No hay color. La religión cristiana es lo más. Díganme otra que tenga un Dios que se hace hombre para que hombres y mujeres sean sus hijos y hereden el Cielo para toda la eternidad. No hay otra igual. Nuestro Dios es el creador del Universo, de los cielos y la tierra; hacedor de todas las cosas; de todo lo visible e invisible, dejando para el final, en lo más alto de todas ellas, al ser humano, al que hizo a su imagen y semejanza. Ese es nuestro Dios. Existe desde siempre; desde el principio de los tiempos. El es el principio de todas las cosas; el que apretó el botón omnipotente del Big Bang dando origen a las galaxias, a las estrellas y a los planetas; al planeta de los planetas, la Tierra, que moralmente es el centro del Universo por una sencilla razón, porque en ella, como en ninguna otra parte, brilla la gran obra del creador.
Una vez les dije lo que opinaba Gandhi del cristianismo, “una hermosa religión; lo malo son muchos cristianos”. Hombre de paz predicaba el amor entre todos los hombres, como Jesucristo. “Rehúso —escribió— creer que existe ahora, o haya existido en el pasado, una persona que no haya sido influida por los ejemplos de Jesús aún sin darse cuenta. Las vidas de todas las personas han quedado más o menos cambiadas por su presencia, sus acciones y por las palabras pronunciadas por su voz divina. Yo creo que Jesús pertenece no sólo al cristianismo sino al mundo entero, a todas las razas y a todos los pueblos”.
Luchó Gandhi como un jabato contra la opresión a los indios emigrados de la India en Sudáfrica y contra el dominio británico en la India. Lideró la desobediencia civil, pero siempre combatió la violencia. Predicó la hermandad entre todos, especialmente entre hindúes y musulmanes; contrario a la separación de Pakistán (para musulmanes) de la India (para hindúes), murió asesinado por un extremista hindú; mártir de la paz, compañero de Jesucristo por los siglos de los siglos, pues fue su compañero fiel. Cuentan sus biógrafos que “en sus últimos años sólo la imagen de Cristo dominaba en su habitación”. Fue amigo del gran escritor y pacifista León Tolstoi, y del excelso poeta, casi místico, Rabindranath Tagore, el que puso este sobrenombre a Gandhi: Mahatma, que, en sánscrito, significa ‘gran alma’. El nombre real de Gandhi era Mohandas Karannchand, éste último heredado de su padre, como el apellido Gandhi.
También fue perseguido, como Jesucristo. Los buenos siempre son perseguidos por los malos y no quiero dar nombres de malos y buenos; allá cada cual para ubicarse y luchar por unos u otros ideales, ahora que tan difícil es dar con el significado de las palabras, palabras importantes como democracia, justicia, libertad de expresión, censura, regeneración, degradación… Hay que cuidar cómo las utilizamos, siempre con miedo a la censura. Estamos en tiempos de relativismo castrante: “nada es verdad ni mentira,/ todo es según el color/ del cristal con que se mira”. Lo escribió aquel buen poeta, excelente gobernador de Alicante, Ramón de Campoamor, ejemplo de honradez, político sin tacha.
Hago un llamamiento a todos los políticos para que se conviertan en ciudadanos religiosos, como religiosos fueron Jesús, Gandhi y tantos pacifistas que creen en la dignidad de todos los hombres y luchan por una Justicia con mayúscula que no la hacen los votos sino la verdad, que no es otra cosa que el sentido común que Dios puso en todos los hombres de buena voluntad. “Gloria a Dios en el Cielo y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad”. Eso cantaban los ángeles cuando anunciaban a los pastores que acaba de nacer Jesucristo, Dios y hombre verdadero, en un pesebre de una posada en la cercana Belén. Era medianoche y el cielo estaba tachonado de estrellas. (Continuará).
Posdata: PSOE y PP deben acabar con la Guerra Civil y con el franquismo
La Iglesia católica española lleva ya muchos predicando la paz y reconciliación de los españoles y se ha arrepentido de haber colaborado en la implantación del nacionalcatolicismo franquista, un pecado en el que ha llevado la penitencia de muchas deserciones y de la implantación de un laicismo que ha mermado las huestes cristianas. Eso a pesar de que infinidad de gentes de Iglesia y no sólo de las filas de la HOAC (Hombres Obreros de Acción Católica) y de la JOC (Juventud Obrera Cristiana) se organizaron para promover los valores democráticos y lucharon por la llegada de la democracia, a veces en las filas de PSOE y del PCE.
Lo que parece triste y hasta lamentable es que PSOE y PP no hayan sido capaces, en estos casi cincuenta años de democracia, de finiquitar el período franquista y asentar, con leyes consensuadas, el final del guerracivilismo y del régimen del caudillo Franco. No fue ejemplar la Ley de Memoria Histórica y fue peor la Ley de Memoria Democrática, consensuada no con el PP sino con los bilduetarras, amigos y defensores de la ETA terrorista. Que (lo repito una vez más) asesinó a cientos de españoles entre ellos doce dirigentes del PSOE, uno, Ernest Lluch, exministro socialista. Vale que venga Pedro Sánchez a decir que el dolor de los represaliados por el franquismo no prescribe, claro que no. Y allí, en el acto de desagravio a los exiliados y de homenaje también a sus descendientes estábamos, en espíritu, todos los que creemos en la dignidad. Gloria y honor a los maltratados y perseguidos. Pero acabemos con utilizar el pasado y las causas justas para justificar el odio en el presente; rompamos las máquinas del fango de las izquierdas contra las derechas y viceversa. Ya está bien de elogiar la dignidad y a la vez provocar la indignidad, por parte de unos y de otros. Sánchez y Feijóo están obligados a sentarse, con sus asesores, y a hacer un pacto de Estado.
Todo puede ir a peor tras las elecciones catalanas, pero me da lo mismo. Nunca es tarde para gobernar con 258 escaños de los 376 del Parlamento. Si se bajaran del burro de la soberbia y la confrontación fratricida, tendríamos un país en paz y en progreso ilimitado en lo económico y, sobre todo, en lo espiritual, en la hermandad, en la convivencia y en lo que ahora llamamos el buen rollo. Lo podrían hacer, aunque no sean una copia de Gandhi ni de Jesucristo. Están, desgraciadamente más lejos de ellos que de Caín. La historia los juzgará y yo no querría para mí su sentencia. Consejo final: estáis a tiempo de ser generosos y salvaros o de confirmaros como unos pobres y miserables mamarrachos que os creéis dioses.
Enhorabuena por tu excelente artículo.
Enhorabuena.
Revolución en Jesucristo: “Perdona al enemigo…»
Don Ramón
Gracias…