«Un festival en un órgano magnífico que inspira al intérprete y habla al corazón de la audiencia«.
(Carlos Fernández Bollo, organista).
Quien ha tenido el privilegio de seguir de cerca la realización del 1er Ciclo internacional de órgano, celebrado durante tres días de abril en la concatedral de San Nicolás, de Alicante, desea transmitir al lector, a modo de epílogo, algunos detalles de lo acontecido y vivido entonces.
Hace unos seis meses, La Casa de Francia de Alicante, que me honro en presidir, acordó con el organista Uriel Valadeau, vecino de Bergerac, el formato de tres conciertos seguidos en un fin de semana. Sabíamos que el maestro Francis Chapelet, que ya nos visitó en 2017, 18 y 19, tenía gran interés en sentarse frente al órgano mayor, restaurado en 2021, para sacarle el mejor partido. Con la venia de nuestro deán Ramón Egío, se cursaron también invitaciones a Carlos Fernández Bollo y Thomas Ospital, ganadores de reconocimientos nacionales e internacionales.
Al tiempo que se fijaban fechas y programas a ejecutar, nuestra asociación fue solicitando, a diestro y siniestro, ayudas de entidades públicas y privadas. Tuvimos la inmediata respuesta positiva de Casa Mediterráneo, y luego la del Instituto Francés de Valencia, así como la del Colegio Oficial de Médicos de Alicante, todo ello sumado a las aportaciones de nuestros socios, algunas de ellas muy generosas. Se cursaron las debidas invitaciones y tanto los medios informativos locales como el “boca a oreja” contribuyeron a difundir semejante evento musical tan inédito/inaudito como excepcional.
Tuve el placer de recibir a nuestros prestigiosos músicos, oírlos hablar apasionadamente junto con José Cayuelas, organista de San Nicolás, de órganos, organería, belleza de iglesias, y acústica de auditorios, todo ello saboreando unas buenas tapas alicantinas para, más tarde, proceder a los ensayos. En víspera de cada concierto, cada cual, en función de la obra, fue componiendo la registración, es decir la combinación más adecuada de las voces del órgano. El órgano mayor dispone de unos 40 registros, es decir unos 40 instrumentos, una orquesta llevada por unos 2.200 tubos de todo tamaño. Luego, Thomas Ospital se adentró en la caja, en ese tupido bosque de tubos, afinando unas tres horas, con la varita metálica al uso —también llamada “jamonera”— aquellos metales mientras sus colegas —Carlos Fernández y Uriel Valadeau—, pulsaban las correspondientes notas en los tres teclados y el pedalero.

Los órganos son instrumentos muy complejos en sus distintos mecanismos, a la vez que sensibles a las variaciones de temperaturas ambientes. El que nos ocupa requiere una afinación del “La” natural a 440 hertzios, es decir 440 vibraciones por segundo. Esta joya patrimonial, cuya caja de origen se remonta al año 1591, ha sido una obra maestra de los talleres de organería Frédéric Desmottes.
En cada concierto, como era de esperar, el músico infundía su sello propio en la interpretación, “dándole caña” al imponente instrumento, y concluyendo con una improvisación a partir de un tema determinado. Y es que los organistas suelen improvisar en el marco litúrgico: antes del oficio (preludio), durante (elevación y comunión) y terminada la misa (postludio, o salida de misa), pero también fuera de él. Es evidente que semejante juego creativo depende del instrumento disponible, pues varían los tonos y coloridos según se trate, por ejemplo, de un órgano barroco español, de unos 20 registros, o un sofisticado órgano moderno, cuya electrónica permite programar la registración de infinidad de voces.
La víspera de su concierto, Francis Chapelet me confió que el público iba a descubrir lo que podía dar de sí la trompetería horizontal, muy propia del órgano histórico español, y que, siglos más tarde, se fue añadiendo a órganos del resto de Europa (exceptuando Italia). Y así fue: con la obra de Juan Cabanilles faltó poco para que saltara por los aires la cúpula de nuestra concatedral.
Qué menos que finalizar ese ciclo rindiendo un merecido homenaje a Francis, con la interpretación al flautín por Bernard Wystraëte de su breve obra De Montpon a Abarca de Campos, seguido de la no menos emotiva entrega de una réplica en cerámica del órgano mayor, obra de nuestra amiga Elena “de la Romana”.

Podemos afirmar que el nutrido público quedó sorprendido a la vez que entusiasmado, tanto por la calidad interpretativa de nuestros invitados como por el ambiente cálido, fruto de esa valiosa comunicación entre músicos y asistentes.
Me escribía Thomás Ospital, de regreso a París, donde pelea por la restauración del gran órgano de Saint-Eustache:
«Fue un momento único durante el cual se palpaba fuertemente
la espera del público hacia un instrumento tan esperado».
Finalmente, Uriel Valadeau, que recientemente saludó con música de órgano la llama olímpica a su paso por delante de la iglesia Saint-Jacques de Bergerac:
«Un éxito total para este primer festival,
tanto a nivel del público, del instrumento como de los programas.
¡Enhorabuena! ¡Volveremos!«.
¿Qué más se puede pedir, estimado lector? Se lo diré: el 2.º Ciclo internacional de órgano, en mayo de 2025. Casi nada…
Excelente reseña acorde con unos sublimes conciertos.
Hasta año próximo!!!
[…] lo musical, los lectores de la Hoja del Lunes podrán retrotraerse a un artículo que se publicó a finales de mayo del año pasado, con ocasión del éxito conseguido por el 1er Ciclo internacional de órgano en San Nicolás, […]