Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Palabreando

Gymcorpore

Imagen de un gimnasio. Fotografía de Nenad Stojkovic (Fuente: Wikimedia).

El culto al cuerpo es lo que tiene, que dura todo el año y, para algunos, toda la vida; que lo entiendo, lo respeto, lo admiro, yo mismo me he pasado toda la vida haciendo ejercicio ya sea por mi sobrepeso infantil, mi metabolismo bajo, mis intolerancias varias, que deporte sin dieta mala cosa y porque un día mis padres me pusieron una película de vídeo Beta Sony que era Rocky III y ya me cambió el concepto del momento ejercicio. Sí, empecé por la III pero bueno también comencé por la IV de Star Wars y menos mal, que si comienzo por la I quizá nunca hubiera llegado a la II.

Yo he ido a todo tipo de gimnasios. A todos. De hecho, a fin de cuentas, he pagado más que ejercicio he realizado. Recuerdo uno en un entresuelo de la calle Maisonnave que tenía moqueta y que debías llevar zapatillas blancas tipo Irabia, a mí me parecían de ballet pero era eso o no entrabas —también toalla— y que no te cayera una pesa en los pies, que te ibas cojo fino y estoy hablando de los años 90.

Comencé en el maravilloso gimnasio Cantó de Campello que era la caña. Tenía yo 14 años y me pillaba el C1 de la Playa de San Juan todas las mañanas de verano que te paraba justo en la puerta enfrente de la iglesia. Allí iba y hacía ejercicio. Aún conservo la tabla de ejercicios de entonces. Y tengo 52. Era como estar en la peli de Rocky, pero en realidad. Fue muy especial para mí. Allí había personas con camisetas y pantalones cortos de los de antes. Olía a gimnasio, que no a gym. Incluso las esponjas para no hacerte daño en las manos por coger peso eran esponjas de esas viejas amarillas y destrozadas. Todo el mundo las tocaba y no pasaba nada. Nadie se contagiaba nada y nadie sabía de dónde habían salido. Incluso un hombre que sería de mi edad actual, en su momento me aconsejó no tomar nada de anabolizantes: pollo e hígado y dieta sana; era gigante. Era un ambiente de pelis de los 80. Con olor a los 80. No existía el Axe y sí el Heno de Pravia. Pues todo eso terminó para siempre. Ahora el deporte, y sigo practicándolo, es más una moda social que un ejercicio. Me explico.

En primer lugar es que ya, como todo está en inglés, no sé qué practica la gente. Que si Body Pump, que si CrossFit, que si Cross Training, Aqua Gym, taichi, cycling, trekking, running, Cross Met, pilates stretch, HBX Boxing, boxing a secas, BTT… Yo hacía pesas. Así, como suena. Sube a la bici, ahora haz cardio. Antes decías: “me he apuntado al gimnasio” y todo el mundo sabía lo que ibas a hacer. Te llevabas tu almuerzo, que era un bocata de pan integral con jamón y tomate. Ahora hay máquinas no sólo de pesas sino también de venderte toda la comida que desees. No te olvides el batido con su envase de batido molón. Antes ibas a hacer ejercicio y a casa, ahora son clubs sociales donde hasta realizan quedadas, cenas y fiestas. Y muchas veces si no quedas no molas y no perteneces al grupo. Y por “guasap” por supuesto. Antes no había móvil y no te hacías selfies en los gimnasios porque ibas a sudar, a hacer ejercicio y no llevabas nada en las manos. Ahora no hay nadie que esté apuntado a un gimnasio (gym) y no tenga una foto de selfie. Nadie.

Recuerdo el gimnasio de Venecia Centro donde Julio y su mujer regentaban y te ponían a punto, insisto, todo el mundo iba con camiseta de las de toda la vida, que solían ser de bebidas o de publicidad, y pantalón corto del ancho y el sudor no olía a rosas ni a tulipán negro pero sí, ahí la cosa comenzó a cambiar… (música de Tiburón): empezó a llegar la lycra al gimnasio —aún era gimnasio y no gym este detalle es importante—, y la gente comenzaba a ir apretada —no envasada al vacío como ahora, pero ya apuntaban maneras— y comenzaban a hacerse grupos alrededor de las máquinas, en plan “guárdame el sitio que ahora la levanto yo y nos turnamos” y ya sabías que la máquina de tríceps no la ibas a pillar porque estaba la peña haciendo ronda y si te parabas te enfriabas. Eran mediados/finales de los 90, en mente aún estaba Eva Nasarre y sus calentadores de Flashdance. Y la cosa pintaba mal para los que no usábamos lycra. Y no lo sabíamos todavía. Y diré más, aún no era la época del running, tan sólo salías a correr, no corrías en inglés, corrías y sudabas en castellano. No lo vimos venir, el final del salir a correr fagocitado por el running y las zapatillas para tal fin. Y llegó el Decathlon y lo cambió todo. Y ya no sabías qué zapatillas tenías que utilizar para correr con lo que antes corrías con las Kelme o las J’Hayber de toda la vida. La vida dio un giro completamente.

Y luego lo del grito.

Sí.

Antes nadie gritaba en el gimnasio —que no gym—. Te esforzabas por levantar en press de banca lo que no era necesario, porque nunca ibas a levantar en casa nada que pesara tanto y, como mucho, te salía el aire del esfuerzo. De hecho, tratabas de no hacer ruido para no molestar. Ahora no. Ahora se grita más que en un parto. Y si no gritas, no molas ni levantas peso. Grita, grita que te escuche hasta la de la parada del bús de la acera de enfrente. Que luego son apenas tres kilos, pero da igual, tú ya has gritado con tu toalla del Decathlon y la gente ya te ha visto y el día de la fiesta del “guasap” ya todos y todas te conocen y triunfas, que sabemos a qué suena tu orgasmo. El del grito, ahí está, ríete tú de El grito de Munch.Dónde va a parar que eso es otra cultura que la mitad ni conoce.

Momento bicicleta. Spinning le llaman a lo que mi madre tenía en su cuarto de casada y era una bicicleta BH estática. Con cuatro hijos dando la vara hacía más que el guapo de al lado, que no ha hecho ejercicio en su vida pero mola apuntarse con tanta peña y “tengo sonrisa que atrapo, mira mis músculos de He-Man”. Te subes y ahí está el monitor o la monitora, como si la vida se terminara alrededor de música de autotune. He ido a un par de clases. No sabía que al finalizar tenía que limpiar la bici y me llamaron la atención. Porque las pesas no se limpian ni las banquetas de pesas. Lo que decía, antes intercambiabas esponjas, compartías banquetas de hacer abdominales sudorosas en verano. Ahora limpias bicicletas que bien, que vale, pero que no deja de ser un tanto peculiar que no se limpie lo demás.

Imagen del programa de Eva Nasarre (Fuente: RTVE).

¡Ah!, por cierto, el almuerzo se llama snack. Pero al tonto lo seguimos llamando tonto.

Los deportes de riesgo. Pero, ¿ahora porqué todo el mundo hace submarinismo y escalada? Conozco gente que ni sube las escaleras de su casa y vacila de hacer rocódromos, de esos de llenarse de arneses o de irse a la aventura, y sube en ascensor a un primero. Luego pasa lo que pasa y los bomberos a sacar el helicóptero porque te encaprichaste de subir esa colina con chanclas, porque al parecer ya todo el mundo ha nacido montañero.

Como el momento baile. Nadie se acuerda del clásico. Del que tiene disciplina. Estudio. Trabajo. Ahora todo el mundo sabe bailar salsa y lo pone en la red como si hubiera estudiado en el conservatorio años de ballet clásico o contemporáneo o escuela bolera. No, a los y las bailarinas no los verás subiendo vídeos de TikTok pero que da igual, no se valora el esfuerzo, el trabajo, todo es inmediato y visual. Antes las bailarinas decían que eran bailarinas de clásico y la gente pasaba de ellas, ahora dos empanadas de la vida se hacen un tiktok y es como si tuvieran un título de algo. Lo dicho, el deporte se ha convertido en algo social, no en un esfuerzo corporal.

Y llegamos a mi momento favorito: Momento salir a correr. Al running.

Si ya los centros comerciales distinguen la venta de zapatillas y lo ponen en inglés, porque lo de correr como que no mola. Salgo a correr. Noooo, practico running. Sí. Y molo. Y todos han corrido una maratón, media maratón, pero que no corren para llegar al bus en su vida diaria. Y no hablo de los deportistas de siempre, ni de los iniciados, hablo de los que ya parece que nacieron para la carrera por comprarse la equipación de moda. Hay monitores y profesores para todo, que no siempre vale el tutorial de YouTube. Tengamos cuidado con la salud, que muchos se arriesgan a la aventura malamente, “tracatrá”.

Fotografía de Kyle Cassidy (Fuente: Wikimedia).

Yo reconozco que no soy un experto en la materia. De hecho corría el test de Cooper en el Miguel Hernández, mi instituto, y ya iba justo pero que no sabía que dicho test de correr 12 minutos como si no hubiera un mañana se creó para el ejército de los Estados Unidos en 1968, que ya ves tú la necesidad habiendo más minutos y más distancia, pero bueno ahí lo corrías en el instituto, pero aprecio y reconozco el mérito de los que salen a correr (hacer running) y más ahora, en pleno verano.

Los y las que se esfuerzan por conseguir un estado físico sano, que no descansan ni un día pero que sí, que está bien, que madrugáis pero ¿por qué?, ¿por qué elegís colores fosforitos para correr de buena mañana? ¿En qué momento llegasteis a la tienda y dijisteis: “Esto. Esto me lo pongo para correr. Los que combinan zapatillas naranjas y calcetines amarillos fosforitos”? No. No lo entiendo.

A ver en qué momento de la vida pasa. Uno nace y dice: “Voy a comprarme zapatillas naranjas, calcetines amarillo fosforito y me los pongo para salir a correr”. Aquí necesito algún tipo de opinión profesional. Ayuda profesional, plis.

Total, que uno ha sido deportista toda su vida y ahora parece un desfasado. He pasado por casi todos los gimnasios del Alicante antiguo, no los que son ahora centros sociales exagerados —que también—, de los de pagar por un año sin saber qué pasará el mes que viene. Creo que el verano es enemigo del deportista si no llevas cuidado y veo personas corriendo sin medida y sin saber. Insisto, no entiendo de correr pero veo todas las mañanas gente corriendo y no saben correr: o pegan zapatazos, o mueven las manos como si estuvieran nadando, o salen a correr a horas que no son las mejores —tipo mediodía, que sudar para adelgazar no es lo mismo que sudar con el sol a media mañana—. Y tampoco es necesario salir a correr medio desnudo. Tampoco lo veo. Por muy bueno que estés.

Y encima he ido a ver Barbie y todos están cachas y la palabra empoderamiento se pronuncia un montón de veces pero todos son guapos y ellas también. No existe ni el Ken ni la Barbie fea, adolescente, con granos, con obesidad, diabética; no hay ninguna que tenga un libro en la mano, ni ellos tampoco leen, todo es físico pero sí, con empoderamiento, pero basado, al fin y al cabo, en el físico. Barbie es Barbie y los caballos son caballos. No es una peli para niñ@s.

En fin, que alguien nos resuelva la duda de los calcetines y las zapatillas de colores. Aunque colores son amores. Hagan deporte con cabeza y usen protección solar.

Y que ustedes lo lean, lo pasen y lo paseen bien.

Bruno Francés Giménez

Escritor de serie B.

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