por TONI GIL
Una franquicia de restaurantes se denomina “La mafia se sienta a la mesa”, marca original donde las haya, sin duda. En el que hay en Alicante recuerdo haber estado un par de veces cuando tenía otra denominación, en actos digamos que de carácter social, y no tuve nada que objetar al servicio que se nos prestó. Pero a éste reconozco que el rótulo no me atrae mucho, pese a que degusto con satisfacción bastantes platos de origen italiano.
En Alicante parecen haberse asentado hace tiempo otras franquicias mafiosas, y recientemente hemos tenido que comprobar como se ha comportado una de ellas, amenazando de higiene y salubridad al Ayuntamiento de todos los alicantinos de la capital con el anuncio con diez o doce días de antelación de que dejaba de limpiar los colegios y otras instalaciones municipales, al conocer que un juzgado ha decretado el embargo de las facturas correspondientes a este servicio por orden del acreedor Banco Sabadell.
Imaginemos que a un particular un juez le embarga la nómina o la pensión (la parte embargable, creo que hay un porcentaje máximo)…¿dejaría el trabajo o renunciaría a la pensión con tal de frustrar la natural iniciativa del que legal y honradamente merece recuperar lo prestado?
Quien se ha enfrentado de tal suerte al municipio, y a todos los que vayan a sufrir de la suciedad no evacuada por faltar a su compromiso, debería ser nominado persona “non grata” de la ciudad, y expulsado de cualquier convocatoria a prestar servicios públicos en el futuro, bien sea en solitario o en sociedad con otros (por ejemplo, la actual UTE).
Para mas inri, al menos uno de sus abogados –debe tener bastantes, dado los líos que tiene que lidiar en los juzgados- fue en otro tiempo concejal socialista. Ya se que hay derecho a la defensa, a la presunción, y que hay que buscarse honradamente la vida… pero todo tiene un límite. Trabajar para que la mafia te permita sentarte a la mesa dos o tres veces al día…, ¿vale la pena aunque esté sucio el mantel?
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