Vivimos unos tiempos convulsos que llevan a plantear una nueva normalidad tan anormal como mágica.
Tendremos que inventar una nueva metrópolis en la que dar nuestros primeros pasos, con una nueva imagen un poco fantasmagórica, que lo mismo nos da aspecto de atracadores como de héroes del antifaz y en nosotros está elegir el nuevo papel que deseamos desempeñar, si de héroes o villanos. Es una oportunidad única para reinventarnos y diseñar nuestro mejor yo.
Cuando ya todo lo dábamos por sabido y nos sentíamos estancados en ese personaje que en el gran teatro del mundo nos había tocado representar, y en el que nos sentíamos más o menos cómodos, pero en cierto modo aburridos, porque ya teníamos aprendido ese papel que hacía que nuestra vida fuera monótona y previsible. Llega un virus y todo lo pone al revés.
A partir de ahora impera un objetivo universal: salvaguardar la salud y la vida.
Sólo eso, y nada más que eso parece importar y se convierte en algo primordial alrededor de lo que va a girar el mundo y nuestra existencia. La nueva realidad se ordena alrededor de ese objetivo, seguimos siendo los mismos, pero con un nuevo orden de valores imperante en esta nueva normalidad. El que la vida se haya detenido por un tiempo mágico, nos ha dado la posibilidad de poder meditar en la dirección que vamos y poder dar un golpe de volante, si vemos que esa carretera nos conduce a un lugar peligroso.
El silencio que se ha hecho a nuestro alrededor nos puede ayudar a escuchar nuestra voz interior, esa que los ruidos exteriores nos impedían oír.
La calma aparecida en nuestra vida nos hace recapacitar para poder apreciar cosas que antes no valorábamos, ni dábamos importancia, pero que ahora adquieren un valor extraordinario.

Gozamos de la serenidad necesaria para aprender a mirar las cosas con ojos nuevos, tenemos un tiempo para meditar, parar nuestro ritmo frenético y volver a apreciar la belleza de las cosas sencillas.
Ahora que nos enfrentamos a un tiempo en que la crisis económica va a ser muy grave, intentemos que esta crisis nos haga personas menos consumistas y superficiales, distinguiendo las cosas superfluas de las que realmente importan.
Este virus también nos ha hecho caer del pedestal en que estábamos, que nos hacía creernos invencibles, y ver lo pequeños y desvalidos que nos sentimos ante la soledad, la enfermedad, y la muerte.
Esta cura de humildad nos lleva a valorar la necesidad de apoyarnos unos a otros.
Hasta los políticos enfrentados como Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso entierran la confrontación que les ha caracterizado en la relación política entre ellos, para sentar las bases de una colaboración institucional reforzada en la lucha contra la pandemia, y acuerdan crear grupos de trabajo conjuntos para este objetivo.
Por fin, parece que la cordura y el sentido común se han impuesto, y se han dado cuenta lo importante que es juntar las fuerzas y buscar lo que une y no lo que separa.
Llega un virus y todo el mundo se revoluciona y se sumerge en una profunda crisis en que todas las noticias giran en torno a la curva de contagios y muertes, caída en picado de la economía y búsqueda contra reloj de la vacuna salvadora que nos devuelva a nuestra antigua normalidad, sin pensar que en realidad ya nunca nada podrá ser igual, ni debe ser igual, ya que sino nada habría valido la pena y volveríamos a cometer los mismos errores.
Pues ¿qué sentido tendrían tantas muertes? Si no nos sirve para reflexionar que había cosas que estábamos haciendo mal.
Si nos paramos a pensar, ahora que tenemos más tiempo y estamos menos ocupados, nos daremos cuenta, de que todo sucede por algo, desde las guerras que hacen que los países devastados resurjan más fuertes, hasta las hambrunas que hacen al hombre salir en busca de nuevas tierras para explorar.

Se dice que el hambre agudiza el ingenio y si volvemos la vista atrás, veremos que las grandes obras de arte son producto de autores que han sufrido en su sus carnes la privación y la penuria. Cervantes, uno de los autores más importantes de la literatura universal, escribió la primera parte de El Quijote cuando estaba preso en una cárcel de Sevilla. Kafka, uno de los genios de la literatura mundial que representa en sus novelas el conflicto psicológico y laberíntico del ser humano, fue un hombre torturado y enfermo que supo plasmar en sus escritos sus vivencias. El pintor Van Gogh murió en la miseria y nunca logró vender un cuadro. Hoy día sus obras alcanzan millones de dólares en las subastas.
Estamos en un momento crucial de nuestra historia en que para muchos se ha hecho la luz, y la palabra ha adquirido un tinte profético.
Es ahora en que la vida y la muerte están separadas por una delgada línea roja, cuando ese vivir al borde del abismo nos ha hecho más consciente de nuestra vulnerabilidad y a la vez de nuestra grandeza.
En nuestro horizonte ha aparecido un nuevo Aleph y hemos descubierto como el pasado, el presente y el futuro se concentran en un punto en que se condensan todas las miradas hacia el universo y aparecen todas las respuestas a los códigos secretos y a las grandes incógnitas de la humanidad. El mundo no debe seguir como antes de esta pandemia; es el momento de reinventarnos y dar un nuevo nombre a las cosas que nos rodean.
Tendremos que hablar de miradas espejo, porque es ahora cuando esos ojos que sobresalen de las mascarillas han adquirido un protagonismo esencial.
Es tiempo de que en nuestras miradas se reflejen sentimientos de solidaridad, empatía, amistad, entrega, generosidad y optimismo. Que la mente se manifieste en su estado prístino y claro para hacer el bien y ayudar a los otros pero sin interferir, dejando que cada uno encuentra su camino. Así, entre todos, lograremos construir esa nueva normalidad mágica.
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Muy reflexivo tu artículo. No se puede dirigir una pandemia de estas características desde 17 gobiernos atonómicos, debería haber un mando único con directrices para todos. La salud de la gente es lo primero.
Totalmente de acuerdo , es ahora cuando se impone la unidad de todos los políticos y gobiernos autónomos con el solo objetivo de atajar de la manera más eficiente esta pandemia y la crisis económica .
Que no busquen intereses particulares, ni ponerse medallas, sólo salvaguardar la salud.
Ojalá todo el mundo pensara como tú. Al principio yo era más optimista, a pesar de la clase política y algunos elementos discordantes.
Sin embargo, con el paso del tiempo, la realidad me va hundiendo en el pesimismo.
Sé que saldremos de esta, ya es en lo único que confío.
Miguel , gracias por tu comentario, pero no dudes en que hay que seguir siendo optimistas, porque es la forma que tenemos de reforzar nuestra inmunidad y cada uno desde el lugar que ocupamos en la sociedad hacernos fuertes, y cooperar para entre todos salir de esta difícil situación.
Haces muy bien en confiar en que saldremos adelante!!
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