Se cumple estos días un año del fallecimiento de José Ángel Navarro, más conocido por Pepe Barranquí. No pudo superar un maldito cáncer de páncreas. Tenía 69 años y unos deseos enormes de vivir y contemplar su pequeña isla desde la terraza de ese lujo de restaurante, L’Olleta, que levantó piedra a piedra en la zona de Villa Gadea, junto a un vivero de erizos y con las olas del Mediterráneo acariciándole los pies.
Pepe Barranquí fue un enamorado de Altea, de su villa blanca, a la que se entregó en cuerpo y alma. Contribuyó a la creación de la facultad de Bellas Artes, a la que enriqueció poniendo en marcha una tienda librería que fue punto de encuentro de universitarios y escritores. Creó y presidió la Cofradía del Castell de la Olla. Presidió la Junta de Moros y Cristianos, y fue alma y sostén de las fiestas patronales de Altea. Cronista oficial de la Villa, a él se debe uno de los encuentros de cronistas más numeroso y exitoso de los celebrados en España. Pero un traicionero cáncer de páncreas acabó con sus ganas de vivir en apenas tres meses.
Un año después, sus hijos, Visent y Pepeta, han querido recordar a su padre manteniendo las Jornadas Gastronómicas del Erizo que Barranquí creó para deleite de quienes gustan beberse un trozo del Mediterránero en el escenario más emblemático de Altea, cuna de un vivero de erizos que son respetados, y dio nombre a uno de los chiringuitos más populares de toda la costa alicantina. Con un menú seleccionado por su nuevo chef, César Marquiegui, embarcado en la aventura de descubrir con Visent y Pepeta nuevos rumbos gastronómicos en El Cranc y en L’Olleta. Con especial dedicación a la cocina de mercado mediterránea de pescados de lonja y arroces.
El quinto festival del erizo, o más correcto, las V Jornadas Gastronómicas del Erizo, celebradas el pasado fin de semana en L’Olleta, comenzó con un aperitivo de tosta de pan de croissant con boletus, stracciatella y erizo. A continuación, tomamos un ceviche de lechola, con boniato rojo asado, leche de tigre aromatizada con anís estrellado y cítricos, choco y erizo natural, un plato delicioso al que siguió un erizo gallego natural, para pasar a la alcachofa de Benicarló, rellena de gamba y erizo y salsa de cigalas, paso previo al bacalao confitado con ajo y romero, sobre salsa al cava y erizo, como preludio a un arroz Carnaroli envejecido con gamba roja y yema de erizo al natural.
Y como cierre del festival gastronómico dedicado a Pepe Barranquí por sus hijos Visent y Pepeta, al cumplirse un año de su fallecimiento, un postre creado por el propio Barranquí. Su tartita de manzana hecha en casa, variedad Golden, con crema de romero, y helado de nata y haba tonka.
Del éxito de la iniciativa habla por sí solo el libro de reservas de la doble jornada. Medio Altea, tan querida por el futbolista del Barcelona que llegó a la villa blanca tras colgar las botas y se volcó en su promoción cultural y festera, se quedó a las puertas de los amplios ventanales de uno de los lugares más bellos y queridos de la Costa Blanca.
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gran persona Barranquí, daba gusto hablar con él y comer en su casa. DEP