Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Debatiendo

El punto sobre la ‘i’ de la Constitución

Constitución española. Autor: Miguelazo84 (Fuente: Wikimedia).

A Demarato, rey espartano que gobernó desde el 510 al 491 antes de Cristo y que había acompañado al rey persa Jerjes en su expedición contra Grecia el año 480, le preguntaron estando ya en el destierro: “Dinos, ¿cómo es posible que siendo rey consientas que te hayan hecho esto?” A lo que contestó, resignado y sin mostrar odio alguno: “Es posible porque en Esparta las leyes están por encima de los reyes; por eso”.

La formulación más expresiva de la manipulación de la realidad fue anunciada por un gran poeta español, muy vinculado con Alicante, Ramón de Campoamor, en una de sus geniales ‘doloras’:

“En este mundo traidor
nada es verdad ni mentira;
todo es según el color
del cristal con que se mira”.

La luz necesaria para ver la realidad de las cosas se forma por la unión de los siete colores del arco iris. Quienes nacimos en un régimen de ‘democracia orgánica’ y vivimos la transición a un régimen de ‘democracia’, sin más experimentos, es ese período difícil de final de una etapa de nuestra historia e inicio de una nueva, que para vivir realmente en democracia ha sido necesario unir muchos intereses y pareceres —no sólo de los partidos políticos, sino también los de éstos con la monarquía y con los militares, los sindicatos, las asociaciones empresariales y el pueblo en general— y de ese modo alcanzar una norma de convivencia: la Constitución de 1978, que, a modo de luz blanca, nos permitiese vivir en la libertad y con la paz de cada día sin riesgo de que el choque dialéctico de nuestras diversas ideas sobre la realidad política produjese heridas graves y, mucho menos, estallase en luchas fratricidas.

La soberanía nacional reside en el pueblo español que habita desde los Pirineos a Gibraltar y desde Portugal al Mediterráneo. Y si todo el pueblo español —gallegos, vascos y catalanes, nacionalistas incluidos, que todos tomaron parte en la redacción de la Constitución— nos dimos una ley suprema de convivencia y con ella los límites y procedimientos para su modificación, la clase política debería, de una vez por todas, poner freno a su insaciable voracidad de poder en beneficio de todos y algún que otro político dejar de utilizar su cargos o representaciones para dar golpes sobre esa columna que sostiene nuestra pacífica convivencia, que es la Constitución. Ahí está la clave de todo este lío que empieza a angustiarnos a quienes nos consideramos ciudadanos responsables que queremos vivir en libertad, pero también en paz con quienes piensan distinto en la confianza de que todos respetaremos los derechos inalienables que se originan y fundamentan en esa condición de ciudadanos libres que todos ostentamos.

Es el momento de que los dos grandes partidos del país asuman su responsabilidad y estén abiertos a pactar, a llegar al deseado consenso en los grandes asuntos que preocupan a los españoles. No se entienden los llamados cordones sanitarios y las líneas rojas absurdas cuando lo que precisa España son pactos para seguir avanzando y consolidarse como una de las grandes potencias de la Unión Europea. Basta ya de guerra absurda entre PSOE y PP. Soportemos las batallitas electoralistas ante el 23J, pero exijamos a los dos grandes partidos responsabilidad para unos nuevos Pactos de la Moncloa. Es lo que España demanda y lo que necesita tras las elecciones generales.

José Ochoa Gil

José Ochoa Gil es abogado y colaborador de “La Verdad” y el seminario “Valle de Elda”, y en Alicante con la revista trimestral “Punto de Encuentro”, editada por CEAM Parque Galicia.

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