Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Haciendo amigos

Éxodo

Gran película que explicaba cómo fue, o parecido, ese momento de creación del Estado de Israel, ese comienzo del fin de la diáspora cuando el mundo empezaba a pedir perdón al «pueblo elegido»  o «deicida» según para quién. La película, con un jovencito Paul Newman, es de 1960 y está basada en la novela de 1958, escrita por Leon Uris.

Israel es la tierra donde todo comenzó, el lugar que todos ambicionaron y todos fracasaron; tribus, fenicios, griegos, egipcios, musulmanes, cristianos, ingleses, alemanes, incluso judíos. Pero volvieron por fin, en 1948, sefarditas y askenazíes y configuraron un Estado con el plácet de Naciones Unidas. En ese momento, los palestinos no aceptaron más que eso de «desde el Jordán hasta el mar» y perdieron su primera oportunidad, creando con ello un camino que llevan transitando desde entonces.

Aquello era un erial, desierto, pobre y estéril. Para ponerlo más fácil, fueron atacados por todos los vecinos juntos y, sin embargo, vencieron, se asentaron y convirtieron eriales en prósperas ciudades, desiertos en vergeles y vecinos en sirvientes. Venían del Holocausto, la catástrofe, la Shoah. Desde entonces decidieron que nunca volverían a ser engañados y masacrados por nadie, al menos sin luchar con todos sus medios y sin mirar atrás, sin hacer prisioneros. Esto es Israel. Buscaron los más potentes aliados para blindarse; el dinero y el líder mundial y policía del orbe, USA, y prosperaron con todas las dificultades que un pueblo pequeño y, en esencia sectario, puede sufrir. Asentaron ocupaciones, a menudo por la fuerza y fuera del derecho internacional, en fronteras y vigilaron, a veces sin piedad, a sus vecinos pobres de esa tierra.

El tiempo y la coincidencia efímera de líderes inteligentes, consiguió un oasis de paz, el llamado Proceso de Paz iniciado en Madrid y culminado en Oslo, desde los años 70 a los 90. Pero las diferencias, la violencia y la falta de acercamientos reales hicieron volver a reinar el egoísmo, la fuerza, el terror y el miedo que siempre nos lleva a lo peor; así nos lo cuenta la historia.

Terrorismo y miedo, junto con odio y radicalización, llevan a los que mandan en Palestina, elegidos por su ciudadanía y radicalizados por su pobreza, a cometer actos dignos de salvajes. Toda una metáfora del buenismo reinante en occidente lo de la fiesta por la paz que fue escenario de asesinatos, violaciones y secuestros. Esto parecía un suicidio de Hamás, un paso en falso de unos desesperados que se convierten en kamikazes voluntarios. «Los van a arrasar», «qué esperaban que pasara con estas bestialidades», pensé. ¿Lo sabían el 7 de octubre?

He de confesar que, como historiador, me dejé engañar; no comprendía cómo ponían a su pueblo a los pies del enemigo superior e impune, prácticamente, en este mundo. Las víctimas de esta guerra fueron calculadas.

Me equivoqué de plano.

Tal vez fue algo programado, pensado, estratégicamente meditado y realizado por algún visionario con poder. Tal vez tendrían la seguridad de que las manifestaciones se multiplicarían por las universidades progres americanas y luego por Europa y que los jóvenes presionarían a sus gobiernos panolis e ignorantes azuzados por gran parte de sus ignorantes y propanolis profesores. Tal vez sabían que habría muchas posibilidades de que el fantástico Tribunal Internacional condenara a unos antes que a otros. Tal vez, y de esto no me cabe la menor duda, sabían que algunos gobiernos de izquierdas les reconocerían como Estado unilateralmente, aunque no sepan ni cómo se llaman ni les importe una mierda.

Pero, ¡qué máquinas! ¡Qué asco!

Haciendo amigos.

P.D.: Mis deseos de paz y algo parecido a una gran plegaria para el pueblo palestino y su sacrificio injusto y desmedido provocado por unos y otros, y también para los rehenes judíos que están cada día en la mente de las gentes de bien de todo el mundo. Ha baita (vuelve a casa). Para todos.

Pedro Picatoste

Empresario e historiador.

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