No nos había dado tiempo ni a tomarnos el café y el lunes comenzaba con un monumental sopapo descerrajado por Ione Belarra, ministra de Derechos Sociales, al PSOE calificándolo de “partido de la guerra” por enviar armas a Ucrania en un acto político de Podemos celebrado el fin de semana. ¿Había necesidad de atizarle un guantazo en este momento al partido con el que formas gobierno? Haremos encuesta con las respuestas de los comentarios.
Así que cuando a los pocos minutos sus socios se le echaron encima, hizo como Yolanda Ramos en Paquita Salas: cuando provocaba un lío en redes sociales, le echaba la culpa al hacker turco y escurría el bulto. Belarra hizo lo mismo, afirmando que no se había referido al PSOE sino a otros partidos que envían armas pero que no son el PSOE. Bueno, vale. Como no había muchas ganas de guerra esta vez (que ya bastante hay en el mundo) compraron sus explicaciones rápidamente y a otra cosa: la celebración del 8M.
Sí, volvieron dos años después las marchas, concentraciones, actos y lecturas del 8 de marzo, día Internacional de la Mujer. Recordemos que las últimas fueron un éxito de público, pero no de crítica: al borde del estado de alarma (del que este fin de semana se han cumplido dos años, felicidades y no vuelvas nunca) miles de personas salieron a la calle el 8M y a las pocas semanas, cuando el país estaba desbordado por la primera ola, muchos se acordaron de la fecha y rápidamente, ésta pasó a formar parte de la lista de culpables de la pandemia y el confinamiento junto al pangolín, el murciélago para sopa de Wuhan y los laboratorios secretos chinos.
Un día después, sucedió un milagro: el Real Madrid remontó su eliminatoria contra pronóstico contra el PSG, despachándole en apenas 20 minutos y tras haber sido un cadáver andante durante el partido de ida…Y los 70 del de vuelta. En un parpadeo volteó el marcador global de 0-2 a 3-2 y mandó a casa a un equipo no muy querido por la gente que cuenta con la sombra de Messi, Neymar y todo el petróleo de Qatar. Tan flipado se quedó Mbappe con la remontada (y ya van unas cuantas) y la posterior celebración, cuyo momento estelar lo protagonizó Alaba agitando al aire la silla del tipo de seguridad, que ha acelerado los trámites para firmar con el club blanco lo antes posible.
Festejando también estuvo VOX, que después de jugar la partida con trío de reyes en la mano, consiguió la vicepresidencia de la Junta, la presidencia del Parlamento y tres miembros en el ejecutivo autonómico de Castilla y León. Ya lo dijo Santiago Abascal, que al candidato Juan García-Gallardo se le estaba poniendo cara de vicepresidente. Finalmente, el PP de Castilla y León ante la imposibilidad de maniobra, tuvo que claudicar y no le quedó otra que pactar con un grupo político que por primera vez en su historia va a tener poder ejecutivo en un gobierno. Un regalito de bienvenida para Alberto Núñez Feijóo que seguro que a estas alturas, ya tiene a mano una caja de manzanillas para la acidez provocada por comerse con patatas esta decisión.
La semana también fue la de la acogida de refugiados ucranianos: comenzaron a llegar los primeros a muchos hogares del país. Y muchos acogedores lo anunciaron a bombo y platillo en sus redes sociales, buscando el like de las personas de buen corazón y rellenando una casilla más en su calendario de contenido.
Mientras los like llegaban, la guerra seguía en Ucrania, ya convertida oficialmente en el grano enquistado del trasero de Putin. Y al final con tanta bomba, misil, sanciones, muerte y destrucción, a final de semana pudimos ver los resultados donde más nos duele, en el bolsillo: el precio de la luz se puso por los lunes, el de la gasolina se disparó todavía más y las reservas de aceite de girasol, ese producto que hasta hace 10 días nos importaba un comino, comenzaron a escasear debido a que el primer productor de este óleo… resulta que es Ucrania.
Y con este panorama llegamos contra pronóstico al fin de semana (recordad que el finde anterior no sabíamos si nos iba a caer una bomba nuclear o no) una vez más angustiados. Esta vez, la ansiedad no vino del temor a un posible holocausto sino del pánico a llenar el depósito del coche para poder aprovisionarse en Mercadona de todas las garrafas de aceite de girasol posibles. Por si las moscas, que a nadie le gustó quedarse sin papel higiénico durante la pandemia.
La nota positiva, que por no encender las luces y evitar disgustos en la factura, al menos las cenas pudieron ser un poco más especiales gracias a la magia que siempre te da una velada a la luz de las velas.
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