Ese joven no tenía que haberse convertido en un asesino.
Estoy dándole muchas vueltas en mi cabeza al reciente asesinato de una adolescente en nuestra provincia, un caso especialmente terrible, enormemente triste, extraordinariamente grave, porque tiene como protagonistas a dos menores de edad. No importan los nombres; no deben darse los nombres. Tenemos que dolernos por dentro todos y acompañar en el dolor a las familias de la víctima y del presunto asesino. Este suceso nos tiene que doler en el alma y en el corazón; en la cabeza y en los sentimientos.
El horroroso crimen sucedió la víspera del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Creo sinceramente que este monstruoso acontecimiento nos tiene que hacer reflexionar sobre la sociedad que estamos construyendo, porque no se trata de un hecho aislado. Diría que, por su gravedad, podría calificarse como la culminación de un proceso de degeneración de nuestra sociedad, en la que los fiscales de la criminalidad juvenil nos vienen alertando, año tras año, de la descomposición cada vez más amplia de sectores de la adolescencia y la juventud, y hasta de la niñez; sí, de la niñez. Cada vez es más temprana la edad en que los niños acceden a contenidos pornográficos en las redes sociales. Así de terrible es y no vale poner paños calientes. Hay que enfrentarse a la realidad; aceptar los diagnósticos de los especialistas en la materia y no cerrar los ojos ante lo que tenemos delante.
Cada año, cada mes, cada día nos encontramos estos titulares en la prensa: “Hacen falta más psicólogos y más psiquiatras para tratar a niños, adolescentes y jóvenes en los centros docentes”. En la Comunidad Valenciana hay ya muchos profesionales trabajando, pero hacen falta más. ¿Sólo eso? No. Estamos hablando mucho de curación, de saneamiento y se habla poco (y se hace menos) de prevención. Y prevenir es mucho más importante que curar. No se hace nada en España, ni en Europa. Con las obras hidráulicas hace tiempo programadas, pero no ejecutadas, y con medidas de alerta adecuadas, se habrían evitado muchas muertes e infinidad de daños materiales y morales en los pueblos valencianos triturados por la DANA.
Tenemos una DANA piscológica impresionante y especialmente criminal para niños, adolescentes y jóvenes en España y en el mundo entero. La industria de la pornografía es el peor de los tsunamis y el porno es la peor de las drogas. Y no se hace nada o casi nada para borrarla de la faz de la Tierra. Es una máquina terrorífica que está acabando con la salud de niños, adolescentes y jóvenes, lo mejor que tenemos porque son el presente y la esperanza para el futuro que difícilmente van a liderar porque los estamos machacando.
Los jóvenes son asesinados; los jóvenes se suicidan (cada vez hay más suicidios e intentos de suicidio a esas cortas edades); crece la violencia machista y no machista entre los alumnos de los colegios y no se hace casi nada desde las administraciones públicas, sean regidas por el PSOE sanchista o por el PP mazonista. Se tiran fango unos a otros, pero el barro verdadero de la DANA lo lanzaron contra ellos los damnificados en Paiporta.
Diríase que lo que llaman polarización, odio entre izquierdas y derechas, tiene a Zapatero y Sánchez como principales inspiradores y actores. Los dos se empeñan en hacer del PP el enemigo franquista, como si quisieran ganar la Guerra Civil a Franco 90 años después, contra el parecer de Felipe González, Alfonso Guerra, Emiliano García-Page, Javier Lambán y otros dirigentes socialistas, no marxistas, partidarios de la alternancia entre las dos grandes formaciones políticas impidiendo que España esté cogobernada y maltratada por partidos minoritarios antiespañoles, separatistas y alguno proetarra. No hay que borrar al PP, ni al PSOE. Me recuerda el odio de Catón el Viejo, senador de Roma, que terminaba sus discursos con su ‘Delenda est Carthago’, ‘Cartago ha de ser destruida’. Lo que hay que borrar es la pornografía, como toda clase de violencia contra nuestros hijos y nuestros nietos. ¡Fuera toda violencia machista, sea mental o física; fuera toda violencia sea contra mujeres o contra hombres y a cualquier edad!
Posdata: ¿Manifestaciones?, sí, pero cuidado con las pancartas
Yo me uno a todas las manifestaciones y concentraciones contra la violencia machista. Me solidarizo con las que ocuparon calles y plazas el pasado día 25, Día Internacional por la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, entre ellas la que tuvo lugar en la Avenida de la Constitución de Alicante un día después del asesinato de la adolescente en la zona costera de la Vega Baja. Todas las pancartas eran pocas para expresar el rechazo a una violencia que no cesa contra las mujeres y especialmente dolorosa cuando la víctima tiene 15 años. Pero hubo una disonante porque nada tenía que ver con la violencia machista: “Aborto libre y gratuito’. Estaba totalmente fuera de lugar. No se puede, creo yo, estar contra la violencia y defender la violencia contra un bebé no nacido, pero que existe en el sagrado vientre de una mujer y que las ecografías nos muestran con toda claridad. Dejemos lo de ‘gratuito’ a un lado. No se trata de dinero; se trata de una vida humana. Hay que respetar a la mujer que aborta, pero no se puede negar la evidencia: la muerte de un ser humano. Tenemos que poner todos los medios preventivos (educación sexual seria y ética, entre ellos) para evitar la violencia.
Finalmente hago una reflexión como creyente: el alma de la adolescente asesinada en la Vega Baja, como la de todas las mujeres muertas a manos de sus parejas o exparejas y las de los fetos abortados van al cielo por lo que yo llamo ‘bautismo de sangre’. No hace falta que recemos por ellos. Recemos, mejor, por nosotros, los vivos.
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