Hace un año y medio que Emmanuel Macron fue investido como el presidente más joven de la V República Francesa con el nuevo partido “En Marche!”. En un panorama político con el bipartidismo tradicional en crisis, Macron entusiasmó al electorado y venció a la populista Marine Le Pen, levantando expectativas de modernidad y progreso. Las claves de su éxito, las primeras medidas puestas en marcha y su desgaste popular tras un año y medio de mandato, fueron aspectos que se debatieron en Casa Mediterráneo por parte del veterano periodista Juan Pedro Quiñonero, cronista desde la capital francesa desde 1983, y el diplomático Javier Puga que, destinado en París de 2012 a 2017, fue testigo del ascenso al poder de Macron.
En la primavera de 2017, en una Francia castigada por la crisis económica y con un bipartidismo en horas bajas, los ciudadanos otorgaron la presidencia al joven de corte liberal Macron, quien levantó muchas expectativas en una nación inmersa en un letargo económico y social. Según Javier Puga “la victoria de Macron se explica, en gran medida, por el fracaso de Hollande. Él ve la oportunidad de canalizar su electorado y de forma audaz crea un partido y se presenta. Pero en ese momento lo tenía difícil, pues la derecha tenía un buen candidato que era Fillon, del que todo el mundo daba por hecho que ganaría las elecciones frente a Le Pen, con un electorado consolidado que la llevaría a la segunda vuelta. Pero Fillon sufre un escándalo de corrupción por una concesión de empleos ficticios a su mujer, cae en desgracia, y Macron aprovecha esa vía abierta de la derecha”.
Juan Pedro Quiñonero, por su parte, señala que “lo que hizo Macron fue seguir el modelo Giscard de 1974 creando un micropartido sin alcaldes ni representantes en el parlamento, pero con un capital único que son las ideas, y dice: Yo voy a aportar algo que no se ha atrevido a hacer nadie en último medio siglo, y es transformar Francia. Eso coincide con la crisis histórica del socialismo francés y del desastre catastrófico de la derecha y gana la campaña, pues enfrentarse a Le Pen era lo más fácil, la extrema derecha es percibida por una gran mayoría de franceses como peligrosa; la derecha tradicional hubiera sido un rival más temible”.
Respecto a la campaña electoral, Javier Puga fue testigo analista de la candidatura de Macron y comenta que “lo que vi fue una fe ciega de los simpatizantes en su líder. No tenían ni oficina, eran chicos que al terminar de trabajar echaban horas para sacar la campaña adelante, con mucho internet y mucha voluntad, y pocos medios. Macron supo crear un caldo de cultivo e ilusión en la gente con un mensaje reformista dirigido a los jóvenes, tanto funcionarios como profesionales y emprendedores, con la idea de crear una start-up Nation, un poco el modelo israelí de “si tú emprendes puedes conseguirlo”, dejando de lado a la Francia más gremial. Supo encarrilarse en su tiempo”.
Primeras medidas
Emmanuel Macron levantó muchas expectativas en un país muy castigado por los atentados yihadistas y el estancamiento de su economía, con un crecimiento medio del 1.2% en los últimos 10 años, que había sumido a Francia en el pesimismo. El joven presidente anunció medidas para liberalizar la economía, como flexibilizar el mercado y aliviar las cargas fiscales a las empresas, así como impulsar la formación profesional para combatir el paro. De la puesta en marcha de medidas que cumplieran su programa electoral, Quiñonero señala que “la reforma de la RENFE francesa, con 47.000 millones de euros de deuda y unas jubilaciones a los 55 años muy superiores a la media, fue la primera batalla social ganada por parte de Macron, con fuerte críticas por parte de los sindicatos que no consiguieron nada”.
Respecto al poder sindical en Francia, Quiñonero aclara que “la impresión de los medios españoles sobre los sindicatos y la contestación social es totalmente falsa y fuera de la realidad. Los obreros que protestan contra Macron son una élite ultraprivilegiada de los funcionarios franceses. El nivel de sindicación del obrero que trabaja en la industria es mínimo, no llega al 4%, lo que ha llevado a la descomposición de los sindicatos franceses que apenas representan a un 8 ó 10% de los trabajadores”. Por último, el veterano corresponsal concluye que “en este primer año Macron ya ha realizado bastantes reformas, pero ha creado problemas de comunicación. Las reformas pendientes son las más duras, las más graves y las más imprevisibles, como la del sistema nacional de pensiones, el más injusto, bizantino y complicado de reformar del mundo”.
Popularidad en horas bajas
Apenas un año y medio después, la figura de Emmanuel Macron dista de la popularidad de aquellos primeros días y tras desafortunados comentarios con ciudadanos en actos públicos, se le acusa de estar desconectado de la realidad de su país. Al respecto, Javier Puga señaló que “los franceses quieren un presidente al estilo de la figura de Miterrand al que llamaban “la esfinge”, esto es, una persona que habite el cargo “con grandeza”, y quizás es lo que ha hecho Macron pero llevándolo al extremo. Él decía que su presidencia debía ser “jupiterina” y así está siendo. Pero a veces esa solemnidad puede parecer excesiva en algunos gestos respecto al contexto en el que estamos y creo que se equivoca en ello, pues Macron donde gana es en la distancia corta. Debería acercarse un poco más a la sociedad, lo que le aportaría muchos réditos políticos porque tiene la inteligencia, la intelectualidad y el encanto suficiente para lograrlo”.
Respecto a la gestión de su imagen pública, Macron cuida al detalle sus instantáneas muy consciente del enorme poder de comunicación de la actual era Instagram. Juan Pedro Quiñonero opina que “Macron cuida mucho su imagen y sólo deja que trasciendan fotos oficiales donde se le ve impecable, con un aura distinta de la realidad, lo que contrasta con el estado de angustia social permanente de Francia. La distancia entre las reformas que hay que hacer desde la autoridad suprema contrasta con la falta de habilidad práctica de presentarlas. Si a eso le añades que sus guardas de seguridad no dejan trabajar a los fotógrafos de prensa, pues la imagen que das es penosa, porque a Macron le da pavor que lo saquen en un mal plano. Le gusta ser fotografiado con teleobjetivo de 200 mlm a 20 metros de distancia y siempre sale impecable, es decir, falso”.
Nuevo gobierno
Tras su triunfo, Macron elaboró un equipo de gobierno abierto políticamente, con incorporaciones ajenas a “En March!”, un gabinete que en el año y medio de su mandato se ha caracterizado por la volatilidad con siete dimisiones, la última del Ministro del Interior a principios de octubre que ha provocado una nueva revisión de las carteras ministeriales. Javier Puga explica que “es destacable la salida de Gérard Collomb como ministro de Interior diciendo que el presidente ya no escucha, pues siendo alcalde socialista de Lyon fue el primero que decidió apoyarle sin abandonar su partido, lo que le dio legitimidad a Macron. Su sustituto es Castaner, fundador de En Marche! y una de las personas que lo encumbró, y por tanto deduzco que así acaba con ese afán ecuménico que tenía de incorporar a gente de distintos partidos, cerrando más el círculo a gente de En Marche!”.
Una decisión que, a juicio de Quiñonero, no cambia nada o poco aporta al gabinete del presidente Macron, centrado en su figura: “Macron ha tardado dos semanas en cambiar a media docena de insignificantes por otra media docena de insignificantes, no se recuerda el nombre de los ministros de ayer y los de hoy. Son puestos sin relevancia política particular ni personalidades llamativas por una razón: éstas no han querido entrar, una humillación de fondo que señala la soledad de Macron. Éstos son cambios cosméticos porque el único que manda es él y el problema, si es que lo hay, no es del gobierno, sino del jefe del Estado”.
Francia en la Unión Europea
La Unión Europea vive tiempos convulsos con dos frentes abiertos: por una parte el Brexit en marcha, con la salida del Reino Unido, y por otra la crisis originada con motivo del incremento de la inmigración proveniente del norte de África, vía Libia por mar con destino, hasta ahora, Italia, y de Oriente Medio con la guerra de Siria como detonante. Ello ha suscitado el resurgimiento del nacionalismo en países como Italia, Austria, Alemania, Hungría y Polonia, que, con un discurso populista con la inmigración como origen de todos los males, ha acabado con los bipartidismos y alcanzado el poder. En esta coyuntura, Francia no es ajena con Marine Le Pen como baluarte de la Francia más conservadora, que ha obtenido sus mejores resultados en las dos últimas citas electorales, alcanzando la segunda vuelta.
Al respecto, Javier Puga opina que “Marine Le Pen ha tocado techo y su carrera política acabó en el revelador debate contra Macron en la segunda vuelta, donde se le vieron las carencias y Macron la superó con holgura. En el debate migratorio europeo, Francia va por delante ya que tiene una población de origen musulmán de 5 millones de personas desde hace años, no es un fenómeno nuevo”. Asimismo, señala que “en la campaña electoral, Macron desarrolló un discurso proeuropeísta con una apuesta muy arriesgada en un momento en que la derecha de Fillon se posicionaba en un soberanismo más cercano a las posiciones del Frente Nacional. Lanzó un discurso contrario, apostando por una Francia europeísta, emprendedora, moderna, y eso generó una ilusión en una parte de la sociedad que pensó que Macron sería el joven necesario que luchara contra esa nueva deriva europea”.
Juan Pedro Quiñonero comenta que “Macron propuso hace un año un plan de Refundación de Europa, al que nadie ha hecho caso. Todo sigue tan empantanado como entonces y no tiene visos de que cambie porque lo que todo el mundo teme es un triunfo avasallador de los extremos populismos que inspira miedo en toda Europa y que la crisis reciente de Bélgica ilustra de manera patética. Francia no está en situación de proponer ninguna alternativa con el presidente francés solo, con una debilitada canciller alemana Angela Merkel y el presidente español Sánchez como únicos aliados, y no se ha podido avanzar en ello”.
Respecto al tema de la inmigración y su gestión, Quiñonero señala que “Francia dice que son un país modelo al respecto, pero es una mentira de una hipocresía tremenda. Sólo hay que ir a los sitios donde se autoriza residir a los inmigrantes y ver que son campamentos en un estado humano lamentable que serían intolerable en cualquier ciudad de España. Eso se ve en París, pero los periódicos españoles no lo contamos”.
La cara y la cruz del modelo de integración francés
En la era de Instagram, una de las instantáneas que nos regaló la final del pasado mundial de fútbol de Rusia entre las selecciones de Francia y Croacia, fue la celebración del triunfo en el palco presidencial por parte de Emmanuel Macron quien, efusivo y espontáneo, saltó de su silla con los brazos en alto. El presidente habló entonces del triunfo de la selección como el triunfo del modelo francés de integración, pero a nadie escapa el hecho de que los atentados terroristas de París y Marsella que en los últimos años han puesto en estado de alerta a Francia, han sido perpetrados por segundas generaciones de franceses descendientes de magrebíes. Es la cara y cruz de una misma moneda, de un mismo sistema de integración que ha triunfado e unos casos y fracasado en otros.
Juan Pedro Quiñonero lo explica así: “El modelo de integración tiene facetas que ha triunfado, como el hecho de que la hija de un inmigrante pobre magrebí haya llegado a ser ministra de justicia en un gobierno conservador, pero la otra cara es lo que dicen los sociólogos franceses, que hay 740 guetos culturales y urbanos donde el riesgo de explosión es permanente. En Marsella recibieron a Manuel Valls a tiro de Kalashnikov, que se puede adquirir en el mercado negro por 1.000€. El terrorismo de los últimos cinco años no viene del ISIS de Siria, sino que son franceses que no quieren saber nada de Francia y lo dicen a través de la música, con letras muy violentas contra la nación. En París, se tarda en llegar 15 minutos en metro desde el centro a los barrios del norte, con un estado de desintegración social enorme donde viven jubilados angustiados de que los jóvenes les roben. Es una realidad del país que los periódicos y las televisiones francesas no contamos porque es poco glamurosa”.
Por otra parte, el movimiento #MeToo en Francia tuvo una contrarréplica por parte de un centenar de actrices francesas, con Catherine Deneuve a la cabeza, que contrastó con la imagen de feminismo e igualdad del país. Al respecto, Javier Puga comenta que “hay que conocer Francia y cómo viven los franceses el cortejo para entender la reacción de Deneuve al movimiento #MeToo. Cada país tiene sus formas, sus matices. Recuerdo en una ocasión que la ministra de cultura recibió una serie de comentarios por parte de sus compañeros que me hicieron pensar que en España estamos más adelantados al respecto en ciertos tics machistas y actitudes”. “Francia ha sido un país muy emprendedor a la hora de poner picas en Flandes en lo que a igualdad con las mujeres se refiere, pero en otros se queda muy atrás, como el matrimonio homosexual, donde hubo manifestaciones en contra. En España tenemos una imagen de Francia muy libertina, muy de izquierdas, y la realidad no es así, también hay una Francia muy tradicional y militante que organiza manifestaciones de un millón y medio de personas contra el matrimonio homosexual, incluso aprobado por ley”.
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