No sólo en política es donde hay que estar en el sitio y en el momento adecuado. Además de hacer amigos cuando estás y no olvidarte de ellos cuando te vas, tienes que estar preparado para capear los cambios. Nosotros mismos como planeta y como especie estamos aquí por casualidad, más bien casualidades. Muchas.
Si me leen saben que de vez en cuando me da por la astronomía, porque me llama la atención lo mucho que hay y lo infinito que ignoramos. Que estemos aquí en la Tierra es una verdadera singularidad cósmica, o al menos eso parece.
Tras ser uno de los protoplanetas que crearon los restos de polvo y gases de nuestra protoestrella solar, nos quedamos a la distancia ideal para no abrasarnos y no congelarnos. Además, ya sea por el agua llegada en millones de asteroides durante millones de años o por el efecto volcánico, conseguimos que ese agua se quedara a la temperatura exacta para albergar vida. Al multiplicar el hidrógeno y el oxígeno en esa proporción H2O conseguimos que los grandes océanos tuvieran un efecto regulador del clima y atmósfera gracias a que tenemos un satélite lunar (posiblemente tras una colisión de dos planetas) que crea estaciones y hace que la Tierra gire sobre sí misma cada 24 horas. Sin la reina de la noche giraría nuestro planeta cada 8 horas dando lugar a evoluciones diferentes. Para más casualidad, en alguno de aquellos asteroides que caían como meteoritos a la Tierra llegó el origen de la vida, extraterrestre por supuesto, de donde todo ser vivo proviene.
Casualmente, el núcleo metálico fundido de nuestro planeta y su campo magnético lo libra de las radiaciones solares que todo lo aniquilarían, cual Putin si no tuviera miedo de dejar de vivir como vive. Luego el ciclo del carbono que produce energía y crea misterios como la fotosíntesis es algo que sin condiciones climatológicas, atmosféricas y geológicas concretas no se podría producir. Por si esto fuera poco, las fluctuaciones de temperaturas han conseguido extinciones importantes, y sin embargo hemos conseguido sobrevivir a los últimos periodos fríos con tecnología y por el control y dominio del fuego, lo más importante conseguido, más que crear la música y domar a los caballos; las mayores cotas humanas según un consenso científico que destacarían de nosotros los pueblos más evolucionados que nos visitaran o descubrieran.
Y también fueron casualidades que se dieran las combinaciones necesarias para que sustancias potencialmente tóxicas como el oxígeno se convirtieran en imprescindibles como ese oxígeno, que reaccionó con el metano para producir agua y dióxido de carbono, lo que provocó un brutal cambio climático que cubrió la Tierra de hielo durante 300 millones de años. Pero a la vez fue el motor de la vida, ya que daría origen a los seres multicelulares y a la explosión de la vida tal como la conocemos.
Y luego está el Sol del que dependemos, «cuyas reacciones de fusión entre los átomos de hidrógeno que tienen lugar de forma natural en su interior son el auténtico motor de la estrella. Lo curioso es que si intentamos describir el comportamiento de una estrella ciñéndonos únicamente a los procesos de combustión que tienen lugar en su interior la única conclusión a la que podemos llegar es que debería expandirse a medida que agota su combustible». —Xataca— Con esa expansión se comería literalmente a los planetas, pero se mantiene estable gracias a ese equilibrio hidrostático y por eso nos libramos.
Que este mundo creado por estos cambios y evoluciones haya permitido que tierra y agua puedan dar cobijo, alimentos y trabajo a sus habitantes tiene tantas casualidades que nos desvelan esa mágica combinación de elementos, casualidades y evoluciones que, tal vez, nos hacen mirar al firmamento y pensar que, aunque imposible… ¿Estaremos solos?
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