Si tengo que elegir entre la Eternidad y Tú, no dudaré un segundo en la respuesta. Me quedo con la trayectoria que dibujan tus pisadas sobre las arenas de aquella playa nuestra y con aquel viento que acaricia tu rostro y adormece tu sonrisa deshonesta. Si tengo que elegir, tú bien lo sabes, me quedo con los labios insurgentes que rozan tu cuerpo un instante y se abandonan al goce pasajero de las piedras castigadas por el agua. Si tengo que elegir, me quedo con el temblor de tu piel, mientras atardecemos y la noche aniquila las conciencias sobre el pretil cansado de esta luna nueva. Si tengo que elegir, no hay duda alguna, me quedo con tus días que no niegan su frágil levedad de calendario.
Ramón Martínez López
Lobotomía
No deforestan la selva sin antes talar una a una nuestras neuronas. ¿Qué semilla, qué bosque podría entonces germinar en este erial disociado que un día fue cerebro?
Rafael Carcelén
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