Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Palabreando

Independient@s

Fotografía: Alterio Felines (Fuente: Pixabay).

Si la semana pasada hablábamos de los offtermitentes como objeto intocable y de culto de un auto, esta semana vamos a hablar de los dependientes y las dependientas de los diferentes locales del sector servicios.

Como siempre, nunca se generaliza y, por supuesto, se tiende a contar lo anecdótico de algunas situaciones donde el profesional o la profesional de turno se salen de lo que debiera ser la norma, y es ahí donde se produce el chascarrillo. Por lo que sería hablar de esos y esas profesionales del sector servicios.

Antes de comenzar a entrar en materia, y para futuras publicaciones, mencionaré de manera indistinta tanto a trabajadoras o trabajadores según me surja, es decir, no iré constantemente citando tanto el masculino y el femenino, pues me parece lastrar el relato y doy por hecho que el público lo entiende sin problema alguno.

Para empezar, al trabajador se le da por hecho que está formado de alguna manera en su trabajo, ya lo sea por estudio, práctica o años y que su trabajo es el producto de su absoluta profesionalidad.

Hay profesionales que pueden suplir cualquier dificultad que aparezca o completarla por su propia personalidad, habilidad social, empatía o simpatía y los problemas hasta pasan desapercibidos y hasta te conquistan como cliente y la próxima vez vuelves si está la persona que te atendió en ese momento. Incluso se puede llegar a tener un vínculo referente/profesional y es el modo de crear clientes: el famoso “no, es que estoy esperando a que me atienda X”. Y luego están los otros. Esos a los que les huyes como alma que lleva el diablo.

Fotografía: Andrew Leu (Fuente: Unsplash).

Es cierto que el estar cara al público no es sencillo. Se da por hecho que todos tenemos días mejores, días peores y días que no te apetece hablar con nadie porque no te encuentras bien, por cuestiones personales o sencillamente porque te cogió dolor de cabeza tratando de entender las canciones con autotune.

El autotune es un procesador de audio creado, en teoría, para modificar o subsanar errores tanto vocales como instrumentales de los profesionales de la música y que, a mi parecer, lo que hace es convertir a un cantante —o intento de— en carne del aula de Audición y Lenguaje de cualquier centro escolar. Sin duda alguna.

Pero no vamos a entrar en arrastrar la vocalización como si te encontraras en plena borrachera y estuvieras lamiendo una alfombra, volvamos a l@s independient@s, es@s trabajadores que, por ejemplo, van a su bola, que no te miran cuando te están cobrando, que están con el WhatssApp, que tienes que esperar a que entre ellos y ellas terminen la conversación de si has visto lo que ha subido Paquito en Facebook y te ignoran más que los de ERC a VOX; de los que les preguntas por un número de calzado y, por no moverse y dejar de lucir palmito o tener que entrar al almacén a mover cajas, te dicen que tan sólo queda lo que hay fuera. Luego das con otra, que tiene ganas de trabajar, y te lo busca y hasta te lo encuentra.

Y están los que te ponen el pan con las manos después de tocar y recoger dinero, los que has de dejar de tomar un refresco porque el vaso estaba con manchas o sabía a agua sucia, los que les ponen frutos secos al de al lado y a ti no. Es cierto que suele pasar más con la gente joven que, al parecer, si muchos de ellos ya nacieron cansados para el estudio, crecieron abatidos para el trabajo. Y sí, queda muy mal comer chicle mientras te están atendiendo. También doy por sentado que a estos trabajadores les pagarán lo mínimo y les exigirán lo máximo y, claro, así no hay quien se motive, que entiendo que es un cúmulo de cosas, pero que te estén vendiendo un producto, vayas a realizar el pago y, sin terminar de realizar la operación, te dejan colgado para irse a por otros clientes, “no sea cosa que se me escapen, que voy a comisión”, pues tampoco lo veo, pero no suele ser, ni mucho menos, la norma, al contrario, la excepción.

Y, desde luego, he de citar a mis favoritos: los que hacen magia con la ropa y las bolsas.

Fotografía: Jacek Dylag (Fuente: Unsplash).

Ese dependiente de turno al que vas a abonarle un pantalón, dos camisetas y un bañador. «¿Va a querer bolsa?» —te pregunta. «¡Sí!» —le respondes. Aunque la pregunta correcta sería «¿Va a querer comprar una bolsa?» Y de repente saca de su chistera, bajo del mostrador, un pedazo de papel plegado con asas, no mucho más grande que una bolsa de patatas fritas pequeña, la abre, y se produce ese momento en que lo miras y piensas: “No, por las leyes de la física más lógica y sencilla eso no entra ahí o no en las condiciones que debiera o debiese. Imposible”. Pues entra. No importa el estado en que llegue todo eso a casa, pero él lo introduce que hay cola, o no. Agarra todo al mogollón, como si fuere perejil, y como quien se sabe artista, mirando al vacío, esperando el aplauso del público al terminar el espectáculo, aplasta toda tu compra contra el fondo de la mini bolsa de papel, como cuando eras niño e ibas a la playa y te daban el cubo y la pala y lo llenabas de arena que apretabas para que cupiese más como si no quedase más arena fuera. Igual. A continuación te da el ticket de compra que enrollado podría pasar por un rollo de papel higiénico y que, por cierto, se borra a los dos días y se acabó la reclamación. Hagan una foto, que la tinta es de la invisible y no dura mucho tiempo.

Eso sí, el karma pone las cosas en su sitio cuando, detrás de ti, llega la persona mayor con su nieta para comprarle algo mono para que la niña salga al baile y le pregunta el artista: “¿El pago con tarjeta?” Y se produce ese momento, me coloco bien las gafas sin prisa alguna, abro el bolso sin estrés, saco el monedero sonoro y aparece el universo de las monedas de 50, de 20, de 10, de 5 y los maravillosos 1 céntimo para la ocasión. Y que, sin que sea broma, suman más rápido esas personas mayores ahí, sobre el mostrador, en pleno directo, que los propios dependientes con sus métodos tradicionales o el famoso ABN. Es lo que tiene hacerlo todo con calculadora. Pues eso, habilidades sociales.

Y para habilidades sociales, inhabilidades tecnológicas.

La dificultad para muchísimas personas mayores con las nuevas tecnologías, para activar las tarjetas de crédito, para ingresar o sacar el dinero de un cajero, para activar el mando de una alarma de casa, para descargarse aplicaciones, actualizarlas y emplearlas, por citar algunas; cuestiones que pueden parecer triviales, pero que pueden convertirse en una situación de ansiedad y padecimiento innecesario.

Fuente: Ageing Better.

Ese momento que estás en una sucursal bancaria y los de dentro no son capaces de hacerle la tarea a las personas mayores, “siga las indicaciones que pone en el cartel” y las mandan a la calle, al cajero que es como el autoservicio de las gasolineras, cuando hay personas que no saben apenas leer, pero sí, bien que te cobran por utilizar tu dinero y el mantenimiento de una tarjeta que usas tú. “Es que si se lo hago yo he de cobrarle 20 euros o lo que sea”, te espetan; y sigo dentro con mi aire acondicionado a la fresquita.

Y tan sólo tienen que darle a un botón. Sólo eso. Meter la hojita del recibo y ya. Y ese sencillo gesto alivia a muchas personas que no saben, por lo que sea, llevar a cabo esa tramitación. Que sí, que todos reciben órdenes de alguien superior y san se acabó la discusión.

Debería haber una caja, o una mesa, o una persona tan sólo para ayudar a las personas no ya mayores, sino con cualquier tipo de dificultad, y no mandar a leer una pegatina adherida al cristal como instrucciones que, en muchas ocasiones, no están ni apenas claras. Yo mismo he tenido dificultades para poder realizar un pago de una tasa y me han hablado desde detrás del cristal, sin siquiera salir, señalando con el dedo la pegatina y la sucursal vacía con tres trabajadores dentro. Deshumanización a todos los niveles. Para eso sí que se podían gastar el dinero y no para quitar aparcamientos, árboles que den sombra y para dejar calles acabadas con una valla sin motivo o sí, para aparcar los camiones de las obras porque como han quitado los aparcamientos… Por no decir que están construyendo parques para niños a los que no les da la sombra y que se van a achicharrar los infantes pero, como los políticos no van a jugar a los parques, pues que se quemen el culo los demás. Porque hay columpios y toboganes que queman por el material del que están hechos. Pues al sol a sudar.

Lo dicho, que todos mis respetos, por supuesto, para los profesionales del sector servicios, pero que ya dije se cita más lo curioso porque se da por hecho que no deberían pasar ciertas cosas como que vayas a desayunar, quieras una tostada de jamón, no tengan pan sin gluten, pides que bueno pues solo el jamón y te claven, sin avisar, 35 euros por el jamón del no bocata. Quizá ahí los profesionales deberían avisar lo que te van a servir, o como en una cafetería del centro, por una botella de agua de 25 cl te metan 1’65 euros. Los encargados de controlar todos esos despropósitos deberían ponerse a trabajar, aunque claro, luego pones una denuncia y te encuentras a secretarios (LAJ), jueces y funcionarios de huelga encadenada, por turnos, de oca a oca y tiro porque me toquen 400 euros; y luego tienes a los pobres abogados que pagan el pato de la huelga secuenciada, pero eso ya lo trataremos en otro Palabreando.

Y como curiosidad, el efecto contrario a la botella de agua de lujo y al jamón caviar. Un pan de molde, de una marca que no voy a nombrar, comprado en un centro comercial en el puente de la Inmaculada del 8 de diciembre del año pasado que, según reza, caducaba el 15 de diciembre de 2022 y que guardamos en casa porque se mantiene como el primer día. No lo comemos, pero por pura curiosidad estamos comprobando si en algún momento se pone duro, o verde, o muta, o yo qué sé. Esa compra, desde luego, nos salió óptima en su relación calidad/duración/precio. En fin que ustedes lo lean, lo pasen y lo paseen bien.

Bruno Francés Giménez

Escritor de serie B.

2 Comments

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  • Leerte es un placer. Naciste para jugar con las palabras y no necesitas ‘independient@s’ que te las envuelvan o te las coloquen en bolsitas increíbles. Un fuerte abrazo. Hasta el lunes próximo… aunque creo que volveré a leerte acaso ‘con paraguas’, a fin de, con versos, defenderme del sol y de Pedro Sánchez.

    • Gracias siempre don Ramón por tus palabras de cariño. Tú ya eres un grande. Un abrazo fuerte.