Dedicado a mis compañeros que llegan ilusionados al periodismo.
Los periodistas tendemos a ver nuestro papel como controladores de los políticos; como los críticos de los que mandan; de los que tienen el poder; y no queremos ser percibidos como los más alineados con los que mandan en ese momento. Todos hemos leído u oído repetidamente estas frases, que en teoría orientan nuestra actividad profesional o deberían al menos orientarla. Ciertamente dicho así no estoy de acuerdo, y en todo caso habría que matizarlo mucho. Creo que es un tema de ética periodística, que debería ser objeto de debate en las facultades y entre los profesionales.
En mi opinión, los periodistas no somos controladores de nadie y somos críticos de todos: de los que mandan y de los que están en la oposición. Cómo seamos percibidos es cosa difícil de evitar. Nadie es objetivo, la objetividad informativa no existe. Todos tenemos nuestra ideología más o menos explícita, y los medios también tienen su línea editorial, y es bueno que el lector sepa cuál es: yo, por ejemplo, soy socialista con carnet del PSOE desde hace más de 40 años. La Hoja del Lunes es por definición plural como la propia Asociación de Periodistas. Obviamente, yo coincido más a menudo con las medidas de los gobiernos de izquierdas que con los de derechas. La prensa libre y la libre expresión de ideas y opiniones, como la libertad de cátedra, son bases fundamentales del Estado democrático de derecho y esa libertad de opinión es la que permite criticar al poder, a los poderes, mande quién mande; y sea tanto el Ejecutivo, como el Legislativo, o el Judicial, o lo que es más temerario, a los poderes fácticos. Estos dos últimos, siempre son más difíciles porque no están sometidos al sufragio directo o indirecto, y arriesgamos más. El sistema de control de unos y otros viene establecido por la Constitución y los periodistas con nuestra opinión lo que hacemos, en el mejor de los casos, es orientar la crítica, y el control de estos poderes.
La información que seleccionamos como noticia tampoco es neutral, será crítica con el poder y con los que mandan, o no, no solo por lo que dice, sino por cómo lo dice: la maquetación, la situación en Primera, en página par o impar, el número de columnas, etcétera. La información debe ser plural, contrastada, verificada y eso sólo, por sí, necesariamente, basta para que sea crítica de los hechos y de las personas e instituciones objeto de la información. La pluralidad, el contraste y la verificación son requisitos “sine qua non” del buen periodismo. Los escritos al dictado de izquierdas o de derechas no son ni de izquierdas ni de derechas, son mal periodismo, son la prostitución del periodismo y de la ideología en que se ampare el profesional o el medio. La actuación de determinados medios en los casos que se están publicando del excomisario Villarejo, por ejemplo, son un auténtico escándalo que merecen la reprobación profesional y el Código Penal.

La búsqueda de la llamada equidistancia de los que mandan y de la oposición nunca es cierta, ni me parece viable. Lo que otros llaman el “término medio” en el que dicen está la virtud; en el término medio, si hay alguna virtud será la de la mediocridad; la de quedar bien con todos y no comprometerse con nada, ni nadie. El periodista con quién debe comprometerse es con los lectores y la búsqueda de la verdad; y quedar bien consigo mismo y su conciencia.
La cobertura política, probablemente la más claramente comprometedora, debe basarse en resaltar la amplia gama de nuestros problemas y evaluar si los responsables políticos y los partidos están trabajando para encontrar soluciones creíbles. En cada tema el profesional debe comparar las soluciones que ofrecen, eso no beneficia ni al poder ni a la oposición; sino a los lectores. Es mejor que los periodistas cubran los problemas que nuestra sociedad tiene, y las propuestas que proponen los distintos partidos, o al menos el gobierno y la oposición; ese es el periodismo que necesitamos.
Es importante separar los datos, los hechos, las informaciones, de las opiniones o juicios de valor. Y estas opiniones a mi juicio deben sustentarse en hechos, datos e informaciones que se juzgan desde un sistema de valores y, lo que es más difícil, en el contraste con “lo posible” y “lo necesario”. Estos son otros tantos juicios de valor. El mero contraste de la política con el “ideal” social o político conduce inevitablemente a la condena de todas las políticas y de la propia política y de todos los políticos —la mayoría de las veces injustamente—, por eso la Iglesia condenaba tanto al nazismo, fascismo, capitalismo, liberalismo, socialismo o comunismo, y así sucesivamente.
José María Maravall, sociólogo, decía que la política no era el “arte de lo posible”; sino de “hacer posible lo necesario”. Los límites de “lo posible” vienen definidos por la realidad —social, política, económica— en un momento dado; una política que pretenda “lo necesario” para la gente, para los excluidos, para la gran mayoría actuará sobre los límites de “lo posible”, —las estructuras existentes y los intereses que estas definen—, para tratar de hacer posible “lo necesario”. Las opiniones y juicios sobre las políticas los hacemos desde lo que consideramos posible y/o necesario. Desde ahí comparamos las propuestas políticas. Definir lo posible y lo necesario suponen opciones de valor.
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