Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Narrativa

La flecha del tiempo

Fotografía de Mrsiraphol (Fuente: Freepik).

Todavía no había cumplido quince años cuando mi padre desapareció de repente de mi vida. Era un buen arqueólogo y lo último que supe de él es que estaba a punto de terminar su trabajo en Atapuerca y que de forma inmediata se tenía que desplazar a Jerusalén con motivo de unas excavaciones de sumo interés.

Algún tiempo después recibí un paquete en cuyo interior había un pequeño calendario como sumergido en algo gelatinoso. Podía cambiar de forma y convertirse en una llave, en una clave, en una flecha del tiempo con capacidad de ser lanzada hacía el pasado y también al futuro. Una nota escrita —sin duda por mi padre, porque en cada ausencia suya y durante tantos años me enviaba cartas en las que me hablaba de todas esas aventuras de arqueólogos—, decía claramente que ese objeto todavía no se había inventado, pero él lo encontró junto a unas tumbas que databan de hace más de dos siglos.   

Ayer soplé sesenta velas y un deseo las abrazó a todas.

Tom Hanks  quiso dejar de ser un niño en Big y los Secretos volver a serlo. Yo he pedido cambiar la flecha del tiempo.

Amanece que no es poco y salgo a descubrir la calle como si fuera un día cualquiera, pero no lo es. Estamos otra vez casi en Navidad, me siento joven y dinámico con toda la vida por delante y errores que no volveré a cometer. El año nuevo nos anunciará una década virgen y puede que prodigiosa. Doce uvas bailando un precioso tango con las campanadas y de pronto, como por ensalmo, ¡feliz 1980!

Todo estaba por ocurrir, nada había pasado todavía en mi vida y tenía una segunda oportunidad para hacer las cosas de otro modo.

Comienzo mi tour de forcé, aunque me siento como Scarlett Johansson y Bill Murray en Lost in Translation: Melancolía, insatisfacción vital. Cuando te aburres, el tiempo pasa muy despacio. Me meten en quirófano y no consigo confesarle a la joven Susana que todavía la quiero. Pero la vida es caprichosa y la operación se complica y me convierto en un cadáver.

El tiempo es como una taza, solo sirve cuando se puede llenar.

No, no fue así. Lo explicaré de otra manera.

Ayer soplé sesenta velas, pero ayer, todavía no ha llegado. Al menos para mí, Billy Pilgrim, aunque en otra de esas líneas temporales tenga otra vida como Nemo en Mr. Nobody.

Yo apuesto a que soy a todas luces un tralfamadoriano y en esta cuarta dimensión, nunca mueres del todo. ¡Nunca!  

Pablo Guillén

Pablo Guillén empezó a escribir hace algunos años. Un poco para escapar de la rutina de un trabajo que sólo le aportaba un salario. Nada más. Publicó durante algunos años artículos de opinión en un diario local y también participó en algunos encuentros literarios concursando y formando parte en distintas publicaciones.
Tiene tres libros de relatos publicados: “Sombras de luz y niebla”, “Reflejos frente al espejo” y “Lanzarse al vacío y otros relatos”.
Además, tiene el cajón repleto de historias que empujan cada día por nacer, pero la situación actual no es la mejor y como todo el mundo sabe, el dinero no crece por más que riegues esa jodida planta.
Actualmente está inmerso en un nuevo trabajo, sin duda más ambicioso y extenso: su primera novela, aunque declara sin tapujos que se mueve mejor en el mundo de los relatos y puede que le pase un poco como a Oscar Wilde, que sólo escribió una novela, “El retrato de Dorian Gray”.

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