Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Sin recortes

“Esto son cosas de Internet”: deficiencias en la escritura digital

Fotografía de Aklispurnomo (Fuente: Wikimedia).

¿Habéis observado la mala redacción desarrollada en las redes sociales? Si vamos a aplicaciones de comunicación de mayor inmediatez como WhatsApp o Telegram, la situación es todavía peor. No me refiero al uso de abreviaturas o de palabras inacabadas que, atendiendo al carácter privado en las segundas, puede entenderse por la rapidez y urgencia de la expresión, sino al uso inadecuado de formas morfosintácticas y, lo que es más grave, de los signos de puntuación.

Esta realidad ha sido motivo de comentarios entre diversos colegas de profesión —tanto en centros de secundaria como en la misma Universidad—  cuando leemos, estupefactos, textos que intentan explicar lo acontecido en una fotografía con una redacción deficiente, más propia de un alumno de primaria que todavía no ha obtenido el nivel de escritura suficiente. En nuestro análisis, sin ninguna pretensión científica, hemos resaltado que algunas de estas líneas vienen vinculadas a perfiles profesionales e incluso de representantes públicos. Un aspecto que, pues, nos tiene que preocupar en el momento que pueden ser referente para sus lectores y lectoras.

Tiempo atrás, quien se dedicaba a la escritura tenía como modelos los escritos literarios y periodísticos, desde la novela al ensayo pasando por los artículos de prensa. En el momento actual, de manera clara, el principal consumo lector procede de textos en red, muchos de los cuales pueden cambiar tendencias en el uso de nuestras lenguas. Así, diversos expertos como José Pazo Espinosa alertaban de la oralización de los discursos escritos, lo cual favorece la incorporación de onomatopeyas, apócopes, extranjerismos e incluso errores. La limitación de caracteres de algunas redes sociales, como Twitter, fomenta incluso la deconstrucción de la frase, atendiendo a la necesidad de eliminar los conectores que no sean imprescindibles.

El debate entre quienes piensan que las redes sociales empeoran o no la ortografía sigue abierto. Podemos resaltar algunos estudios de las colegas de la Universidad de Alicante, Carmen Marimón e Isabel Santamaría, entre otras. Cierto es que cometer faltas en tu perfil no implica necesariamente que se escriba mal en otros contextos. En las plataformas de mensajería se prima la rapidez y el contenido a la forma, haciendo uso de una escritura abreviada, sin acentos e imágenes. El problema no es grave pero, si se convierte en hábito en otros contextos de escritura, tenemos que estar alerta. Del mismo modo, los correctores provocan errores de confusión entre palabras que el contexto permite resolver en el marco de comprensión del lector. ¿Cuántos docentes se han encontrado con errores de este tipo en trabajos académicos y la respuesta del alumno ha sido “es culpa del corrector del procesador de textos”? En la actualidad, la revisión final de la escritura se convierte en imprescindible.

Algunos expertos apuntan también que la lectura continuada de textos con errores gramaticales fomenta una inadecuada representación de las palabras y fomenta las faltas ortográficas. Una realidad que ya detecta el profesorado de primaria y de secundaria. Por este motivo, el refuerzo de lecturas literarias, como también de textos procedentes de medios de comunicación, es fundamental para que los más jóvenes tengan referencias adecuadas. La mera explicación, por ejemplo, del uso de los signos de puntuación no sirve de nada si este alumnado no recibe referentes adecuados que fomenten el aprendizaje de la redacción a través de sus expertos. En nuestro sistema educativo, hemos pasado del hartazgo del análisis morfosintáctico de oraciones a la no inclusión de los textos clásicos donde los que ya tenemos una edad nos formamos. Aprender a escribir correctamente no es exclusivo de los saberes humanísticos, sino la obligación de todo ser humano que quiere expresarse adecuadamente en cualquier contexto.

Con todo, no debemos culpar a los medios digitales del empobrecimiento o de los errores de los textos publicados en ellos. La lingüista canadiense Gretchen McCulloch apuntaba al esfuerzo que el buen usuario tiene para dar el énfasis correspondiente a través del correcto uso de los signos de puntuación y de la inclusión de emoticonos y otros gráficos que se conviertan en motor expresivo de su discurso. Lo que sí que es obvio es que una redacción descuidada y con faltas de ortografía pone en peligro la credibilidad y la imagen del perfil, tanto si es individual como colectivo. Expresiones como “en las redes sociales estas faltas se disculpan” no son ciertas. Debemos tener en cuenta que los diversos perfiles construyen personalidades o imágenes controladas por su propietario o propietaria. Si tanto empeño tenemos en la selección de las mejores fotografías —con la tendencia, cada vez más sorprendentemente extendida, de los retoques digitales—, ¿por qué no lo aplicamos a la supervisión del texto? En los perfiles de representantes públicos, del mismo modo que tienen personas dedicadas a la obtención de imágenes, ¿por qué no se revisa, a través de los expertos, el buen uso de nuestras dos lenguas oficiales? De esta manera, a menudo, puede salirnos un sarpullido frente a la corrección o traducción automática del texto escrito en una de las dos lenguas oficiales y traducido a la otra. “Esto es cosa de Internet” no es, pues, excusa para mantener perenne unos textos que destrozan nuestros idiomas.

Carles Cortés

Catedrático de universidad y escritor.

Comentar

Click here to post a comment