¡Gracias, doctora! ¡Qué paz siento! Una semana ya sin ver, ni leer, ni oír noticias de politiquerías en nuestro país, España. ¡Antes debí seguir el atinado consejo!
Hoy, escueto soy. El parto es muy fácil. ¡Gracias madre! (6 de mayo, hoy). Pues “(…), si breve, es dos veces bueno”. Yo, aquí, por mi amado oficio, sólo pretendo ser breve: mas (en Radio Orihuela, antes de ser SER, valga la redundancia, y veinte años de felicidad plena, 1987-2007, en el diario La Verdad Orihuela-Vega Baja), por vocación y ante todo por fidelidad al Periodismo con mayúscula, aprendí que “la unión es la fuerza” frente al cainita “divide y vencerás”.
Feliz primicia, la mía, comparto aquí: Dejé de escuchar, de ver y leer, política. Pero jamás cerraré los ojos ni, por supuesto, renunciaré jamás a depositar mi voto, en libertad, sin sectarismo ni mutilaciones guerracivilistas. Y lo demostraré bien pronto en las urnas llegado el día de las próximas elecciones al Parlamento Europeo (este junio ya en ciernes).
Vómitos hediondos
Obviando a la casta política, silenciada en mi cerebro, dejé de percibir a diario, dejé de soportar su hediondo vómito, hasta hace apenas una semana a diario presente, sí, todos los días, sin excepción, vómitos de pseudopolíticos (ellos aparecieron primero con su soberbia y vanidosa chulería) y de pseudopolíticas (pseudomujeres, deshumanizadas). Por fin, desterré a todos y todas porque me deterioraban gravemente la salud. Me robaban, con sus vómitos nauseabundos, mi bien más preciado, tal vez el único insustituible que poseemos los humanos, ¡el tiempo!
Te ofrezco aquí al genial Charles Chaplin, con sus críticas a la epidemia del poder por el poder, en boca del niño anarquista en su película Un Rey en Nueva York (1957): “No me gusta la palabra gobernar. (…) El poder político es la forma más directa de oprimir al pueblo. (…) La política es un montón de reglas impuestas al pueblo. (…) Todos van metidos en una camisa de fuerza. ¿Soy libre para viajar? ¡Sólo si poseo un pasaporte! ¿Lo necesitan los animales?”.
Por fin, hace una semana, me decidí a escuchar y apliqué en mi vida el atinado remedio médico (camino de paz mental y tranquilidad que gozo hoy), solución que ya hacía meses (¡cuánto tiempo perdí!), en su magistral consejo, regalo providencial, me hizo una amiga doctora, inteligente (sin duda inteligente, ahora ya lo sé con absoluta certeza, muy inteligente).
Y pasan los días, pasan y pasan… los días. ¡Qué alivio! ¡Qué paz! ¡Qué tranquilidad mental! Porque me apliqué el mejor de los ungüentos, la mejor de las medicinas que hoy me aporta radiante paz, silenciosa tranquilidad mental. Es otra vida mi vida. Mejor vida. Más feliz sin pensamientos políticos.
Créelo, es cierto, dejé de oír y escuchar y, aunque te parezca imposible, o una mentira ilusoria, sí, dejé de ver, de oír y leer de política con minúsculas. Pero debo confesarte que leo alguna tribuna de opinión inteligente si percibo impecable rigor y magistral estilo periodístico, eso sí, y si vislumbro genial creatividad (se identifica casi siempre por el título que la presenta). Y he descartado las malsanas secciones políticas que nos regalan a diario… Y ningún esfuerzo me está acarreando, pensé que me resultaría más difícil seguir el providencial y atinado consejo médico.
De la película El Gran Dictador (1940), Chaplin interpreta al utópico, inexistente por desgracia, Hitler embriagado de bondad: “La codicia ha envenenado las almas… Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Más que máquinas necesitamos humanidad. (…) Hermandad universal”.
Pero te advierto que existe sólo un gran problema, sólo uno, si te atreves a saborear la sin par medicina y sus plácidos efectos secundarios benefactores: lo más complicado, para mí, fue atreverme a dar el primer paso. Y cumplo hoy, celebro y festejo con alegría mi primera semana de disfrute en plena libertad mental. Una semana sin ver ni leer, sin oír (ni escuchar siquiera se me ocurre ya) informativos de política. Mi primera semana sin politiquerías malsanas, contaminantes, que te regalan sin cesar en la televisión, en la radio y la prensa escrita, en tertulias fatuas… ¡Politiquería hedionda, adiós! Gracias, doctora, ¡qué paz mental; qué tranquilidad! ¡Y soy más feliz! ¡Viva la vida! ¡Viva la poesía! ¡Y viva la libertad! ¡Mi voto sí, en libertad, mi voto en las urnas sí! Vale (cervantino).
Todo bonito, pero no acabas de sacudirte la política. Otra vez será cuando ni la nombres. Un abrazo.