Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Obituario

Joaquín Santo, la vida como un acto de comunicación

Joaquín Santo con la bisnieta de Sorolla y el autor de este artículo (Fotografía: Carlos Mas).

No es exagerado afirmar que el alicantino Joaquín Santo Matas (1953-2022) se tomó su presencia cultural como un acto permanente de comunicación. Lejos de ser un lector y estudioso voraz solo para el cultivo íntimo de su bagaje, su obsesión en todas las actividades que ejerció era la búsqueda del público. Su lema podría resumirse en una práctica generosa: no retener lo aprendido y transferirlo, divulgarlo. Se sirvió de toda una galería de formatos en esa conexión: la conferencia, el discurso, la presentación de actos, la redacción de libros individuales o textos para obras colectivas, la comparecencia en radio o televisión. En cualquiera de estos escenarios se sentía cómodo, pero tuvo un gusto preferente por colaborar en la prensa escrita de su tierra debido a su devoción por el artículo como género, una de las vías de comunicación que más utilizó.

La prensa le proporcionaba una ventana imprescindible para dar a conocer sus opiniones y hallazgos sobre aspectos culturales, políticos, históricos, festivos e incluso deportivos. Y de hecho la cantidad de artículos que firmó queda como legado, como el testimonio personal de la actualidad que le tocó vivir.

Su aparición en distintas cabeceras de periódicos y revistas de Alicante es una parte intensa de su biografía. De joven fue colaborador de aquella Hoja del lunes en papel que suplía el vacío de prensa general en los quioscos el primer día de la semana, periódico gestado por la Asociación de la Prensa de Alicante, seguido sobre todo por sus noticias sobre la jornada dominical de fútbol, pero que acogía el resto de secciones, incluidas las que contenían artículos culturales donde Santo hallaba su acomodo. También los diarios La verdad, en su edición de Alicante, e Información cedieron posteriormente espacios para sus escritos periodísticos, y de hecho en el segundo de ellos veía publicadas sus colaboraciones de los últimos años.

La variedad temática la alternaba con facilidad y, por ello, los artículos políticos también tuvieron sitio en su aportación, a menudo con contenido histórico. Su inquietud en este terreno tenía otra extensión porque, desde joven, vivió la experiencia de ser político. Su paso por la vida parlamentaria acaeció en un momento trascendental al ser elegido en 1983, con tan solo veintinueve años, diputado en las primeras Cortes Valencianas tras la aprobación del Estatuto de Autonomía. Permaneció una legislatura más, hasta 1991. Si su llegada a la asamblea fue con la denominada Alianza Popular, en 1987 formó parte del CDS.

En la pluralidad de preferencias para la prensa tenían cabida muchos aspectos más: desde artículos sobre arte, uno de los campos que más le atraían, o de historia, con predilección por los momentos políticos de los siglos XIX y XX y por personajes alicantinos destacados, a los de fiestas de Hogueras, Semana Santa o tradiciones como la Santa Faz, e incluso los que suscribió sobre fútbol cuando escribía las crónicas de opinión de los partidos del Hércules CF en el diario La verdad.

Su creatividad le condujo por otra parte, una vez nombrado director del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert en 2003, a emprender la puesta en funcionamiento de una revista cultural de fines divulgativos que ocupara un espacio que no cubría en la institución la prestigiosa Canelobre, más centrada en la alta divulgación y en artículos especializados. Fue así como echó a andar de manera complementaria la revista El Salt en 2004, nombre que aludía al paraje en Alcoy en el que la familia de Juan Gil-Albert tuvo su casa de verano. La fecha escogida para su arranque fue premeditada, con el fin de que coincidiera con el centenario del nacimiento del escritor alcoyano. El Salt siguió editándose en números trimestrales distribuidos en quioscos hasta mediados de 2011.

La actividad periodística como colaborador fue por tanto intensa en su recorrido, participando además en coleccionables y ediciones especiales que se distribuían junto a periódicos. La comunicación, con todo, no era una cuestión para él reducida a la prensa y la aprovechaba desde cualquier tribuna o cargo que se le ofreciera.

Hubo temas por los que sentía una especial querencia y los ligaba a su tierra, si se trataba de protagonistas externos. En ello, y aun saliendo del periodismo, fue ejemplo el logro de que su discurso de ingreso sobre Sorolla en la Real Academia de Cultura Valenciana se organizara en el Real Liceo Casino de Alicante y no en Valencia, convirtiéndose además en un frecuente estudioso de la obra del artista valenciano, cuyas impresiones siguió trasladando en conferencias y artículos, pero también en gestiones al alcance de su teléfono móvil.

Tras su muerte el pasado 9 de noviembre, he tenido oportunidad de revisar las múltiples iniciativas conjuntas que compartimos en organizaciones, actos o publicaciones desde que nos conocimos en los años ochenta, cuando él era diputado autonómico y yo un joven columnista en La verdad.

Aunque nuestro trabajo más reciente en común fue en el jurado que presidió del Premio internacional de cuentos Gabriel Miró 2021 de la Fundación Mediterráneo, la última vez que intervinimos juntos en un acto público tuvo lugar en cambio en La Cañada en abril de 2019 y estuvo precisamente relacionada con Sorolla. Fue en los últimos meses de mi etapa como director del IAC Juan Gil-Albert, cuando Santo estaba ya entregado a sus funciones como miembro del Consell Valencià de Cultura, nombrado un año antes.

Se trataba de una sesión del ciclo “Descubre una obra de arte”, la actividad que el Gil-Albert creó precisamente en sus días de director del organismo. En este caso se celebraba en la Iglesia de La Cañada, donde se conserva un Sorolla juvenil que representa orando a San Luis, rey de Francia, obra sobre la que versó ese día una conferencia a cargo de la bisnieta del pintor. La gestión para que participara la descendiente del artista la realizó el propio Joaquín Santo, que también formaba parte entonces del equipo del Gil-Albert como subdirector de Patrimonio histórico-artístico.

Protagonista pues en la cultura de las últimas décadas en Alicante, a Joaquín Santo lo recordaremos sin duda así, con muchos y diversos matices y con una implicación decidida en cuanto le gustaba, dotado de una capacidad añadida para preparar los temas que se le sugirieran. Esa multiplicidad es la que le avaló en prensa y en los otros formatos a los que recurrió, convencido de que la cultura sigue siendo un punto de encuentro que contribuye a mejorar el mundo. Un punto necesario, vital, precisamente porque no faltan quienes la subestiman e ignoran en una sociedad cada vez más banal.

José Ferrándiz Lozano

Profesor universitario de Ciencia Política y miembro de la Junta Directiva de la Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios. Doctor en Ciencias Políticas y Sociología con Premio Extraordinario. Autor y coautor de varios libros, Premio internacional de Periodismo Miguel Hernández y Premio nacional AECPA de Ciencia Política. Exdirector del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert y exdecano del Colegio de Politología y Sociología de la Comunidad Valenciana, ha colaborado en distintos medios de comunicación.

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