“Cualquier extranjero llegado a la principal ciudad de Illinois en la mañana del 3 de abril de 1897 hubiera podido, con toda razón, considerarse como un favorito del dios de los viajeros. Su libro de memorias se habría enriquecido dicho día con notas curiosas, apropiadas como tema para artículos sensacionalistas. Y con toda seguridad, si hubiera prolongado algunas semanas, primero, y algunos meses, después, su estancia en Chicago, podría haber tomado parte en las emociones, las palpitaciones, las alternativas de esperanza y desesperación, la fiebre, en suma, de aquella enorme ciudad, que parecía haber perdido el juicio. (…) Una enorme multitud, siempre en aumento, se dirigía hacia el barrio veintidós, uno de los más ricos, comprendido entre la Avenida Norte y la División Street, siguiendo la dirección de los paralelos y los meridianos bañados por las aguas del Michigan, ya que todas las ciudades modernas de Estados Unidos tienen orientadas sus calles en relación con las longitudes y latitudes, imponiéndoles la regularidad de líneas de un damero”. Pues sí, damas y caballeros, ¡hagan juego con Julio Verne!: “(…) El cortejo se detuvo, y antes de que penetrara bajo las sombras de las magníficas encinas, la orquesta tocó uno de los más arrebatadores valses de Strauss (…).” Estaban en el parque de Oakswoods Cemetery, el mayor de los once cementerios de Chicago. “El coche fúnebre trasladaba a su última morada los restos mortales de William J. Hypperbone, uno de los miembros multimillonarios del Excentric Club”.
Pero resulta que esta novela de Julio Verne no es solamente una descripción de paisajes, sino el inicio de una historia-juego de salón y, a la vez, de recorrido en espléndido viaje, cuyo tapete es el mapa de los Estados Unidos, y el que llegue al final del recorrido, según el testamento estipulado, percibirá una herencia de 60 millones de dólares. El difunto había sido en vida un fanático del juego de la oca y decide que el heredero de su fortuna será el ganador de un particular juego de la oca en el que los diferentes Estados Unidos de América corresponderán a una casilla de dicho juego. Seleccionadas al azar, seis personas de Chicago se lanzarán a través de todo el país avanzando de estado en estado de acuerdo con los tantos sacados por los dados lanzados cada quince días por un notario. A estos seis jugadores con nombres y apellidos se unirá un anónimo jugador, X. K. Z. El punto de partida es así divertidísimo, aunque para llegar al final hay que pasar 300 páginas y la novela se lee de un tirón –es un decir– precisamente por el suspense que se apodera de la narración, por el interés que suscita en el lector la emoción de saber qué peripecias les ocurrirán a los concursantes y quién será el ganador. Salen todos los intervinientes con sus características muy interesantes y muy particulares, sin perder nunca el ritmo narrativo.
Como ocurre muchas veces con Verne, el argumento es una excusa (en este caso muy brillante, sin duda) para hacer sus largas descripciones geográficas, culturales o científicas. Esa es la parte de este autor más trabajada y enriquecedora y la que en ocasiones puede inducir al lector a dejar su lectura. Particularmente, leerle nos sigue gustando por lo mucho que se aprende y así viajar desde casa a pequeños tramos y con mucha emoción. Si quitamos toda esta parte, Verne es un autor que desprende el olor de las aventuras más divertidas y emocionantes, que nos transporta a una época de sueños infantiles y juveniles, a un escapismo no exento de reflexiones sobre la naturaleza humana. Y todo ello con una técnica literaria muy refinada, lejos de la prosa literaria, pero también lejos de letras desmadejadas y descuidadas que imperan hoy en día en muchos productos de nulo valor estético. Uno siempre deja un libro de Verne sintiendo satisfacción por las aventuras contadas, por su increíble imaginación y por su ingenio. Aunque, claro está, el hombre escribió alrededor de 70 libros y la inventiva y capacidad de sorpresa no siempre tiene el mismo nivel, pero el balance total es muy recomendable para estos tiempos de tener que estar encerrados sin poder elegir otros entretenimientos.
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