Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Narrativa

Hay mucha gente que finge ser feliz, ¿por qué?

Imagen generada con ChatGPT.

Viajar es muy útil, hace trabajar la imaginación. El resto no son sino decepciones y fatigas. Nuestro viaje va de la vida a la muerte. Hombres, mujeres, animales, ciudades y cosas, todo es imaginado, es una simple historia ficticia.

La cosa empezó así. Yo nunca había dicho nada, nada, pero, ¡cómo cambia uno! Sonó el timbre de la puerta.

―Carta certificada, Sr. Thomas —le dijo el cartero desde los sucios escalones que había ante su puerta.

—¡Joder!, un momento, que tengo la leche en el fuego y la lavadora pierde agua y el perro se acaba de cagar en el comedor y mi suegra necesita que le inyecte insulina y el puto ordenador se me ha colgado. Ya sabe, esas cosas…

―Sí, ya, ya, ¡vaya mierda! —Esto último lo dijo muy bajito.

―Hola, perdone, ¿dónde le firmo?

―Aquí, aquí.

―¡Joder!, disculpe, pero el puto gato se ha subido encima de la cisterna del cagadero donde tenía las putas gafas y las ha roto y las ha tirado dentro del retrete. No sé qué más me puede pasar hoy.

―Aquí tiene su carta.

―Gracias.

Antes de abrir la carta certificada sonó el timbre, esta vez del teléfono, y dejó la carta sobre la encimera de la cocina sin percatarse de que estaba muy manchada del aceite de oliva que utilizó para la tostada. La llamada finalmente fue un error. Preguntaban por madame Rosi, la encargada de una casa de citas casi adosada a la casa de Thomas. Secó un poco las manchas de la carta certificada, entró en el baño, cagó como cada mañana y luego tomó una gratificante ducha caliente, se masturbó y se cepilló los dientes, se puso espuma efecto mojado en el pelo, colonia de Paco Rabanne, que era la que más le gustaba a su mujer y, por último, se vistió con unos buenos y caros vaqueros y camisa y chaqueta a juego.

Salió de casa, cogió el coche y pasó por la oficina más cercana de Correos a recoger lo suyo antes de ir al restaurante La Golondrina, donde tenía un almuerzo con su preciosa mujer, Cass, que concluía su jornada laboral en el Hospital El Puente —los dos sabían que su relación era un cubo de mierda, pero se negaban a renunciar.

―¡Qué guapa estás, cariño!

―Déjalo, estoy muy cansada y casi no tengo apetito.

―Mira esta carta, la acabo de…

―¿Qué dice?

―Sr. Thomas y señora: Por la presente les comunicamos que con carácter urgente abonen las cuotas pendientes de su hipoteca, que, a fecha de hoy, veinticuatro de diciembre, ascienden a tres mil quinientos euros. Deben saber también que innumerables llamadas telefónicas han sido infructuosas y además hemos sido muy pacientes en consideración al recientemente fallecido Sr. Thomas padre, quien mantuvo con esta entidad bancaria una inmejorable relación durante más de cuarenta años. Aprovecho la oportunidad para desearles felices navidades. Atentamente, Frank Lander. Director del Grupo BBL. Cass, estamos andando por el aire demasiado tiempo.

―¿Cuándo crees que comenzó la caída?

―No estoy seguro, pero tal vez…

―Sí, ya lo sé, han pasado casi tres años de la operación de mama y apenas consigo dormir, no me gusta mi cuerpo desnudo y no puedo todavía hacer el amor.

Las lágrimas le impidieron seguir.

―Cariño, sé por lo que estás pasando.

―Tú no sabes una mierda: quimioterapia, pérdida de pelo y la puta operación…

―Cuidar a tu madre noche y día, hacerme cargo de las tareas de la casa y sentirme tan solo estando en compañía es la quimioterapia que yo he recibido.

Empezaba a llover y la tarde dejó paso a la oscuridad de la noche. Decidieron en silencio pasar la noche en un hotel y disfrazar una vez más la realidad.

El silencioso tronar de los camiones, al paso por el viejo hotel, aplastaba las pálidas habitaciones de ruido.

Good afternoon and welcome to the Hotel. May I have your passport, please?

―Yes, of course

―What kind of room do you prefer?

―We prefer one double bed and a quiet room, please.

Cass y Thomas subieron por un amarillento ascensor hasta el piso tres y entraron en la habitación trescientos treinta y tres.

―Voy a tomar un baño.

―De acuerdo, Cass, yo voy a tomar un whisky en la cafetería.

La luz pálida del pianobar invitaba a las parejas a intimar.

―Señorita, ¿me permite que la invite a una copa?

―Creía que no llegarías nunca.

―Mi mujer todavía no sabe lo nuestro.

―’¡Eres un cerdo! Me prometiste que se lo dirías durante el almuerzo.

―No pude.

De repente sonó la alarma general de incendios, por megafonía avisaron de que existía un aviso de bomba, la Policía chequeó la lista de huéspedes y todos aparecían registrados, excepto…

Cuando el edificio parecía estar vacío se produjeron sendas explosiones que redujeron a polvo la planta baja del hotel.

Mientras en el interior de las tiendas de campaña habilitadas por Ejército y Policía eran atendidos todos los huéspedes antes de que pasaran una ronda de preguntas, en lo alto de una mesa Thomas ve la foto de Alejandra, su amante; en la foto, con letras grandes y rojas, decía: «Se busca por terrorista perteneciente a grupos islámicos».

Las autoridades locales fletaron un autobús para trasladar a todos los clientes y empleados del hotel hasta el lujoso Green Hotel en pleno Londres, pero las inminentes olimpiadas colapsaban carreteras y autovías. Mientras que los árboles saludaban al paso del autobús, la lluvia salpicaba los campos de frescura y la conducción se hacía más complicada. De repente, como en un flash, se cruzaron dos hermosos caballos negros que corrían casi a galope asustados por un enorme tigre que al parecer se acababa de escapar del Gran Circo La Carpa. El conductor realizó un giro brusco y el autobús dio tres vueltas de campana y se instaló un silencio de horror. Llegaron ambulancias y policía de tráfico a los pocos minutos…

Algunos cuerpos yacían en el suelo mojado, pero Cass y Thomas apenas tenían leves contusiones.

Hay mucha gente que finge ser feliz, ¿por qué? Porque están avergonzados y asustados y no tienen el valor de admitirlo.

―Cass, no voy a seguir el viaje contigo. Aquí se separan nuestros caminos. Ahora por fin me doy cuenta de que la tristeza puede ser bonita.

Pablo Guillén

Pablo Guillén empezó a escribir hace algunos años. Un poco para escapar de la rutina de un trabajo que sólo le aportaba un salario. Nada más. Publicó durante algunos años artículos de opinión en un diario local y también participó en algunos encuentros literarios concursando y formando parte en distintas publicaciones.
Tiene tres libros de relatos publicados: “Sombras de luz y niebla”, “Reflejos frente al espejo” y “Lanzarse al vacío y otros relatos”.
Además, tiene el cajón repleto de historias que empujan cada día por nacer, pero la situación actual no es la mejor y como todo el mundo sabe, el dinero no crece por más que riegues esa jodida planta.
Actualmente está inmerso en un nuevo trabajo, sin duda más ambicioso y extenso: su primera novela, aunque declara sin tapujos que se mueve mejor en el mundo de los relatos y puede que le pase un poco como a Oscar Wilde, que sólo escribió una novela, “El retrato de Dorian Gray”.

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