Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Sin recortes

La realidad, aunque duela. A propósito de la serie `Adolescencia´

¿Por qué debemos abordar la realidad tal como es, aunque duela? Este es el planteamiento inicial que seguramente tendrían los creadores de la serie que ha estrenado Netflix, «Adolescencia», y que se mantiene en las listas de las más vistas en todos los países que pueden verla. Un producto producido por la plataforma de mayor alcance en nuestra sociedad que se propone para su visualización a partir de los 12 años. El segmento de público de esa edad, marcada por las profundas contradicciones en la asunción de la edad adulta, se encuentra, pues, integrada.

Jamie, el asesino de la serie, un hecho que se confirma desde el primer capítulo, consumió grandes cantidades de contenido misógino en la red antes de acabar con su compañera. En diversos medios se ha apuntado en los últimos días si su trama es adecuada para los adolescentes. Es obvio que la mirada del adulto tendrá en cuenta, aterrorizado, otros aspectos que ellos no perciban. Pero lo innegable es que este tipo de contenidos aludido, como tantos otros que tergiversan la apreciación de la sociedad y pueden ser nocivos en un momento clave de la maduración psicológica de las personas, existen y son difíciles de delimitar por el control familiar a sus accesos virtuales.

La distorsión de la convivencia es obvia en un protagonista como este. Recordemos, por ejemplo —y sin voluntad de adelantar contenidos para quien todavía no la ha visto—, en el momento que la psicóloga pregunta a Jamie sobre el conocimiento del sentido de la muerte. Katie, la chica asesinada, no volverá jamás: una percepción que él no acaba de tener. Estamos frente a una desviación de lo obvio por desinformación generalizada que puede conllevar a situaciones trágicas como la de la serie de ficción. ¿Existen casos similares en la realidad? ¿Dónde encontraron su fuente de inspiración para una historia que incomoda a los espectadores? Aunque no está basada en un hecho real específico, Stephen Graham, cocreador y actor principal, mencionó en una entrevista que la idea surgió al conocer noticias sobre jóvenes involucrados en crímenes violentos, lo que lo llevó a reflexionar sobre el origen de estos problemas que enfrentan los adolescentes en la sociedad actual. Con una pretendida voluntad de denuncia, nació una serie con un formato innovador, ya que cada episodio está filmado en un solo plano secuencia, lo que aumenta la sensación de realismo e inmersión en la historia. Una focalización que fomenta la verosimilitud de lo relatado, como si los espectadores fuéramos testigos y cómplices al mismo tiempo de la tragedia.

Estamos frente a un producto de éxito que tiene vocación de dejar huella. Con un presupuesto más que modesto —aunque la plataforma no lo ha hecho público— que otras producciones destacadas como «Strangher Things» o «The Crown», que bordean los 300 millones de dólares, «Adolescencia» se ha colado en todas nuestras casas, especialmente por el mecanismo tan poco digital del boca-oreja. Se trata de un producto que emociona sin reducciones simplistas que, con solo cuatro capítulos, nos ofrece la pesadilla de una humilde familia británica que se enfrenta a la acusación de su hijo de 13 años. La distancia entre la generación de los padres y la de sus hijos es enorme: esta nueva generación se enfrenta a situaciones de acoso que se amplían por la repercusión en las redes sociales. La serie no aborda nada que no esté en tema de conversación entre los adultos en los últimos años: cómo poder formar a nuestros jóvenes frente a tanta falsa información que queda legitimada en el momento que penetra en su ordenador o teléfono móvil. Esa es la realidad, aunque duela reconocerla. Un producto audiovisual como el que abordamos puede ser considerado exagerado, que no ha sucedido, pero a medida que conocemos la base emocional y psicológica que ha llevado a su protagonista a los hechos denunciados, entendemos que a veces la ficción puede adelantar situaciones del futuro. No sólo el escritor Jules Verne fue premonitorio en su viaje a la Luna, en la construcción de submarinos eléctricos o en la vuelta al mundo en poco tiempo, la historia de la literatura y de la cinematografía está llena de ejemplos. En este caso, esperemos que la denuncia que ofrece «Adolescencia» pueda ser erradicada y nunca se concrete.

Si todavía no habéis sucumbido a verla, todavía estáis a tiempo, antes de que alguien de vuestro entorno os avance los detalles de cada capítulo. Quedaos con la imagen en primer plano de sus dos protagonistas, el padre y el hijo, dos excelentes actores, desconocidos para la mayoría, que han sabido ofrecer las dosis suficientes de ternura y de horror al mismo tiempo. Cuando el joven afirma «yo no he hecho nada», su padre le consuela «cómo no voy a creerte. Eres mi hijo». Un convencionalismo que el descubrimiento de lo acontecido hará saltar por los aires. Aprendamos como sociedad de situaciones como las planteadas, revisemos los protocolos de la educación emocional de nuestros jóvenes, porque esta no es solo una historia de violencia, sino una llamada de atención para fomentar un uso responsable de la tecnología y a la necesidad de presencia real de los adultos en la vida de los adolescentes. Porque la prevención empieza en casa, en la escuela, en la comunidad y, en definitiva, en la empatía. No se trata sólo de buscar culpables, sino de entender las causas para actuar mejor como sociedad.

Carles Cortés

Catedrático de universidad y escritor.

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