezón, que era muy joven, estaba entusiasmado por salir de “picnic” a desplegar la propaganda por las paredes y tapias de las calles desiertas de la alta noche. Era su primera salida y su corazón albergaba grandes dosis de ilusión mezclado con la rabia y el coraje de sus 16 años. Joan, revoloteaba como un halcón entre la gente, nervioso y tratando de ultimar detalles de la inminente escapada de correligionarios dispuestos a esparcir nuestras propuestas sociales y políticas en vastos escaparates volanderos.

Javi y el grupo que lo acompañaba, enrollaban los papelones que habían escrito por su cuenta y se introdujeron con ellos el engrudo y los cepillos de fijar los “pasquines” en las paredes con la fuerza de sus manos. Esa noche tocaba empapelar el centro de Orihuela y para ello disponíamos de cinco coches, algo vejestorios y la mayoría de los padres, para desplazarnos con todo el material propagandístico en papel de embalar, poblado de frases “pirotécnicas”, sobre todo, anticapitalistas. Los textos eran inconformistas, atractivos y concienciados. Había otros irónicos y con cierta gracia corrosiva a lo Groucho Marx, por ejemplo: “Mama no me esperes levantada, vendré después de hacer la revolución”. “El capitalismo ha nacido de una costilla de Dios”. Otros eran más convencionales: “Las crisis que las paguen los capitalistas que las provocan”, “Cuando los pueblos tengan cultura se acabarán las dictaduras” y así hasta una veintena de consignas de ese rigor contestatario.

Orihuela, con la Sierra de Hurchillo al fondo. Fotografía: Javier Marín (Fuente: Wikimedia).

Yo iba con “el Anarco”, Paco, y Óscar. También participaban mujeres, muy jóvenes, con ganas de cambiar el mundo desde el feminismo y la explotación. Eran valientes y aguerridas: Isabel, Flori, Mari, no tenían pelos en la lengua y siempre las encontrabas en primera línea en las concentraciones y manifestaciones que en esos años del 77 y 78 proliferaban semanalmente.

Y allí, en la “Orihuelica del Señor”, desparramamos toda nuestra industria papelera de embalar diáfanos regalos literarios, por las vallas publicitarias donde “orinaban” también AP, la UCD, y un PSOE de pana gastada que había perdido el brillo. El aura rojigualda, también se pavoneaba por las noches lunares, ignorando que ya caminaba hacia la autoextinción masiva. Es de reseñar que aquella noche tuvimos altercados con ultraderechistas de Falange y derechistas de Fraga. Algunos mamporros y poco más, era lo que tocaba en esos años. A pesar de esos altercados, el “embalaje” se quedó todo allí, pegado y bien pegado.

Éramos el MPAO, “Movimiento por la autonomía obrera”, cerca de doscientas personas, chicos y chicas, la mayoría jóvenes emigrantes, salidos de las fábricas de zapatos, la metalurgia, la banca, enseñanza, sanidad, talleres y otras industrias. En dicha organización, de carácter fundamentalmente asambleario, solíamos reunirnos por las noches en locales alquilados o donde pudiéramos debatir nuestras ilusiones de futuro. Ahí no existían jerarquías ni liderazgos, cualquiera podía intervenir en los debates con una buena propuesta, y si era votada a mano alzada por la mayoría, se llevaba adelante. Todo, absolutamente todo, se dilucidaba en asamblea: la política, el trabajo, la educación, la cultura, el sexo, el feminismo, la igualdad entre hombres y mujeres, la homosexualidad etc. Allí se fundaban mundos posibles, para un futuro inmediato: la industria, la ciencia y la tecnología al servicio de la humanidad.

Cafetería Royal en la Glorieta. Fuente: Historia d’Elx (vía elche.me).

La gente intervenía en los actos —que solían ser masivos—, por orden de petición de la palabra, las alocuciones del grueso de los ahí asistentes eran escuchadas hasta el final con profundo respeto, en la mayoría de los casos, se interrumpía muy poco y prácticamente hablábamos todos, a veces, hasta altas horas de la noche.

Este movimiento asambleario, pretendía una sociedad sin clases y sin privilegios para nadie: o sea, todo el mundo material en su totalidad al servicio de la especie humana, decidiéndolo en asambleas sucesivas que devinieran en actos consecuentes con las ideas, votadas mayoritariamente.

Todo era fruto de lo que pensábamos los jóvenes de aquella transición social, cualquier obrero u obrera que asistiese por primera vez a una asamblea, ese conocimiento “nuevo”, transmitido por primera vez a su cerebro, lo interpretaba correctamente de forma automática y natural, porque sin saberlo, era la explicación fundamental de sus miedos y dudas ante la vida y la sociedad que le circundaba. Ese era el éxito, algo que ya se llevaba interiormente pero que no encontraba un medio válido para eclosionar. Las ideas que se emitían cristalizaban en el pensamiento de la gente, tomando conciencia real de un mundo que sí se podía transformar. Algunos se creían raros o extraños, hasta que llegaban por cualquier medio, al calor de la asamblea, y ese revulsivo fue el MPAO: Conesa, dialogaba con Modesta y Matilde sobre la posibilidad de crear cooperativas obreras: Raymon, Pepe, José Luis, Montse, Bautista, Loli, Manolo, Rafi. Agustina, Pedro Murcia y demás miembros del grupo asambleario, participaban con sus intervenciones al respecto del tema político tratado ese día.

Fotografía: Paco Cascales (vía elche.me).

A la prensa escrita la llamábamos “prensa burguesa”, porque solo destacaba en sus páginas la punta del iceberg de la política y de las “movidas culturales”: algunas se desarrollaban casi en la clandestinidad informativa. El tamiz no admitía la tinta, sobre todo, joven y desafiante. Eran tiempos de las primeras elecciones democráticas, con el pescado político vendido a priori, para que el cambio, solo fuera semántico. Así que los caretos lucían sus mejores sonrisas en las calles y plazas con los símbolos y logotipos que los caracterizaban, farfullando entre un brillo de dientes, promesas para los pobres, que se quedaban frías y lejos de los dedos calientes y esperanzadores de las papeletas que habían depositado, en unas urnas que acabarían convirtiéndose en papeleras del más profundo desengaño: no hubo fuerza suficiente para transformar nuestros sueños jóvenes, solidarios e ¿imposibles…?

Siempre que evoco esos episodios liberadores y de explosiva libertad, que vivimos en los últimos setenta, se me acerca a la mente, el recuerdo imborrable de esa gran película de Bertoluci: “Novecento”. Cuando el pueblo italiano, mujeres de todas las edades, persiguen al malvado y fascista “Äguila” y a su concubina, y los muelen a palos, con las modestas armas agrícolas del campo, cultivado por manos campesinas. Y los jóvenes partisanos armados, con los fusiles soldados a los dedos, recorriendo lo que deberían ser sus tierras hartamente trabajadas y no lo eran. Y tristemente, como en la película, al final, tras las primeras votaciones, se entregaron las “armas” dialécticas.

Antonio Zapata Pérez

Mi nombre es Antonio Zapata Pérez, nací en Elche, en 1952. De poesía, tengo publicados 13 libros de distinto formato y extensión, que responden a los siguientes títulos por orden de publicación: "Los verbos del mal" (1999), "Poemas de mono azul" (1999), "Rotativos de interior" (2000), "Lucernario erótico" (2006), "Cíngulo" (2007), "Haber sido sin permiso" (2009), "Recursos" (2011), "101 Rueca" (2011), "El callejón de Lubianski" (2015), "Poemas arrios Prosas arrias" (2017), " Los Maestros Paganos" (2018), "Espartaco" (2019) y "Zapaterías" (2019). También publiqué un libro de artículos periodísticos autobiográficos titulado "Lontananzas", editado por el Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, así como una antología de poesía, elaborada por el poeta e investigador alicantino Manuel Valero Gómez, junto a otros tres poetas alicantinos, denominada: "El tiempo de los héroes". Además, he colaborado en una veintena de libros colectivos y he publicado una novela titulada "La ciudad sin mañana" (2022). Actualmente trabajo en un libro de relatos, su título es "Solo en bares".

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