La razón y la fe, la ciencia y la religión, se dan la mano para cantar victoria incluso sobre la muerte y las peores tragedias.
La muerte nos ha golpeado de forma brutal estos días y el recuerdo de los que han perdido la vida nos llena de dolor y rabia a todos, especialmente, claro está, a las familias de las víctimas. No podremos acabar con el sufrimiento de los familiares, pero, al margen de las actuaciones que los organismos oficiales y diversas oenegés, entre ellas Cáritas, hagan para mitigar el dolor y restaurar los bienes materiales perdidos por la catástrofe, a mí me sale del alma dar el pésame y hacer más llevadero el duelo de los que más sufren con una serie de consideraciones simplemente humanas y, a la vez, profundamente religiosas.
Otros escribirán (y lo harán acertadamente) sobre cualesquiera de las numerosas facetas que la enorme tragedia ha generado. Yo quiero reflexionar sobre cuestiones trascendentales, que pueden ayudar a sobrellevar las desgracias; a aceptarlas, pero con registros de superación humana y sobrenatural. Es importante saber que nuestros seres queridos no han desaparecido para siempre; viven en otra dimensión, que no por sernos poco conocida es menos real. La ciencia está llegando a conclusiones fabulosas sobre la pervivencia de los humanos después de la muerte física del cuerpo. Lo llaman energía e incluso le dan el calificativo de ‘espiritual’ y relacionada con el principio ‘espiritual’ del universo, eso que el escritor Abel Hernández llama ‘la chispa de Dios’, una forma de denominar al alma.
Frente al dicho “nacemos, crecemos, nos reproducimos y nos morimos” (hay un libro de Armando Barraza Cuéllar con ese título), acaba de publicarse la obra de un doctor que se ha hecho famoso en cuatro días, el médico catalán Sans Segarra, que no sólo vende que hay vida después de la muerte, sino que llena teatros en Barcelona, Madrid, Sevilla, Palma de Mallorca… arriesgándose a que compañeros de profesión, sobre todo psiquiatras, sean de la opinión de ingresarlo en un manicomio. Se ha lanzado al estrellato y no cree que se vaya a estrellar. Tiene argumentos ‘científicos’ para avalar su teoría (al margen de cualquier religión, no en contra de ninguna) de que los humanos están hechos no sólo de cuerpo sino de algo más que pervive cuando el cuerpo se marchita y descompone. Ese algo más es eterno. No lo llama alma, pero sí espíritu y, por supuesto, es capaz de comunicarse con los seres vivos, con nosotros. Forma parte de lo que denomina ‘conciencia universal’, que “trasciende la creación misma, existiendo eternamente, sin principio ni fin”.
No llama Dios a esa espiritualidad eterna que existe desde el principio, sin tener principio ni fin. Coincide con lo que enseña la Biblia tanto en el Génesis como en el Evangelio de san Juan. No sólo dice la ciencia actual que el espíritu universal (Dios) no tiene principio ni fin, sino que también el espíritu de los hombres es eterno, es una forma de admitir que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza y que, como dice el Credo católico, al final: “creo en la vida eterna”.
La fe y la razón no son contradictorias. La razón y la fe, la ciencia y la religión, se dan la mano para cantar victoria incluso sobre la muerte y las peores tragedias. Otro día seguiremos con este asunto tan interesante y tan trascendental para entender lo poco que somos (vida terrenal) y lo fantástico de nuestro destino. La razón y la fe, la ciencia y la religión, se dan la mano para cantar victoria incluso sobre la muerte y las peores tragedias. Otro día seguiremos con este asunto tan interesante y tan trascendental para entender lo poco que somos (vida terrenal) y lo fantástico de nuestro destino.
Enhorabuena por esta artículo tan trascendente. Somos eternos porque vivimos gracias a la genética que recibimos de nuestro padres, abuelos, bisabuelos… y todos nuestro ascendentes, y a la vez somos transmisores de esos mismos genes familiares en nuestros hijos, nieto vinietos etc. Los genes son eternos. Un abrazo.
Querido tocayo, tocado por la gracia del arte: gracias por tus palabras. ¿A dónde van los genes cuando una saga familiar se acaba? Sans Segarra te habla de ‘espíritu’ y tú le hablas de genes. No es lo mismo y tampoco es igual ‘la chispa de Dios’, aunque se le parezca. Un fuerte abrazo.