‘Fratelli Tutti’: lo que dice el Papa Francisco y lo que piensan Sánchez, los católicos, otros creyentes y los ateos
La nueva encíclica papal, ‘Fratelli tutti’ (‘Hermanos todos’) está siendo objeto de controversia dentro y fuera de la Iglesia Católica, señal inequívoca de que trata asuntos candentes de interés general. Y lo hace de forma que yo denominaría evangélica y hasta cristo-céntrica porque está siendo signo de contradicción. A los cristianos más conservadores no gustan ciertas expresiones sociales, políticas y religiosas que le encantan, en cambio, a socialistas, comunistas, masones, casi todos ellos ateos confesos, alejados del Dios hecho hombre, del Jesucristo de los Evangelios.
Llama la atención poderosamente el aluvión de elogios a la encíclica por parte de masones, comunistas, socialistas, islamistas y creyentes de otras religiones. Por más que el Papa Francisco diga que toda su doctrina se basa en los Evangelios y las enseñanzas de Jesucristo, algunos católicos conservadores critican expresiones papales que suscribirían comunistas ortodoxos. Y no es eso lo que más les preocupa, sino la escasa carga católica de los textos de Francisco, sobre todo si se los compara con los de la primera gran encíclica vaticana de contenido social, la ‘Rerum novarum’ de León XIII, a finales del siglo XIX, justo cuando el socialismo comunista y el liberalismo capitalista libraban sus primeras y durísimas batallas.
Escribe Francisco: “La mejor manera de dominar y de avanzar sin límites es sembrar la desesperanza y suscitar la desconfianza constante, aún disfrazadas detrás de la defensa de algunos valores. Hoy, en muchos países, se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar… La política ya no es así una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino solo recetas inmediatas de marketing, que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz. En este juego mezquino de las descalificaciones el debate es manipulado hacia el estado permanente de cuestionamiento y confrontación”.
“No puede admitirse -según el documento papal- que en el debate político solo tengan voz los poderosos o los científicos. Debe haber un lugar para la reflexión que procede de un trasfondo religioso que recoge siglos de experiencia y de sabiduría. Para nosotros, ese manantial de dignidad humana y de fraternidad está en el Evangelio de Jesucristo… Los cristianos pedimos que, en los países donde somos minoría, se nos garantice la libertad así como nosotros la favorecemos para quienes no son cristianos allí donde ellos son minoría… Hay un derecho humano fundamental que no debe ser olvidado en el camino de la fraternidad y de la paz, el de la libertad religiosa para los creyentes de todas las religiones. Los creyentes nos vemos desafiados a volver a nuestras fuentes para concentrarnos en lo esencial: la adoración a Dios y amor al prójimo de manera que algunos aspectos de nuestras doctrinas, fuera de su contexto, no terminen alimentando formas de desprecio, odio, xenofobia y negación del otro. La verdad es que la violencia no encuentra fundamento en las convicciones religiosas sino en sus deformaciones”.
El escritor católico Eric Sammons resume así el parecer de los cristianos más conservadores: “No se trata de un documento religioso, sino de un documento político con una chapa religiosa… Aunque la encíclica ‘Fratelli tutti’ incluye un capítulo sobre la parábola del buen samaritano, esto se incluye principalmente para apoyar el consejo político del Papa a lo largo de la encíclica… Las declaraciones políticas de otros Papas estaban diseñadas para reafirmar claramente ciertas enseñanzas morales católicas y luego alentar a los laicos a aplicar estas enseñanzas al ámbito político. Este documento parece al revés: afirmar ciertos puntos de vista políticos y luego aplicar algún lenguaje religioso para apoyar esos puntos de vista”.
Me parece muy interesante reproducir, ahora, algunos párrafos de la ‘Rerum novarum’, de León XIII, quien denuncia “la inhumanidad de los empresarios y la desenfrenada codicia de los competidores. Hizo aumentar el mal la voraz usura que, reiteradamente condenada por la autoridad de la Iglesia, es practicada no obstante por hombres codiciosos y avaros bajo una apariencia distinta. Añádase a esto que no solo la contratación del trabajo, sino también las relaciones comerciales de toda índole, se hallan sometidas al poder de unos pocos, hasta el punto de que un número sumamente reducido de opulentos y adinerados ha impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios”.
Y prosigue León XIII: “Para solucionar este mal, los socialistas (hay que aclarar al lector que en un principio solo había socialismo y que pasarían años hasta separarse socialismo y comunismo) atizando el odio de los indigentes contra los ricos, tratan de acabar con la propiedad privada de los bienes, estimando mejor que, en su lugar, todos los bienes sean comunes y administrados por personas que rigen el municipio o gobiernan la nación. Creen que, con este traslado de los bienes de los particulares a la comunidad, distribuyendo por igual las riquezas y el bienestar entre todos los ciudadanos, se podría curar el mal presente. Pero esta medida es tan inadecuada para resolver la contienda que incluso llega a perjudicar a las propias clases obreras y es además sumamente injusta pues la violencia contra los legítimos poseedores altera la misión de la república y agita fundamentalmente a las naciones”.
“El que Dios haya dado la tierra para usufructuarla y disfrutarla a la totalidad del género humano no puede oponerse en modo alguno a la propiedad privada… No asignó a nadie la parte que había de poseer, dejando la delimitación de las posesiones privadas a la industria de los individuos y las instituciones de los pueblos… Por lo demás, a pesar de que se halle repartida entre los particulares, no deja por ello de servir a la común utilidad de todos, ya que no hay mortal que no se alimente con lo que los campos producen. Los que carecen de propiedad lo suplen con el trabajo, de modo que cabe afirmar con verdad que el medio universal de procurarse la comida y el vestido está en el trabajo”.
Con el Papa Francisco pasa como con Pablo VI y su encíclica social ‘Populorum progressio’, que llevó a muchos católicos a pensar lo que un cura de Segovia proclamó en su homilía dominical: “Hora es de decirlo, hermanos, tenemos un Papa que nos ha salido un poco de izquierdas”. Corría el año 1967, cuando a la dictadura franquista ya la calificaban de dictablanda. Montini preconizaba a Bergoglio. Reivindicaba “el salario justo, el derecho a la seguridad del empleo; el derecho a condiciones de trabajo justas y razonables; el derecho a afiliarse a un sindicato y la huelga como último recurso y el destino universal de los bienes y mercancías”.
Lo que pasa es que Pablo VI hacía constantes referencias a la doctrina tradicional de la Iglesia, con numerosas citas evangélicas, para fundamentar las exigencias de justicia social, dedicando especial atención a la urgente necesidad de colaborar al desarrollo integral de las nuevas naciones salidas del colonialismo, el mejor modo de reducir las corrientes migratorias. Pero animando a los países desarrollados a recibir generosamente a los migrantes y darles todas las oportunidades de las que carecen en sus patrias.
Tanto los textos de León XIII como los de Pablo VI rezuman religiosidad, mientras que la ‘Fratelli tutti’ casi deja la veta divina para el final, con dos oraciones de Francisco que reproduzco a continuación por si las quieren leer ustedes y hasta rezarlas. No creo que las vayan a rezar ni Pedro Sánchez, ni Pablo Iglesias, ni los masones, ni los islamistas terroristas, ni ningunos otros ‘istas’ que solo buscan en las palabras del Papa arrimar el ascua a su sardina falsamente ‘progresista’.
Una de las oraciones está pensada para los que creen en un ser Creador:
“Oración al Creador: Señor y padre de la humanidad, que creaste a todos los seres humanos con la misma dignidad, infunde en nuestros corazones un espíritu fraternal. Inspíranos un sueño de reencuentro, de diálogo, de justicia y de paz. Impúlsanos a crear sociedades más sanas y un mundo más digno sin hambre, sin pobreza, sin violencia, sin guerras. Que nuestro corazón se abra a todos los pueblos y naciones de la tierra. Para reconocer el bien y la belleza que sembraste en cada uno, para estrechar lazos de unidad, de proyectos comunes, de esperanzas compartidas. Amén”.
Esta otra es la “Oración cristiana ecuménica: Dios nuestro, Trinidad de amor, desde la fuerza comunitaria de tu intimidad divina derrama en nosotros el río del amor fraterno. Danos ese amor que se reflejaba en los gestos de Jesús, en su familia de Nazaret y en la primera comunidad cristiana. Concede a los cristianos que vivamos el Evangelio y podamos reconocer a Cristo en cada ser humano, para verlo crucificado en las angustias de los abandonados y olvidados de este mundo y resucitado en cada hermano que se levanta.
Ven Espíritu Santo, muéstranos tu hermosura reflejada en todos los pueblos de la tierra para descubrir que todos son importantes, que todos son necesarios, que son rostros diferentes de la misma humanidad que amas. Amén”.
Visitor Rating: 4 Stars
Visitor Rating: 1 Stars
Visitor Rating: 3 Stars