Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Palabreando

Jugueteando

"Parquesonrisa" (Fuente: Freepik).

Sin duda existen muchas clases de infancias, pero un servidor, a día de hoy, distingue entre dos. Los niños y niñas que juegan en un parque y los/las que juegan con tablet y móviles y consolas y trastos varios. La principal diferencia radica en la sonrisa. No se sonríe igual cuando estás jugando e interactuando, por ejemplo, con una pelota mientras corres que una sonrisa media o lo que sea, mientras estás viendo un vídeo de YouTube, o de Face, o de Tiktok, Instagram y seguro que me dejo alguna red social, pero la edad no perdona. No tienen nada que ver la una con la otra.

La primera, la del parque, es la que sale de la propia adrenalina, de la emoción, de la ilusión, del propio juego en sí, combinada con la sonrisa y emoción del resto de participantes del juego en vivo y en directo, es una sonrisa que se ve sana; la que deberían de recomendar los médicos, además de las dietas saludables y todo eso. La segunda, salvo excepciones evidentemente, es la que se genera como un acto meramente individual que se queda para la propia persona. No hay color.

Ya a nadie le resulta curioso el ir paseando y ver cómo la gente se saca selfies en pose en mitad de la calle o donde sea, ya es algo normal, habitual, incluso se ha producido lo que yo llamaría “el esquivo”, es decir, inconscientemente ya o esperas a que se hagan la foto, o sencillamente evitas pasar para no entorpecer la imagen que acabará con un montón de me gustas (likes) en alguna red social. Los niños y las niñas que juegan en los parques no tienen tiempo más que para que la pelota no caiga a la carretera.

Y, aunque no lo parezca, ese acto suele, generalmente, venir acompañado del estado social. Me explico, las parquesonrisas suelen ser de gente menos pudiente, las tabletsonrisas suelen ser acaparadas por personas de mayor poder adquisitivo.

Últimamente, como cuando de chico, viajo bastante en autobús y la tónica es la misma, alumnos y alumnas que suben de colegios de uniforme que se sientan y sacan los móviles y se tiran todo el trayecto pendientes de la pantalla, no hablan entre ellos y ellas, no es necesario, luego pulsan el botón de bajada, que no deja de ser otro botón, y a seguir con la cabeza gacha.

Fuente: Freepik.

Es más sencillo para los padres y madres las tabletsonrisas, claro, dan mucho menos dolor de cabeza que estar dos horas sentados en un banco viendo cómo los y las parquesonrisas corren, sudan, se ensucian y luego a casa a la ducha, y la cena y todo eso. Es diferente, es curioso, es la vida real. No quiere decir, para nada, que el futuro de los y las parquesonrisas vaya a ser mejor que el de las tabletsonrisas, para nada, tan sólo que el gesto de la cara, del cuerpo, de los músculos, del desarrollo social será diferente.

Evidentemente en este mundo que va abocado a la competencia, al éxito, al sólo puede quedar uno o una, a la cima no se puede ni se debe compartir con nadie pues, quizás, los tabletsonrisas llevarán ventaja, pero no dejará de ser una sonrisa con reflejo de pantalla digital, no de un amigo o amiga que comparta el sudor del juego, de la empatía; puede que me equivoque pero, claro, yo soy de la generación de la mercromina, del me caigo me raspo el pelao y sigo jugando, el de la bici sin casco, el de los patines sin rodilleras, coderas, el del agua oxigenada para casi todo, incluso para decolorar el vello; pero bueno batallas de abuelo que diría mi madre; ahora todo son cascos gigantes escuchando música o patinetes de esos que digo yo que, Barcala, patinetes para la tercera edad que a este paso iré yo mismo al consistorio a pedir uno cuando me llegue la jubilación, que uno se hace viejo día a día. P

Por cierto, me ha dicho el médico que he de perder 15 kgs que, en verdad, nunca quise coger pero ahí voy con lo que yo llamo El paseo del abuelo, que es el de casi una hora después de la comida para ver si todo eso que no como o lo pierdo o no lo cojo del todo. Y que en uno de esos paseos de abuelo por el centro de la ciudad, al final, uno ha de saber desenvolverse y esquivar los peligros de la jungla de asfalto y de los centros comerciales. Hablo de los y las comerciales de asalto.

Félix Rodríguez de la Fuente los habría definido así, bueno en mi mente claro, comerciales de asalto, esa fauna que espera inquieta entre la muchedumbre social y que asalta cuando menos te lo espera para ofrecerte algo que, en verdad, es todo lo contrario, es para que tú le ofrezcas parte de tu salario, pero lo hacen tan bien que la medicina actual no tiene vacuna alguna para este tipo de picotazo sin tregua ni medida.

De hecho, uno puede tratar de esquivar a varios al mismo tiempo, pero al final, cae en las redes cual presa en una tela de araña ante esos y esas jovenzuelos y jovenzuelas bien entrenados y entrenadas para arrancar de la piel del pobre despistado carnívoro sus datos personales de los que tan sólo cuenta, al fin, los datos bancarios. Me explico.

Fuente: Freepik.

Caminando por la avenida Maisonnave (milla de oro ahora, que cuando vivía mi abuela yo he visto que ni había luz y tan sólo unas bodegas de vino al final, llegando a la avenida Óscar Esplá, que daba miedo pasar por la noche), despistado por el sol crepuscular que te cae en los ojos y te distrae malamente tracatrá, esa luz que juega a favor de esas aves rapaces que te asaltan como a Pinocho los malos malosos antes de llegar a la escuela, y aquí he de hacer un inciso. Stop. Aquí por mucho que se diga entra la fase sexismo. Los jóvenes guapos paran a las chicas, mujeres independientemente de la edad. Y las jóvenes guapas paran a los chicos independientemente de lo mismo. Es un dato curioso pero que debe de ser eficaz porque las técnicas de marketing para algo están.

A mí, por supuesto, me detuvo una chica joven, guapa, simpática, con don de gentes y me metió un rollo de esos que le dije, “¿y todo esto te lo has aprendido de memoria?”. Incluso me dijo: “bueno, ya te he pasado el pasapalabra, entonces si me das tus datos me haces un favor que es mi primer día y eres el primero que se para a escuchar, bla, bla, bla…”. Todo sonaba bastante real hasta que me llamaron por teléfono y le dije a la chica: “espera un segundo…”. Me alejé para hablar y, casualmente, para desgracia de la chica que se lo había currado bastante bien, un chico que ofrecía lo mismo y al que llegué porque la conversación se alargó y me iba alejando, había detenido a una chica y les estaba metiendo el mismo rollo y cuando soltó lo del pasapalabra, pensé, ¡qué lástima, con lo convincente que había sido y natural! y bueno, al final, todo parece ser una trampa para sacar dinero. No les voy a decir para qué ONG trabajaban pero cuando les suelten el rollo de pasapalabra lo sabrán. Lo dicho, lo que les comentaba, comerciales de asalto y asfalto que tratan de sobrevivir en este mundo cada día más frío y solitario.

En fin que ustedes lo lean, lo pasen y lo paseen bien.

Bruno Francés Giménez

Escritor de serie B.

4 Comments

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  • Tal cual; tan real como la vida misma, en los juegos, en los selfies y en los atracos ‘pasapalabra’. Un abrazo.

  • Qué semblanza más certera y profunda de la simple cotidianidad !! Por edad, creo que estoy entre los «parquesonrisas». Pero casi todo mi entorno y lo que veo son de los otros. Salvo los muy pequeñines, el acceso a las pantallas parece imparable. No sé si es bueno o malo realmente a efectos de la formación de cada uno porque, como dices, el mundo va por ahí. Sí que es algo triste. Y, en cuanto a las ONGs que, pese a su aseado nombre, viven casi exclusivamente de sus respectivos gobiernos son un sector económico más, seguro que con honrosas excepciones. Un conocido mío contactó hace años con una que se hizo célebre por interponerse entre balleneros y ballenas (loable causa aunque quizás la única) para ofrecerse como voluntario y su única respuesta fue un formulario para que lo rellenase con sus datos bancarios…. en fin. Excelente artículo