Empiezo mi colaboración en este primer Cantaraneando con la reseña de una espléndida conferencia que se dio recientemente uniendo a dos de los mayores artistas valencianos: Sorolla y Benlliure. Reseña que se ha redactado a partir de los datos proporcionados por la conferenciante, Ana Satorre Pérez, técnica de cultura del Ayuntamiento de Crevillent. Su conferencia llevaba por título Joaquín Sorolla y Mariano Benlliure, la relación de dos artistas valencianos a partir del archivo del Museo Mariano Benlliure y tuvo lugar el pasado 9 de mayo en la Casa de Cultura de Crevillent, que completó su aforo con más de 200 asistentes.
Con el “Año Benlliure” recién finalizado, 2023 ha sido declarado por la Generalitat Valenciana “Año Sorolla”, al cumplirse el centenario del fallecimiento del genial pintor. Comisionado por Pablo González Tornel, director del Museo de Bellas Artes de Valencia, el Año Sorolla tiene en Alicante a Pilar Tébar, directora del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert, que es una de sus responsables más directas. Desde el Gil-Albert se ha planificado el ciclo de conferencias Descubriendo a Sorolla en el que se ha enmarcado la conferencia de Crevillent.
La directora de la casa de cultura, Ana Satorre, fue la persona elegida por el Gil-Albert para desarrollar la citada conferencia, atendiendo a su trayectoria profesional y de investigación y a su formación en el ámbito de la gestión cultural y museística. Directora de la Biblioteca, del Ateneo Municipal y del Consejo Etnográfico, es responsable, entre otras iniciativas, de la revista de historia y etnografía municipal. En sus más de veinte años como funcionaria del Ayuntamiento de Crevillent ha estado vinculada a los museos municipales, donde ha tenido la oportunidad de colaborar en la redacción del proyecto museológico del Museo Benlliure.
Es en este museo donde la técnica de cultura tuvo ocasión de desarrollar su labor de investigación sobre los fondos del archivo de Benlliure. Años atrás y en una de las convocatorias de investigación del Gil-Albert, su proyecto sobre el legado documental de Benlliure fue elegido por el citado instituto. Así, el perfil de la técnica de cultura era uno de los idóneos para, dentro de este ciclo en torno a Sorolla, desgranar la relación entre el pintor y su colega escultor, Benlliure, a partir de los diversos documentos custodiados en el archivo del museo.
La conferencia se inició esbozando de manera somera las trayectorias artísticas y vitales de ambos artistas para después entrar a analizar curiosos e interesantes detalles y aspectos en los que las trayectorias de Benlliure y Sorolla confluían, acaso de manera no tan sorprendente. Porque, más allá de los aspectos puramente formales y artísticos, si algo quedó claro tras la conferencia fue la especial relación, casi fraternal, que ligó a los dos artistas valencianos.
Separados por apenas seis meses en su nacimiento —entre 1862 y 1863— estos dos artistas comenzaron a dar sus primeros pasos por su Valencia natal, la misma que les vio en sus primeros balbuceos como jóvenes aprendices. Hacia 1884, los dos concurrieron a la Exposición Nacional de Madrid y los dos obtuvieron segundas medallas. Poco después coincidirían en Roma, donde Sorolla sería acogido por José Benlliure, hermano mayor de Mariano, como si se tratase de un miembro más de la familia. Otro hito destacado, tal y como resaltaba Satorre, es el de 1895 cuando, de nuevo en Madrid, ambos artistas consiguen sendos reconocimientos. Su prestigio comienza a crecer hasta el punto de que ya son figuras reconocidas en el panorama artístico del momento.
Del conjunto de datos especialmente interesantes aportados durante la conferencia destaca, además, la Exposición Internacional de París, en 1900, en la que de nuevo el tándem Sorolla-Benlliure consigue ser galardonado con el Grand Prix. Su prestigio trasciende las fronteras y alcanza a otros países de una Europa que, aunque abocada a una Primera Guerra Mundial, vivía una efervescencia artística a la que Valencia y España no eran del todo ajenas.
Más allá de hitos y fechas, Satorre, citando diversas fuentes y trabajos de otros colegas, a la vez que tomando como base parte de su propia investigación sobre el archivo Benlliure, mostró al público la especial relación fraguada entre los dos artistas y sus respectivas familias. El trato que ambos se dispensaban en sus cartas más íntimas, la relación existente también entre sus respectivas esposas y hasta el hecho de que Sorolla pidiese a Benlliure que le acompañase para inscribir el nacimiento de su nieto y decidiera ponerle a éste, entre otros nombres, el de su colega Mariano, son buena muestra de ello.
La complicidad entre ambos es tal que, cuando a su regreso de París la ciudad de Valencia decide homenajearles dedicándoles una plaza y una vía pública del callejero del Cap i Casal, los dos acuerdan esculpir y trabajar las respectivas placas que portarán sus nombres y sus efigies en relieve. Así Sorolla hará la placa de Benlliure y Benlliure hará lo propio con la de Sorolla. Poco después los dos se implicarían en uno de los proyectos en los que pondrían especial ilusión: la creación de un palacio de Bellas Artes para la ciudad de Valencia. El proyecto, sin el suficiente respaldo de las distintas administraciones, finalmente no llegaría a buen puerto.
El testimonio de su especial relación queda atestiguado en clave más personal y familiar, a la vez que artística, cuando ambos intercambian y se regalan obras o también cuando ambos retratan a sus respectivas familias: Benlliure a la de Sorolla y Sorolla a la de Benlliure.
Por desgracia, Sorolla, recién acabado uno de sus proyectos más ambiciosos —Visión de España— se vio afectado por la enfermedad que finalmente le arrebataría la vida antes de lo previsto. En 1919 sufría el ataque de hemiplejía que iba a condicionarle hasta tal punto que su amigo, Benlliure, lamentaba no poder ser de más ayuda en las cartas dirigidas a Clotilde, esposa de Sorolla. Poco después, en 1923, Sorolla fallecía y Benlliure recibía la amarga noticia y el triste encargo directo del rey Alfonso XIII de presidir, en su nombre, el cortejo fúnebre. Benlliure se encargaría de realizar la mascarilla mortuoria del que había sido casi un miembro de su propia familia. Así lo prueba también el hecho de que Benlliure hubiera sido nombrado albacea del testamento de Sorolla.
Casi 25 años después fallecería Benlliure, cuyos restos también serían trasladados a Valencia y, por su deseo expreso, sería enterrado en el cementerio del Cabañal. Ahora los dos amigos ya descansaban definitivamente juntos en la tierra que les había visto nacer.
Una conferencia magistral, que embelesó a los asistentes y llegó a emocionar a muchos al abordar algunos de los episodios citados, así como otros que hemos obviado aquí por cuestiones evidentes de espacio. Y una ocasión única para disfrutar en Crevillent del recién declarado “Año Sorolla”.
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