Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Educación

Entre bragas y calzoncillos

Fuente: JJ MV.

En alguna ocasión me he referido a El Conde Lucanor como, salvando las distancias y los tiempos, un referente, un espejo en el que mirarse en tiempos de tribulación y un sorprendente catálogo de respuestas a cuestiones mundanas traídas para nosotros directamente y «recién cocinadas»… ¡en el siglo XIV! Como todos sabemos es un compendio de cuentos con los que Patronio, consejero y hombre de confianza del conde, ilustraba a su señor en cuantos dilemas y dudas se le suscitaban. 

En el cuento XXXVI habla de un hombre sabio de una villa donde se había establecido para vender su mercancía. Pero su mercancía era muy sutil porque este hombre, en tanto que sabio, sólo vendía consejos. Este cuento y su «moraleja» (los cuentos de El Conde Lucanor siempre acaban con una moraleja en forma de pareado) es genial. De las mejores del libro, siempre en mi opinión.

Y es que, cuesta bastante en nuestra sociedad que valoremos cosas que ni se pesan, ni se miden, ni se tocan, ni se ven. Un buen consejo es un bien valioso. Puede suponer que te llegue la experiencia y el conocimiento de alguien mejor preparado que tú, o que haya pasado un trance parecido. Y sin haberlo tenido que sufrir o experimentar tú mismo, en tus huesos y a tu costa. Este conocimiento que atesora la gente sabia hay que ponerlo en el «mercado»… ¡y a eso voy!

Fuente: JJ MV.

Tengo muchos amigos y antiguos compañeros en trabajos relacionados con la docencia. Ellos también son sabios, me lo han demostrado muchas veces. A través de los variopintos canales de comunicación que nos ofrece la tecnología actual mantenemos bastante contacto. La verdad, yo soy más tradicional y prefiero las llamadas, aunque tampoco faltan WhatsApps, especialmente para grupos. El martes pasado llamé a una de mis excompañeras que es profesora en Jumilla porque preparábamos con las familias la actividad del «Geolodía» alicantino, este año brillantemente organizado en la localidad de Orxeta que, por cierto, resultó una maravilla. La organización, la actividad, la localidad y los parajes de La Marina Baja.

Ella es profesora de instituto y da clases de secundaria en un centro para adultos (CEA) de su localidad. Esas clases son por la tarde/noche por lo que pensaba que no le molestaría la llamada. Efectivamente, me coge el teléfono pero había un ruido de fondo intenso, como de calle concurrida, que en una mañana de martes primaveral en Jumilla me resultaba extraño. Hasta llegué a pensar que estarían celebrando alguno de los distintos «homenajes» que en honor a Baco prodigan por aquellas tierras. Pero no, me dice. «Es que estamos en el mercadillo, que hemos montado un ‘puesto'»… «¡Un puesto!», exclamo con sorpresa. Conozco a Lola y a toda su familia y no suponía en ellos ninguna actividad ni producto susceptible de ser «comerciado» en un mercadillo semanal a los que somos tan aficionados en España. «¿Y qué vendes?», prosigo (a ver si me va a decir que «consejos», pensé divertido). «Hemos montado un pequeño puesto para explicar y ofrecer los cursos de nuestro centro, los títulos a los que pueden acceder si vienen con nosotros y todo cuanto hacemos allí. Que nunca es tarde para reengancharse si en su día no pudieron seguir sus estudios y que estamos aquí dispuestos a ayudarlos, a apoyarlos y a prepararlos para que puedan aspirar a un futuro mejor. Sobre todo en nuestra doble vertiente de Educación Secundaria y Formación Profesional».

 ¡NO ME LO PODÍA CREER!, aunque me lo dijo con total seriedad. Profesores con larga experiencia docente, en un mercadillo callejero, al sol como los demás, entre medias, calcetines, bragas y calzoncillos de todo tamaño y color… «¡Pásame una foto!» Y efectivamente, ahí estaban. Vendiendo su «mercancía» fuera de su horario, a ganar adeptos para la «causa» de recuperar gente que perdió el tren o, simplemente, que no lo pudo coger. Desconozco si es una iniciativa generalizada o es del propio centro pero no lo había visto jamás.

Muchas veces he criticado (y critico) la actitud displicente y acomodaticia de los funcionarios que abusan de las prerrogativas de su condición para alcanzar unas tasas de absentismo disparatadamente superiores a sus colegas del sector privado con empleos similares o que simplemente trabajan mal o poco. Me resulta ofensiva la desidia, desgana y cara de asco con la que en alguna ventanilla pública nos recibe nuestro empleado de turno (que no debemos olvidar que le pagamos y nos debe lo mejor de sí en su horario de trabajo ya les duela la rodilla, las tengan tiesas con su pareja, arrastren agujetas por lo que fuere o se les rompa una uña del meñique de alguno de sus pies. ¿Se imaginan a un empleado de un gran almacén con esa actitud…? Pero no creo que sean la norma, aunque las características de su «contrato» invite a ello o por lo menos haga casi imposible enviar a esparragar a los abusones.

Es justo, pues, que cuando me encuentro casos de amor a su trabajo (y el de la enseñanza y la formación es crucial para nuestra sociedad), se les reconozca y se les de altavoz. Si yo buscara una titulación y me encontrara en un tradicional mercadillo semanal a los mismísimos profesores que me la pueden proporcionar (además, sin ningún beneficio personal distinto, y no es poco, de la safisfacción de ser útil) no tendría ninguna duda de dónde ir o recomendar a los míos.

Fuente: JJ MV.

Vaya desde aquí mi admiración y homenaje para ese centro, para ese equipo de dirección y para esos profesores capaces de echarse a la calle y ofrecer al «mercado» su trabajo y su entrega. El centro en cuestión es el CEA ALTIPLANO JUMILLA. Aplaudamos su iniciativa y, cualquier otra que, como ésta, acerque la enseñanza a la gente. Allá donde esté.

Aprovecho, para acabar, ya que he tenido la oportunidad de profundizar un poquito en esto de los centros de enseñanza para adultos, que hacen un trabajo impresionante. He conocido por un casual al de Jumilla, pero ahora sé que los hay por toda España y que hacen malabares para adaptarse a sus estudiantes, casi todos ya con responsabilidades familiares y profesionales que, las más de las veces, después de sus obligaciones diarias dedican tres, cuatro o cinco horas a formarse cuando se suponía que ya «no toca»… ¡SIEMPRE TOCA! y, para quien albergue dudas, en un mercadillo semanal, hay profes que se «arremangan» y te lo explican.

Juan José Martínez Valero

Nacido y criado en Melilla y afincado en San Pedro del Pinatar (Murcia) desde los 15 años. Dejé los estudios para desarrollar la empresa familiar de la que todavía vivimos. Muy aficionado desde siempre a temas científicos y de actualidad.

4 Comments

Click here to post a comment

  • Buenos días.

    Muchísimas gracias, Juan José, por tus palabras.

    Soy Pilar, actual secretaria y profesora de lengua y literatura en el CEA Altiplano. Me encanta cómo has enfocado el tema y la parábola con El conde Lucanor. Yo estuve el martes anterior y cuando me preguntaban qué vendíamos, yo contestaba: no vendemos nada, ofrecemos uno de los mayores tesoros de nuestra sociedad: educación gratuita.

    Esther, la directora y yo (novatas en nuestros cargos), somos las responsables de esta iniciativa, que, por cierto, no ha sido la única. Entre otras actividades desempeñadas para darnos a conocer, se encuentra una entrevista radiofónica al equipo equipo directivo junto a algunos de mis alumnos y varias noticias en el Siete Días de Jumilla. Entre ellas, destacar el I Encuentro regional de Escuelas de Adultos (somos 16 en total). Tuvimos un día de convivencia en Caravaca de la Cruz, aprovechando el año jubilar, reuniéndonos más de 600 personas, entre alumnado y profesorado. Una pasada.

    Además, «nos vendimos» también en el canal 7 Región de Murcia. Seguiremos realizando este tipo de actividades para seguir dándonos a conocer. No sabes la ilusión y lo agradecida que estoy por tus palabras.

    Gracias de nuevo. Un cordial saludo.

  • ¡Hola!! Aquí un alumno con medio siglo cumplido ya y que está en su primer año de formación «cuando no toca». Como ya comenté en la entrevista de la radio, al principio entré como por inercia y sin demasiados ánimos (por cuestiones personales, mi moral estaba a bajo nivel), pero a poco de empezar, todo cambió. Precisamente se tiene la sensación de que se encontrará uno con gente como esos funcionarios «tan simpáticos» y «profesionales» que rulan por ahí, y que a veces también me gustaría mandarlos a esparragar (‘oche’, que me ha gustado la expresión, jajá). ¡Pero no!!! Nada más lejos de la realidad.

    Y el caso es que en un primer contacto llegué a pensar: Buah, ¡nos ha tocado una señorita Rottenmeier! Pero,¡no pude estar más equivocado! Desde luego, aquí no se cumplió lo de «la primera impresión es la que cuenta» Porque la que por unos minutos fue presunta «señorita Rottenmeier» ha resultado ser una profesora estupenda, que transmite mucho más que conocimiento. Transmite ¡ganas de ese conocimiento! Y así lo hacen todas/os las/os profes que tenemos. 🙂

    Todo el profesorado, directora, recepcionista, etc… Son geniales todos. Me siento muy a gusto con todos ellos, y muy afortunado de haber podido entrar en esta aventura. Además, también tengo muy buenos ‘compis’ de clase 😉 En definitiva, ¡estoy muy feliz de estar en la Escuela de Adultos!

    Un saludo,

    MiLo Casellas

    • Qué mejor ejemplo que el tuyo MiLo. Te contaré una anécdota. Tuve un profe de bachillerato, precisamente de ciencias, que trabajaba de pastor. A los 17 años pudo ir bajando de la «braña» y como pudo aprendió a leer, a escribir y cuatro cosas más. Gracias a las escuelas para adultos pudo completar, ya muy mayorcito, la primaria y el bachillerato de su tiempo. Se licenció en biología y acabo con sus huesos en mi instituto (bueno, más bien yo en el suyo) donde siempre fue apreciado ¿Por qué no tú MiLo? Ya sabes que estás en el sitio. Muchas gracias por leernos y por tu excelente comentario. Un afectuoso saludo. Juanjo.

      P.D. Me parece que sé quién es tu «Rottenmeier»