Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Palabreando

Grincheando

El Grinch (Fuente: Filmafinnity).

Comienza el cole y se acabó el buenrollismo. Así de sencillo.

La peña ya no tiene que disimular ni saludarte en la escalera, ni en el garaje, ni siquiera en el ascensor. Ya no es necesario realizar ningún tipo de esfuerzo para parecer simpático, sobre todo si has demostrado antes del solsticio de invierno, Navidades para algún espabilado que nunca aprobó —no como ahora que regalan los títulos—, que eras un o una maleducado o maleducada que hasta girabas la cara, porque hoy en día la gente es así de antipática. De hecho, puedo ver más nucas que caras mientras salgo a la calle.

Dicen que en estas fechas urgencias está a tope, y las UCI también. Normal. Con tanto esfuerzo por parecer lo que no eres te habrá dado un parraque, un pronto y te habrá explotado alguna neurona del cerebro parasimpático y ya se te ha quedado como antes, «parantipático».

El espíritu del Grinch es lo que tiene, en el fondo a la gente le cuesta ser agradable. Ahora te vas a comer con alguien, bueno yo no porque ya no puedo, pero lo primero era ofrecer de tu plato antes de probarlo o nunca comerte el último calamar a la romana por si lo quería alguien de la mesa. Se llamaba compartir. Se llamaba educación. Ahora no. Ahora, como diría el Mota, es ansia viva. Nadie ofrece y mi ración de patatas va con mi plato. Ríete tú de Gollum y el anillo: su tesoro, que cada patata tiene su porcentaje de aceite y eso es como zamparte oro; y del calamar ni rastro, que yo creo que hay quien se come el último, el primero para que el último pase a ser el penúltimo y zampárselo también ahorrando el remordimiento de conciencia.

Pero bueno, cada cual es como es y ya pasaron los Reyes sin dejar pilas ni el suficiente carbón porque hay mucho… Jueguen al Cifras y letras y cambien el orden de alguna consonante. Ahora les ha salido la competencia desleal y «desreal» del amigo invisible. Ese invento en el que no existe carta y donde todo se basa en tratar de hacer un regalo que guste, aunque el o la elegido o elegida no se merezcan más que carbón o carbona. Ahí es donde el poder del Grinch ataca con dureza el corazón, pero no hay que dejarse llevar por lo que se mereciera o mereciese y empleas toda tu imaginación para que el agraciado o agraciada saque su mejor sonrisa y remate con la frase “nunca me lo habría esperado, me encanta” (Siempre soñando con que el verdadero regalo es el ticket regalo para poderlo cambiar).

Anotar que toda tu imaginación se queda concentrada en el espacio neuronal llamado centro comercial. Hoy he venido a por el regalo del amigo invisible y no me iré de aquí sin él, que es mañana y no hay tiempo. No tenía que habérmelo dejado para el último día. Es como el cerebro comercial que todos llevamos dentro y que suele ser de dos pisos y la tienda de las chuches para repostar energías.

Imagen: OpenClipArts-Vector. (Fuente: Pixabay).

Y das gracias a que existen tiendas de esas que tienen vacas o nombre de casi tigres o son «guonderful» y te sacan del apuro porque ahí venden cosas que, bueno, nunca imaginarías que existirían; de hecho, ni siquiera te plantearías que alguien ideó según qué cosas, pero para el amigo invisible te viene de perlas porque nadie se esperaría que regalaras unas zapatillas con forma de kiwi, o alambres para dar un masaje en la cabeza o una agenda «megaultraguay» con pegatinas, o la siempre recurrente taza con alguna frase maravillosa de lo ideal que eres y cosas parecidas. Pero claro, luego llega el momento incómodo, quizá más terrorífico que la peli de El exorcista, Alien y Barbie juntas, el momento… (música de Tiburón)…

“¿Me lo puede envolver?”

Y ahí se crea ese momento de tensión (música de Tiburón, again). Antes, por supuesto, el instante «¿quieres una bolsa?, son 20 céntimos más», como si no me los estuvieras cobrando con el regalo, que te lo tendría que descontar del momento cola porque todos nos hemos enterado de tu conversación con tu compañera de caja de que después de Nochebuena salisteis por ahí de marcha, pero que el Fran iba pedo y, «o sea tía, no me la vuelve a hacer, el año que viene me quedo en casa porque estaba todo petado y al día siguiente un resacón total para nada». «¿Con tarjeta o en efectivo?».

Y ahí vienen los dos momentos importantes. O te dan una bolsa de papel como si tu regalo fuera una carta con sobre que tiras y «ras», o la opción B: la dramática, «Ahí fuera hay papel y fixo. Te lo puedes envolver tú». Te lo puedes envolver tú es como cuando vas a la gasolinera de turno sin tener tú el título de manejar según qué mangueras y líquidos inflamables. Voy a ahorrarme el chiste sexual y, como en cualquier concurso de la tele, sabes que tu manguera es la del distintivo negro, pero te pones a dudar y te quedas mirando el surtidor como si este fuera a iluminarse y pides el comodín de la llamada, o el del público, o al final preguntas. Y sí, era el negro, pero que como te equivoques, la lías. Por cierto, en febrero he de pasar la ITV, veremos si me merece la pena pagar la tasa o vender el coche, porque tal y como se está poniendo todo ya no sé qué merece la pena.

Fotografía: Ronstik (Fuente: Pixabay).

Vas y haces cola porque la peña no controla lo del tamaño y los ves cortar papel para envolver un libro como si fueran a montar la carpa de un circo. Es como el fixo, la gente tira y tira y piensa que es como la Coca-cola en el Foster, que puedes gastar como si no hubiera un mañana. Porque los juguetes no caducan, que si tuviera o tuviese que envolver un yogur, aún me caduca, hija mía, que llevas haciendo cola dos horas y no, evidentemente no sabes envolver, yo tampoco, pero no hay necesidad de hacer esperar a la gente tanto tiempo, que luego sabes que lo del envoltorio es algo parecido a una eyaculación precoz. Mucho preparativo para un segundo de «ras y aparezco a tu lado».

Pero que ya se pasó, que recuerden los despropósitos para este año que ya comienza y cuidado con las rebajas que salen casi ya. Por cierto, lo de las cabalgatas de Reyes,  bueno, lo triste es que cada vez hay quien cree menos en ellos. Bueno, en general la gente cree menos en casi todo.

La magia parece que es filosofía de ignorantes cuando antes la era de soñadores, pero en este mundo virtual es lo que hay. Tenemos una Alexa en casa y digan lo de «Alexa autodestrucción», que es la risa, o «Alexa, te quiero» y hasta les canta que yo me pongo a pensar: ¿y si se me pone mala?, ¿en el futuro existirán drogas virtuales?

Lo que está claro es que estamos vigilados, de hecho el otro día estábamos en casa hablando de irnos a hacer un viaje a un lugar X y, de repente, nos llegaron a los mails, facebooks e instagrams mensajes de esos lugares X donde habíamos pensado ir. No hay duda que la inteligencia artificial está ya en curso y es imparable. Tanto, que no sé si les sucederá a ustedes, pero últimamente padezco el síndrome Excalibur. De hecho, para poder extraer un enchufe de un ladrón necesito la ayuda de Thor, de Hulk, del rey Arturo y de quien pase en ese momento, porque es imposible sacarlo. La tecnología nos está ganando todas las batallas. Tanto que, como este año he engordado por motivos médicos, el Face ID de mi móvil no me reconoce y me pide contraseña.

En fin, que no hay que perder la fe en los Reyes Magos, que cuando yo era niño, como era el segundo, me tocaba Gaspar. Ahora, como no hay posibilidades, casi todos son niños sin hermanos o hermanas, vamos, de Melchor. Esta generación ya no cree en ellos, así que  habrá que adaptarse a los tiempos modernos. Pero sigo emperrado en las jugueterías de antes, en la magia del escaparate, de sonreír con algún juguete ilusionado. Ahora todo es Amazon o parecidos, los regalos ya se ven en pantallas digitales y los niños y las niñas quieren ir a las cabalgatas más por conseguir regalos que se lanzan que por ver la magia de los Reyes de Oriente.

Yo no soy de pedir, pero patinetes para la tercera edad sí, Barcala, no te hagas el sordo; y que se pueda recargar el bonobús en más sitios, y que haya más oficinas del Tam, y que, en el fondo, todos y todas hayáis pasado una bonitas Navidades y entrada de año nuevo de la mejor manera posible.

No soy de hablar de mi vida literaria, que sí de mi vida y mi salud, pero publico un libro de poesías de 0 a 99 como los Lego y los puzzles, se llama Cascabelario, de la editorial Libros Indie, ya os diré cuándo es la presentación por si queréis pasaros o, efecto Grinch, por si todo lo contrario.

Canción de este artículo. Alex y Christina. ¡Chas! Y aparezco a tu lado. (1987).

Rock and roll (bueno y pop).

En fin que ustedes lo lean, lo pasen y lo paseen bien.

Bruno Francés Giménez

Escritor de serie B.

2 Comments

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  • ‘Ansia viva’ tengo de leer tu ‘Cascabelario’ . Habla con Marisa, la directora de la Hoja del Lunes, cuando ya tengas lugar, día y hora para la presentación. Un poco de propaganda del acto nunca viene mal. Un abrazo, con olor a café pendiente. Y salud, mucha salud, para este 2024, ¡so parasimpático!

    • Muchísimas gracias don Ramón.
      Así lo haré.
      El café pendiente lo estoy deseando para conversar con usted. Le mandé un mensaje al guasap.
      Un abrazo muy fuerte y a ver si nos vemos en breve.