Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Opinión

La degradación del lenguaje

(Fotografía: Free Photos).

Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo, despertar.

Antonio Machado.

El lenguaje, ese don que nos ha dado Dios, para que nos comuniquemos los seres humanos y que se ha ido modificando y a la vez perfeccionado a lo largo de los tiempos, sufre actualmente, a mi modo de ver, un ataque en lo relativo a su riqueza, en las formas y en la expresión elegante que fueron distintivos en otras épocas de sabiduría y educación.

La historia nos recuerda los personajes que entraron en ella por servirse del lenguaje hablado o escrito de forma correcta. Cicerón, el gran filósofo y político, senador en la antigua Roma y orador es, además, reconocido por su elocuencia y porque hizo de la palabra su mejor arma para combatir a sus adversarios.

En el campo de la literatura y mas concretamente en la nuestra, citaré algunos de los escritores, aunque se que hay muchísimos más, que me han dejado huella por la buena utilización que del lenguaje hacen. De Quevedo destacaría el ingenio del que hace gala para que sirviéndose de un lenguaje de burla y descalificador, no resulte ni insultante ni soez. De San Juan de la Cruz, me quedo con el amor y la dulzura que se manifiesta en su poesía, utilizando palabras sencillas y a la vez bellas. De Góngora, resaltaría la elegancia y las formas pulcras del lenguaje, de las que se vale en toda su obra, y que creó la escuela del culteranismo. Y en cuanto a autores más recientes, reseñar a Antonio Machado que reflejó en su obra “Campos de Castilla”, de una manera genial, todo lo que le sugería su contemplación. No es una descripción sino una interpretación, que pone ante nuestros ojos una realidad que él ha convertido en una fuente de belleza. El paisaje de Soria estaba ahí desde todos los tiempos, pero él supo, como nadie, con su forma de verlo y expresarlo, crear algo mágico.

El lector de este nada pretencioso artículo se preguntará a donde quiero llegar con toda esta exposición. Simplemente me mueve el ver que una lengua como la nuestra, tan rica en vocablos, tan versátil por lo que puede representar una misma palabra según el modo en que se utilice o en el contexto sintáctico en que esté incluida. Una lengua tan elegante, de la que se ha llegado a decir, por su belleza, que es la mejor que se puede emplear para hablar con Dios, está perdiendo poco a poco estas cualidades por la utilización de palabras foráneas, por el uso de vocablos con acepciones populares diferentes a las reconocidas por la Real Academia de la Lengua, y lo que es más grave, por el desconocimiento y, por tanto, la no utilización de gran parte de su léxico. Además, se ha sustituido el lenguaje culto y elegante por otro soez y desagradable.

Las nuevas generaciones, utilizan un lenguaje muy limitado y casi telegráfico. Basta con observar los mensajes enviados por los teléfonos móviles que, aunque la intención es que los términos empleados ocupen poco espacio para que se puedan incluir muchos más, lo cierto es, que a la hora de entablar una conversación también aparecen.

“Cuando las palabras dejan de significar aquello que de entrada expresan y sin embargo, expresan lo que sólo unos cuantos ‘interesados’ pretenden, entonces estamos en condiciones de percibir que el abuso del lenguaje es la primera forma de poder tiránico”.

Josef Pieper

Palabras que sustituyen a nombres propios como “macho” o “tío” para dirigirse a otra persona. También la palabra “vale”, como su nombre indica, sirve lo mismo para un roto que para un descosido, utilizándose para sustituir a los adverbios “si o no”, según la entonación con que se diga; para decir que se está de acuerdo o en desacuerdo; para introducirlo en medio de una frase o una oración gramatical como especie de muletilla y darle más énfasis a lo que se está diciendo. O la palabra “peña” en sustitución de grupo, cuadrilla o gente. El problema no es tanto el que se utilice esta jerga que, por otro lado, en todas las épocas ha aparecido, sino que se olviden las palabras a las que sustituyen por el nulo uso que de ellas se hace.

La invasión de términos de lenguas extranjeras, especialmente la inglesa, con la aparición de las nuevas tecnologías de informática y telefonía, hace que muchas veces olvidemos que existen palabras en nuestro idioma que las pueden sustituir. Por ejemplo, la palabra “software” que pude traducirse al castellano por programación. Hay algunas lenguas, como la francesa, que así lo han hecho.

En cuanto a los medios de comunicación, y en especial las cadenas de televisión, se hacen notar cada vez más con programas en donde el leguaje soez, chabacano y bufo, es un medio más para despertar, en el telespectador, un interés y un morbo con el fin de conseguir cuotas de máxima audiencia.

Muchos escritores actuales, utilizan un vocabulario en sus obras, mayoritariamente empleado por los lectores, según dicen ellos, que rodeado de una cierta progresía es poco recomendable su lectura, en donde además de buscar un cierto impacto en el lector, para que este pueda sacar la conclusión de que es un escritor moderno, lo que subyace, en la mayoría de los casos, es una falta de talento, de ingenio y de riqueza lingüística, pretendiendo encubrir estas carencias por medio de este vocabulario.

En cuanto a nuestros políticos la utilización del lenguaje es una de sus muchas asignaturas pendientes. En un parlamento autonómico, en el colmo de la ridiculez, se han llegado a utilizar traductores para entenderse con una representación nicaragüense que asistía a una sesión ordinaria, al utilizarse sólo su lengua vernácula. Me imagino la cara de los componentes de esta representación, creyendo que venían a la “madre Patria” de su lengua y se encontraron con esta payasada.

Otra anécdota que da idea de los ataques que está sufriendo la lengua, en la que hasta hace poco nos entendíamos todos los españoles, por parte de algunos de los gobiernos autonómicos, con sus disparatadas leyes sobre la utilización de sus lenguas locales, en detrimento del castellano: Telediario de una cadena, no importa cuál. Sección de deportes. Una noticia de un equipo infantil gallego de fútbol que antes de entrenar, tienen una clase de apoyo en sus estudios para mejorar y compensar el tiempo que dedican a esta actividad. El entrevistador le pregunta a un niño:

-“¿Qué asignaturas llevas peor?”

-“Inglés y castellano”, contesta el niño.

¡Asombroso!, el castellano emparejado con una lengua extranjera, al parecer por su dificultad, como si también ella lo fuera. Un ejemplo del daño que están haciendo algunas autonomías relegando, a un segundo término, la lengua de todos los españoles.

A veces, no nos damos cuenta de la importancia que tiene el conservar nuestra lengua al ser uno de los lazos culturales que nos unen con nuestro pasado y nos proyectan hacia nuestro futuro. Y sólo por eso, deberíamos poner todos y cada uno de nosotros, nuestros apoyos para que se conservara y se hablase correctamente. En mis tiempos de estudiante, muchos de los lectores de este artículo, lo recordaran como yo, se nos corregía nuestro lenguaje con aquella consabida frase de los profesores: “Habla bien”. O aquella otra: “Pronuncia bien”. Aquellas redacciones que nos mandaban, como deberes, nos obligaban a perfeccionar nuestra forma de escribir y sobre todo la forma de expresar lo que queríamos decir de manera coherente y con una sintaxis que se iba depurando a medida que más íbamos redactando. Las reglas de ortografía son algo que en la actualidad se han ido perdiendo. A veces cuando cae en mis manos un escrito redactado por personas que tienen carreras universitarias y compruebo la cantidad de faltas de ortografía y de redacción que tienen, pienso ¡Dios mío! donde va a llegar a parar nuestra hermosa lengua. Es mi opinión, que tenemos que hacer un esfuerzo, para mantener su riqueza y pureza por parte de todos los que amamos esta lengua, que ha sido utilizada por tantos y tantos que nos han precedido y por los muchísimos que con sus escritos han dejado páginas de cultura y belleza mundialmente reconocidas.

(Fotografía: Nile).

Menos mal, que en los países iberoamericanos, en donde conservan nuestra lengua, con una riqueza de lenguaje y de construcción gramatical que en muchísimas ocasiones me admira, porque las observo en personas que, por desgracia, no han tenido acceso muchas veces a la educación y a la cultura en sus países, pero que manejan el idioma de forma tan magistral que a menudo pienso: que bien que hicimos en dejar nuestra lengua a estas gentes porque son los conservadores de mucho léxico, muy hermoso, que nosotros estamos perdiendo.

No quiero dejar pasar la ocasión, sin hacer mención a uno de los personajes del siglo pasado que escribió mucho y bien a propósito del lenguaje. Se trata del filósofo alemán Josef Pieper, (Elte, Wesfatlia, 4/5/1904-Münster, 6/11/1997) que entre otros muchos cargos fue miembro de la Academia Alemana de la Lengua y Poesía y que dejó escrito lo siguiente: “Cuando las palabras dejan de significar aquello que de entrada expresan y sin embargo, expresan lo que sólo unos cuantos ‘interesados’ pretenden, entonces estamos en condiciones de percibir que el abuso del lenguaje es la primera forma de poder tiránico”.

Larga vida, le deseo, a la lengua del insigne Cervantes, que ha sufrido tantos vaivenes, que hoy es hablada por más de 500 millones de personas y que es la segunda utilizada como lengua materna después del chino mandarín.     

Joaquín Ñeco

Alférez de navío.

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