Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Sin recortes

En brazos de Afrodita y Dionisio: el triunfo de la frivolidad

Georg Friedrich Händel en cuadro de Balthasar Denner, 1733, conservado en el Museo Alemán de Historia (Fuente: Wikimedia).

Georg Friedrich Händel compuso en 1707 El triunfo del Tiempo y del Desengaño, un oratorio en italiano que exploraba temas filosóficos y alegóricos sobre el paso del tiempo, la inevitabilidad del envejecimiento y la búsqueda de la verdad y de la sabiduría. Todo ello con dos personajes alegóricos principales, el Tiempo y el Desengaño, que afectaban al tercero en discordia, la Belleza, alejándola de la vanidad y de la superficialidad de la vida y ofreciéndole un baño de humildad. El Tiempo se convierte en un ser todo poderoso que condiciona y arrasa con la realidad. Unos temas universales que ya preocupaban a nuestros ancestros que, si la composición se realizara en pleno siglo XXI, se modificarían según los pálpitos de nuestra sociedad.

Así, podríamos plantearle al músico una recreación sobre los personajes de la mitología griega, Afrodita y Dionisio, y el triunfo de la frivolidad inmersos en una extensión de la mediocridad sin límites como a veces parecemos observar a nuestro alrededor. Por su parte, Afrodita representaba el amor, la belleza y la sensualidad. A menudo preocupada por su apariencia, el placer y los asuntos amorosos, su acción se puede interpretar como un enfoque superficial de la vida. Del mismo modo, Dionisio, dios del vino, la fertilidad, el teatro y el placer, se entregaba a los placeres mundanos con un carácter ciertamente frívolo frente a las preocupaciones de la cotidianeidad. Asociado al desenfreno y a la excesiva indulgencia en la búsqueda del placer, sus acciones pueden percibirse como frívolas.

Llamamos, pues, frivolidad a una actitud superficial, donde se da mayor importancia a aspectos triviales, insignificantes o superficiales en lugar de preocuparse por temas más profundos, significativos o relevantes. Una actitud que puede manifestarse de maneras bien distintas como la apariencia física, la falta de compromiso intelectual o emocional en situaciones significativas, o una falta de profundidad en las relaciones interpersonales. La frivolidad puede ser negativa cuando se convierte en un enfoque dominante que excluye la reflexión, las consecuencias a largo plazo o la conexión con temas más profundos de la existencia. Así puede limitar el crecimiento personal y plantear situaciones de inmadurez extrema. Se prioriza la apariencia física, la moda o el entretenimiento ligero frente a la voluntad de conocimiento y o de autorreflexión. Unas risas continuadas frente a situaciones complejas o de tensión, una atención desmedida a comportamientos banales que impiden el acercamiento a la otra persona y el planteamiento de una relación propia de la madurez o del nivel de exigencia que se debería ofrecer.

En nuestra sociedad, es fácil localizar tristemente opciones personales que parecen regirse por los modelos mitológicos que planteamos. Una negación de la frivolidad no comporta el desistimiento de esta manera de actuar en la vida. Conocemos personas que actúan de manera impulsiva, tomando decisiones sin considerar las consecuencias a largo plazo o el impacto en los demás. No contrastan opiniones, huyen de los consejos o de la sabiduría de la experiencia. Se priorizan las actuaciones superficiales, dando insistencia a la imagen producida y huyendo del posible conflicto. Una carcajada continua parece ser el escudo de protección de quienes huyen de la profundidad de las relaciones. Se evita así el planteamiento de conversaciones profundas que puedan evidenciar las carencias afectivas y de conocimiento de quien se siente atraído por la frivolidad como manera de ser. Del mismo modo, asistimos a conversaciones superfluas, centradas en el aspecto exterior de las personas, sobre su peinado, su vestido, su estado de ánimo fingido, sin entrar a discutir o a comentar temas relevantes de la situación compartida. La frivolidad reina en aquellos que intentan esconder sus carencias con posados fingidos o vestimenta deslumbrante que nada tiene que ver con la situación vivida, cortando de raíz cualquier atisbo de reflexión más profunda o de debate sobre la realidad.

Estamos delante del triunfo de la mediocridad y de la superficialidad. Vivimos una época en la cual se huye del debate y donde se censura el sentido crítico, aunque tenga finalidades positivas para nuestro entorno, entendiendo la reflexión como una desviación del mensaje oficial, de la doctrina, y como una desviación del sentido corporativo. La disidencia es castigada con la frivolidad, con el menosprecio a las cualidades del otro, planteándolas como una infidelidad a la causa común y ofreciendo como única salida la resignación frente al poder establecido. Fomentemos, pues, el sentido crítico hacia la realidad, apartando las falsas corazas de la superficialidad. De lo contrario, dejaremos de progresar como especie, convirtiéndonos de nuevo en ovejas del mismo rebaño, en adoradores sin escrúpulos de unas falsas deidades que, como Afrodita y Dionisio, nos ofrecen el placer superficial como substituto de la auténtica victoria de la razón en nuestra realidad. Desestimemos la frivolidad en nuestra sociedad y abracemos el sentido crítico para avanzar en el conocimiento de nuestro prójimo.

Carles Cortés

Catedrático de universidad y escritor.

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