Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Sin recortes

La velocidad agota: elogio del presente

Fotografía de PvProductions (Fuente: Freepik).

¿No habéis mostrado sensación de cansancio o de agotamiento frente a la aceleración del momento actual? Los acontecimientos, los eventos, las realidades presentan un carácter claramente efímero. En pocos días, en pocas horas, lo nuevo se convierte en viejo y, por lo tanto, prescindible. ¿Hemos perdido el placer de saborear lo que tenemos para pasar página y buscar algo novedoso y más atractivo? Si observamos en una librería o en cualquier tienda de especialización, como de ordenadores o de electrodomésticos, las novedades dejan de serlo en muy poco tiempo. ¿Sigue teniendo vigencia aquello que consideramos “clásico”? En el momento actual, los que nos dedicamos a la docencia, asistimos sorprendidos cómo nuestro alumnado solo tiene en consideración los estudios publicados en red, sin importarles su validez o referencia. La asistencia física a las bibliotecas se reduce al tiempo que las utilizan como sala de estudio en períodos de exámenes.

Todas estas cuestiones me llevan a hacer una reivindicación del placer de saborear lo que nos produce bienestar y placer. Una defensa, por ejemplo, de potenciar la relectura de los clásicos, que nos han servido para entender su trascendencia en su campo. Porque la sabiduría no es sino una suma de conocimiento, la fusión de capas que se superponen y que nos dan un sentido general a la materia que nos preocupa. Vivir subidos a un tren de alta velocidad puede hacernos perder el sentido del conocimiento, el contexto de las cosas. La aplicación de los principios del mercantilismo y del consumismo más salvaje a la esfera del aprendizaje nos empobrece, sin ninguna duda, porque nos impide la pausa necesaria para la reflexión y la asunción de nuevas ideas producto del cruce de ideas y de percepciones. La ensayista Ingrid Guardiola apunta en su estudio L’ull i la navalla (2018) cómo el desarrollo de las redes sociales ha fomentado este incremento de la velocidad en nuestra cotidianeidad.

Así, la aceleración de los acontecimientos puede estar vinculada, desde el siglo XX, a la cultura de las máquinas, pero la realidad virtual y su extensión por la red la han potenciado. En el momento de publicar un comentario en una red social, el ahora ya es ayer. Si la reflexión provoca un productivo debate, la idea original parece enterrada en la oscuridad del pasado, donde cada nuevo comentario supera y amplía el anterior. La existencia de las etiquetas (en su término en inglés, hashtag) confirma este carácter caduco de las informaciones: recurrimos a ellas para no perder el hilo, para poder localizar otras entradas que abordan el tema que nos interesa. Sin estas marcas de contenido, las anteriores disquisiciones desaparecerían en el universo de la red, sin posibilidad de encontrarlas, aunque solo lleven unas horas publicadas.

Por todo ello, he vuelto a saborear el presente, aquello que tengo frente a mí, cualquier texto o reflexión y se encuentre en cualquier soporte. Cierto es que los buscadores de música, de texto, de imágenes, me permiten localizar en cualquier momento el motivo de mi interés, pero necesito evocar la nostalgia de aquello que me marcó en un momento pasado. Frenar la aceleración de la vida actual, donde todo parece efímero, donde volver a un acto pretérito puede ser tildado de retrógrado, es un placer auténtico que he experimentado. Porque un acto de nostalgia puede distorsionar nuestra percepción del pasado, pero nos puede facilitar el sentido de pertenencia a un lugar o un tiempo específico. ¡Probadlo! Vale la pena sentir la experiencia: la relectura de un libro, la búsqueda de unas imágenes antiguas, la audición de una canción que nos marcó una época. ¡Rebelaos a la dictadura de lo inmediato! Palabra de nostálgico.

Carles Cortés

Catedrático de universidad y escritor.

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