Andaba yo de balneario en tierras mañas y no pudiendo abstraerme del todo en medio del agua termal intento seguir las noticias de mi Alicante natal. Que si las listas se mandan al comité federal, que si vuelven… y ahí me encuentro de nuevo con la figura del famoso y veterano muñidor del partido socialista. Me ha recordado aquel grafiti que me encontré en los años 80 cerca de Jumilla: «Franco, vuelve aunque sea de cabo».
Pero éste —el que ahora vuelve a estar en la pomada— no piensa volver de soldado veterano, pretende hacerlo con la vitola de senador, que a los 77 quizás sea la edad apropiada para sentarse en la cámara alta, pero poco propicia para ir y venir, semana sí y semana también, a la capital por mucho que los «aves» sean rápidos, cómodos y hasta baratos si se sacan los billetes con tiempo. Y en esa digresión en la que andaba yo que me llega el eco de la conversación de una señora que comentaba con la estilista del balneario sobre unas manchas que le habían aparecido en el rostro. No es solo por la edad, es por no haber cuidado siempre de ella en momentos críticos, de frío, calor, sol excesivo, sequedad… la piel tiene memoria y nos lo recuerda en cualquier momento…, me pareció oír mientras trataba de entender la noticia.
Y aun andaba yo recuperándome en las templadas aguas cuando otra noticia, ésta más gélida si cabe, me vuelve a romper el descanso, pues aunque era esperada, no se preveía con tanta celeridad como se presentó.
Yo que creía que la piel del partido de la calle Pintor Gisbert había perdido su memoria, y ha resultado que le ha salido un buen salpullido. El de la avenida de Salamanca parece haberse contaminado —las sedes no están tan distantes, al fin y al cabo—. Y ahora estoy seguro de que la epidermis del nuevo presidente de la Comunidad pronto acusará los efectos del acuerdo de esta semana.
Y yo pensando en ir al dermatólogo por una berruguita incipiente… Éstos —los dos individuos que no he nombrado pero que entre líneas se identifican— sí que necesitan ir urgentemente a tomar baños relajantes y untarse un porrón de cremas. La piel la tienen muy reseca —¿o dura?— y les pasará factura.
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