Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Sin recortes

“Eres increíble, sigue brillando”: la influencia del efecto placebo en nuestro entorno

Imagen generada con ChatGPT.

Imaginemos que Teseo está pasando por un momento difícil de su trabajo. Se siente agotado, desmotivado y preocupado por los constantes cambios de la empresa que parecen no tener un impacto real en su carga laboral. Siendo consciente de su estado de ánimo, su superior organiza una reunión motivacional con frases inspiradoras y de fortaleza a todos los empleados con mensajes positivos. Cuando llega el turno de Teseo, explicita “eres increíble, sigue brillando”. Aunque la reunión no aborda los problemas de fondo, como la sobrecarga laboral o la falta de recursos, los empleados agradecen sus palabras. En el caso de nuestro protagonista, se siente momentáneamente animado porque percibe al menos que está siendo reconocido. Este gesto simbólico funciona, pues, como un placebo emocional que calma temporalmente las frustraciones e incentiva el bienestar y el clima laboral. Aunque estemos frente a una solución superficial, las palabras expuestas mejoran las perspectivas de una situación complicada. Teseo vuelve a su despacho y empieza a reorientar su día a día para observar de qué manera puede hacer frente a sus retos en la empresa. Sabe que es reconocido y que tiene luz propia y, cómo no, la confianza de su superior. No se siente solo, recibe el afecto y la sensación de que son conscientes del difícil momento que está pasando.

¿Quién no se ha encontrado alguna vez en la vida con la necesidad de recibir este grado de atención, o sea, de este tipo de soluciones simbólicas que motiven la realización de nuestras tareas? ¿Quién no se ha quedado esperando la acción de un superior o de un compañero empático que con unas palabras o con un gesto reconozca nuestro esfuerzo y nos anime a seguir adelante? En una sociedad cada vez más deshumanizada las caricias o el reconocimiento al otro son cada vez más aisladas. Hemos perdido el hábito de ofrecer cumplidos, aunque tengan un carácter superficial, que calmen momentos de tensión o de duda interna. Nos hemos desnaturalizado, aceptamos las promesas políticas que no se cumplen y la frialdad en el trato entre compañeros. Compramos productos caros con la creencia que mejorarán nuestra vida y, aunque nos demos cuenta de que no es cierto lo prometido, nos resignamos pensando que otra vez nos han tomado el pelo sin ningún tipo de justificación a la reclamación que podemos indicar. Tal vez nuestra parte de animal doméstico siempre ansía, aunque no lo explicitemos, esa caricia final o ese regalo o chuche que esperamos después de cada logro. ¿Qué hay de malo en esperarlo, aunque tenga un efecto breve y momentáneo? ¿Por qué cuando sufrimos una desilusión o una conclusión negativa contra nuestras ilusiones y proyectos no pedimos que alguien nos dé su apoyo emocional? El egoísmo impone las distancias, sólo nos preocupa nuestro estado de ánimo, sin ser conscientes que el otro puede estar esperando, aunque no lo indique, unas breves palabras de atención. Porque, nos guste o no, seguimos viviendo en sociedad y todas las acciones positivas redundarán en el beneficio del colectivo. Pasan las horas, las semanas y los días e incrementamos la distancia emocional con el resto, aislando a quien es diferente, quien se ha decidido por otras opciones o perfiles. Fomentado su soledad pensamos erróneamente que incrementamos nuestro bienestar. Craso error cuando olvidamos que la felicidad es un sentimiento coral: si nuestro entorno da muestras de satisfacción, nuestro día a día tendrá un contexto más favorable para desarrollar nuestros objetivos.

Dejamos aparte al perdedor, al marginado, al que se muestra diferente a la mayoría. Castigamos a quien muestra adicciones a alguna substancia como quien se alejaba en la época antigua de un leproso, porque pensamos que su tara puede ensuciarnos. Si alguien cae, el colectivo se resiente… Preferimos rodearnos de un entorno de ganadores donde no cabe la discrepancia; buscamos falsos aduladores que sirvan de placebo de nuestras carencias, sin realizar un análisis profundo y decidido de nuestra cotidianeidad. Nos aislamos de la realidad y huimos de los puntos conflictivos que pueden ofrecernos una visión plural, aunque duela; nos metemos en un callejón sin salida donde si algún día perdemos el favor de los otros, el efecto del dolor de la pérdida será mayor, inmenso, sin solución aparente.

Cierto es que la recurrencia a los placebos químicos puede administrarse en ensayos médicos para observar el grado de efectividad psicológica del producto originario. Pensamos que una pastilla determinada nos solucionará los problemas de ansiedad o de alguna dolencia y en cambio sólo nos está reforzando que con su toma mejoraremos inmediatamente. ¿Os ha sucedido alguna vez tomar un medicamento concreto y equivocaros? De manera sorprendente, sus efectos son positivos y sanamos. Se ha demostrado que la creencia en un tratamiento o la confianza ciega en un especialista ha provocado curaciones que de otra manera no fueron posibles. En algunos círculos de expertos en salud se ha llegado a considerar la homeopatía como un tipo de placebo. Las expectativas positivas frente a la ingesta de diluciones extremas de una sustancia pueden mejorar la salud del paciente. Si añadimos la atención personal y desde perspectivas psicológicas del especialista en homeopatía, podemos incrementar sus efectos positivos.

Sea como sea, es obvio que la atención a nuestro entorno, la preocupación por los otros, cuando estos sobrellevan diferentes tensiones emocionales en su día a día, refuerza sus emociones y conlleva una superación con más garantías de sus problemas. Seamos placebo los unos de los otros, porque ofrecer unas palabras amables o una breve caricia no presenta grandes esfuerzos. Simplemente habremos colaborado en la mejora de nuestra convivencia y en sacar del aislamiento a quien tenía perspectivas negativas en su existencia. “Sigue brillando, eres increíble”, unas palabras que podemos expresar libremente.

Carles Cortés

Catedrático de universidad y escritor.

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