Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Haciendo amigos

La soberbia (*)

Fotografía: Mihaly Koles (Fuente: Unsplash).

Eso que no nos deja arrepentirnos, aquello que nos impide que los demás vean que estamos equivocados. Lo que se interpone entre lo que eres y lo que tú te crees que eres. El síndrome de Dios de algunos médicos, la creencia de la presencia de una clase distinta por estudios, dinero o pertenencia a un grupo de élite. Soberbia es la falsa modestia, la pobreza de creer que tu superior intelecto te va a sacar indemne de tus propias cagadas.

La soberbia de tratar mal a empleados o de fastidiar a tu jefe, la de creer que estás en posesión de la verdad, la de pensar que estás en tu vida correcta, con tu pareja correcta, con tu familia correcta. La que te hace alejarte de la gente, despreciar a quien no conoces, insultar al extraño. La soberbia de poner tus absurdas normas para demostrar tu poder, la que hace que todos recelen, te teman y se inmovilicen. Esa que te hace temido, desconfiado y que al final te deja solo, absolutamente y totalmente solo con tu poder, con tu mando y con tu nada. La que te hace vivir pensando que por tu dinero o tu poder puedes maltratar, hacerte esperar, no contestar, ser exigente y maleducado.

Esa forma de estupidez que hunde relaciones, familias, proyectos. Que hace que te midas por tus enemigos, por los que te tienen miedo, que creas que el mundo no giraría sin ti, que te hace hedonista, megalómano, fóbico, ansioso, que no te deja descansar, que te hace desconfiado y que si la vida te deja solo o desolado es por culpa de los demás que son cortos, que no te entienden, que son inferiores, incultos, idiotas.

La soberbia de usar el poder para distinguir a las personas entre los tuyos y los demás, pero todos súbditos. La que decide que puedes hundir a alguien porque tienes tu atalaya inexpugnable protegida por leyes que dejan indefensos a los demás. La de poder juzgar con tu opinión por encima de los hechos. 

La soberbia de hacer tu santa voluntad sin pensar en conceptos tan pasados como responsabilidad, compromiso, esfuerzo, valor, honor. De creer que aquel que no está contigo está contra ti, de ser diametralmente opuesto en tus inalienables ideas y en tus crudas acciones.

El machista defensor de la total igualdad entre mujeres y hombres. El demócrata que no acepta ni una crítica en su partido. El zote de los ricos que vive como un marajá, la infiel amante esposa, el páter familias asiduo a clubs de alterne, el beato o santo en vida intransigente, el vicario gordo con los pobres depauperados en las puertas de su palacio, el profesor rojo de la universidad que nunca pasó por un barrio pobre, ni por una fábrica, ni por ningún sitio que no sea su bungaló y su campus.

El que nunca pagó impuestos y exige sus derechos, el que se molesta al ver a negros, moros e indios usando la sanidad pública, el que prejuzga todas las corruptelas y no ve las suyas, el amigo que falla cuando llueve, el que ejerce la fuerza por llevar un distintivo, el que elige quién tiene crédito y quién no según su capricho. El que hace valer su dinero ante el necesitado, los que nunca se equivocan y por tanto nunca se disculpan.

La soberbia de escribir un artículo sobre esto.

Para todos, no hay más solución que la humildad.


(*) Recomiendo guardar este artículo y leerlo cada dos o tres meses mínimo.

Pedro Picatoste

Empresario e historiador.

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