Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Mi querida España

Eurovisión: regreso al planeta de los simios

Vaya bodrio de Festival de Eurovisión. Mendrugo mohoso. Vaya bodrio de mundo que admite, a estas alturas del progreso cultural de la humanidad, el regreso a la más documentada estirpe del simio. El de la Odisea del Espacio golpeando salvajemente el fémur del enemigo. Bodrio de quienes callan, de quienes otorgan. Todos los años, a cuál peor. La imagen de Charlton Heston ante la estatua de la Libertad sumergida tras el Apocalipsis nuclear. El espanto en su rostro.

Me sale un grito del alma. Olof Palme: ¡Haga usted el favor de levantarse de su tumba contra sus compadres! Ni los vikingos, aun borrachos como cubas, se habrían atrevido a organizar semejante sublimación del mal gusto. ¡Eurofans de todo el mundo, uníos para hacer la revolución pendiente que necesita el mundo! Recuerdo al gran Olof Palme repartir octavillas, mano en mano, en bares y terrazas, difundiendo mensajes pidiendo la liberación de los presos políticos encarcelados en España. ¿Qué ha sido de aquella Suecia altruista, tan razonable y elitista?

Así nos va. Escribo a instancias de la vergüenza. Por supuesto que no escuché ni una canción del festival. Ni la de “Zorra”. Me bastó con saber que era un monumento al mal gusto, al bilingüismo sexual, al insulto callejero, al feminismo de ultratumba. Por algún sitio leí esta mañana que debía haber quedado en último lugar. ¿Cómo es posible que exista alguien capaz de escribir un texto tan proclive al exterminio del sentido común, a la ordinariez, al exabrupto? Lo peor del caso es que ni la cantante, que ya puede pensar en retirarse a un convento de novicias; ni el autor, que nunca opositará a los grammys, son culpables de tan notable acto de irracionalidad. A ver, los del festival de Benidorm, los dirigentes de la televisión estatal, a ver, escuchen: ¡Dimitan! Ya. ¡A Siberia!

Dios me libre de haber escuchado una sola canción. Pero coincidió, después de ver una excelente película alemana dirigida por Vadim Perelman, que saltó el mando a La Uno y me vi con el fin de fiesta del Eurofestival. ¡Grandioso!

Me bastó ver un epílogo tan surrealista para determinar que mi reino no es de este mundo. El protagonizado por un joven con minifalda ––nada que objetar, que peores cosas ha visto uno en la vida–– al que entendidos en la materia identificaron como un no binario. Tampoco he de objetar nada, salvo mi respeto por los no binarios. ¡Faltaría más! Lo que sucede es que el vencedor iba arrebolado con una corona que le infundía cierto aire de juglar clandestino, del medioevo trashumante, lo cual no me disgustó. Por el contrario, me llamaron la atención sus saltos y piruetas, al estilo de la comedia del arte italiana, en un escenario rodeado los suricatas enardecidos con sus banderas y camisas horteras en primera fila.

Fuente: RTVE.

De veras que fue un éxtasis apoteósico que concluyó, afortunadamente, con un plano en negro. Y la fiesta terminó para gozoso descanso de quienes cada día entendemos menos este mundanal ruido. La realidad circundante, quiero decir. Esto es: las ciudades devastadas en Palestina, la interminable guerra en Ucrania, el bestial rearme de los países, las corrientes migratorias en el Atlántico y Mediterráneo, las amenazas de algunos gobiernos para hacer obligatorio el servicio militar, los malos augurios a los que se enfrenta un planeta que dista mucho de ser el exhibido en la ciudad de Malmö el pasado fin de semana.

Si la guerra en Ucrania es, como lo fue la guerra civil española, el campo de pruebas de las nuevas armas convencionales ––las otras, las atómicas, ya sabemos cómo las gastan––, el último festival de Eurovisión es, en parangón, un claro ejemplo de la esquizofrenia multilateralista que asola a las sociedades modernas. A las pruebas me remito. En los aledaños sociopolíticos del festival, hubo zascas, palabras gruesas, insultos, expulsiones, gestos aberrantes, protestas oportunistas en favor y en contra, acusaciones de genocidio; malos rollos, como diría el castizo. Solo faltó que Delcy Rodríguez aterrizara con sus maletas en el aeropuerto. O que en el club de alterne donde trabajó Koldo se diera la bienvenida a José Luis Ábalos al ritmo de “Zorra”.

En serio riguroso, en honor de los encantadores suecos, cuyo país conozco desde Estocolmo hasta Kiruna, más allá del círculo polar ártico; en prueba de respeto a Olof Palme, diré que la Unión Europea no permitió que su bandera se exhibiera en tan procaz exposición de vulgaridad. Menos mal. Desde el perdón y la humildad, proclamo, exijo, agradecería a los suizos, inteligentes relojeros, únicos en el arte de ajustar vergüenzas, a quienes les toca en suerte, creo, la organización del próximo certamen, que contraten a Milikito para que vista a tres personajes con los de sus ilustres antepasados, los inolvidables Fofó, Gabi y Fofito, para que canten aquello de la “gallina turuleta, ha puesto un huevo, ha puesto dos, ha puesto tres.”

Manuel Mira Candel

Periodista en medios nacionales e internacionales; presidente de la Asociación de la Prensa de Alicante; Premio Azorín de Novela en 2004 con "El secreto de Orcelis" y autor, desde entonces, de más de doce libros, entre ellos las también novelas: “Ella era Islandia”, “Madre Tierra”, “El Apeadero”, “El Olivo que no ardió en Salónica”, “Esperando a Sarah Miles en la playa de Inch”, “Las zapatillas vietnamitas” y "Giordano y la Reina".

7 Comments

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  • Estimado Manuel, completamente de acuerdo. Ni una palabra más y solamente el deseo de que alguien le de algún tratamiento al equipo que ha inventado o consiente esta Euroestafa. Un abrazo.

  • Estamos viejos y no tenemos ni ‘Zorra’ idea de los nuevos tiempos que hacen grande al reciente Festival de Eurovisión. Hemos perdido ‘el tren del progreso’. Esperemos que no sea para siempre. O sí. Un abrazo.

  • Querido Manuel Mira, grande y paisano. Tu articulo es mi pensamiento. El Festival para mi, fue desolador. ¿De verdad que es a eso a lo que hemos llegado? Los que como nosotros defendimos la libertad, estamos espantados. Nos han pisoteado, aquella que defendíamos . ¡ No es eso ¡, como dijo el otro.
    Un abrazo y enhorabuena por tu artículo.
    Julio Calvet.

    • Julio: creo que quien dijo «No es eso; no es eso», refiriéndose al texto de la Constitución que estaban elaborando las izquierdas nada más proclamarse la II República, fue Ortega y Gasset. Criticó que se estaba haciendo una Constitución para media España…

  • Estimado Manuel, yo solo se que no se nada, pero que si este festival es reflejo de lo que somos o de lo que nos viene, yo, me bajo de este barco.

  • Muy sensatas palabras. Pero con una educación sin principios éticos ni morales, no es sorprendente que se llegue a esto.
    Debemos hacernos mirar nuestros métodos de educación y sus contenidos. A las personas se les inculcan principios con nuestro propio ejemplo, el de los mayores y las enseñanzas que reciben, tanto de sus maestros como de sus padres y de los medios de información, especialmente, hoy, en la TV.