Los españoles heterosexuales, que antes eran ‘normales’, se convierten en depositarios de ‘otras capacidades’ y cada vez son más discriminados.
Aquí y ahora si no eres (o te declaras, aunque no lo seas) gay, lesbiana, sanchista, podemita o independentista no eres nadie, no eres nada, eres un desgraciado y miserable ser humano, si es que todavía no te han declarado oficialmente un humanoide neandertal. De homo sapiens, desde luego, nada de nada. Y si aspiras a un puesto de trabajo en la mayoría de las televisiones públicas o privadas, ni se te ocurra decir que eres heterosexual. Pon claro (y repítelo varias veces) que eres gay o lesbiana o sanchista o podemita o independentista o partidario del derecho a decidir. Escríbelo cuanto antes, si es que quieres que sigan leyendo tu currículum vitae. Es la única manera de que vayan enterándose de otros de tus méritos en caso de que los tuvieras o tuvieses. (Observe el lector el lenguaje inclusivo del verbo, que ya anticiparon nuestros viejos gramáticos: ‘tuvieras’, en femenino, y ‘tuvieses’, en masculino).
Los homosexuales y los politizados de izquierda extrema, así como los independentistas, cotizan al alza. El resto ni cotiza ni cotizará en la bolsa de los que tienen futuro. Pronto dejarán de cotizar, ni a la baja. Son unos indeseables, algo así como libros descatalogados, relegados al desinterés de las nuevas mayorías. A lo más que pueden aspirar los heterosexuales y apolíticos es a malvivir como jubilados anticipados con pensión asimilada al salario mínimo interprofesional en el mejor de los casos. Los españoles que antes eran ‘normales’ se convierten ahora en depositarios de ‘otras capacidades’ y cada vez son más discriminados.
Yo siempre he visto bien (como cosa que da la naturaleza, aunque hay casos sospechosos de fraude, sobre todo en bisexuales y trans) luchar con todos los medios contra la discriminación negativa de homosexuales, gays y lesbianas. Como me parece excelente que haya políticos de izquierdas, de derechas y de centro, aunque igualmente me posiciono contra la legalidad de partidos de extrema izquierda y de extrema derecha. Deberían ser vetados por dictatoriales y antidemocráticos. La Constitución tendría que reformarse en este sentido. Solo cabrían las formaciones políticas que en sus estatutos acepten la Constitución.
Lo que me parece más que discutible es la discriminación positiva del colectivo LGTBI por el mero hecho de serlo. Nos estamos pasando de rosca. Este es un país de pendulazos. Ha ocurrido lo mismo que con el feminismo y el machismo. Lo nuestro es el desmadre. Hemos llegado al extremo actual de una guerra de las mujeres contra los hombres; de los gays contra los heterosexuales. ¿Es que no es posible la paz?
Ya no se celebra exclusivamente el Día del Orgullo Gay, sino que se quiere dedicar todo el mes de junio a la exaltación de lo gay. Es un exceso, sobre todo si se emplea dinero público haciendo más visible e insoportable la discriminación negativa de los heterosexuales. Más pronto que tarde ser heterosexual va a ser una deshonra además de un muro para encontrar empleo digno y estable.
Degeneramos con los chicos. Muchos niños cuando les preguntan qué quieren ser de mayores dicen que ‘famoso’. Y como para ser famoso es casi imprescindible ser gay o lesbiana, no tardarán los niños en querer ser homosexuales de mayores. Ahora me explico por qué los cantamañanas del Gobierno sociocomunista quieren que los chicos desde muy pequeños puedan elegir sexo. Papá Estado lo quiere controlar todo.
Es posible que estemos caminando hacia las cuatro Españas, ya que a las dos Españas machadianas (la de izquierdas y la de derechas) habrá que añadir (y asumir) la España de los gays y la España de los heterosexuales. Enmendaremos los versos de Antonio Machado:
Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios; una de las cuatro Españas ha de helarte el corazón.
Es claro que ‘Spain is different’, como que son cuatro.
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