Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Debatiendo

El punto sobre la «i» de comprensión

Izda: José Ortega y Gasset; Dcha: Mario Conde, en imagen de 1988, del Ministerio de la Presidencia, Pool Moncloa (Fuente de ambas: Wikimedia).

Andaba junto a las puertas del Ayuntamiento y me encontré a mi amigo Juan de Dios Falcó. Nos dimos un abrazo. Me preguntó por mi vida. Se admiró cuando le indiqué que, en estos casi catorce años de jubilado, he aprendido que la caridad, más que en ‘dar’, está en ‘comprender’, en colocarse en el lugar del otro y, desde sus circunstancias vitales, replantearse esas cuestiones que cada uno teníamos por resueltas desde nuestro propio juicio y perspectivas personales. Nos despedimos, pero yo seguí meditando sobre este tema.

Recordé unas palabras del más ilustre pensador que dio España el pasado siglo XX, don José Ortega y Gasset, cuando afirmaba, en su obra Meditaciones del Quijote: “Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”. Pienso que el insigne maestro quería indicarnos que una misma persona piensa y se comporta de modo distinto y a veces contradictorio según las circunstancias, buenas o malas; fáciles o difíciles, en las que se desarrolla su existencia. Por eso estimo que, antes de juzgar a nadie, conviene poner en práctica el refrán de los indios americanos: “si quieres entender acertadamente el comportamiento de quien defiende ideas distintas de las tuyas, cálzate sus mocasines y camina con ellos al menos siete leguas”.

Ese mismo día, por la noche, escuché en la televisión la respuesta que Mario Conde daba a una pregunta que se le hacía. Decía el famoso abogado del Estado, número uno de su promoción, que la clave de su fortaleza en los últimos años de adversidad, estando ya en la cárcel, había sido, precisamente, el distinguir entre su persona, unida inseparablemente a su dignidad de ser humano, y la situación en que se encontraba. Cuando era director general del Banco Español de Crédito tenía perfectamente asumido que tal cargo, con todo el poder que llevaba aparejado, era sólo una circunstancia, una vestimenta temporal de la que algún día tendría que despojarse su dignidad de persona humana y, de igual modo, cuando estuvo encarcelado también consideró que su dignidad personal debía permanecer incólume. Y que la condición de encarcelado estaba igualmente sometida a la caducidad mediante el mero transcurso del tiempo de una condena que un día finalizaría.

Aprendamos la lección. Antes de juzgar negativamente a los demás, preguntémonos a nosotros mismos: ¿cómo pensaría y me comportaría yo si hubiese desarrollado mi existencia en iguales circunstancias que esa persona que no piensa ni actúa como yo y a la que me atrevo a juzgar de forma no positiva? Si así obramos, seguro que hallaremos una explicación (la hay siempre) para esa persona que no piensa ni actúa igual que nosotros.

José Ochoa Gil

José Ochoa Gil es abogado y colaborador de “La Verdad” y el seminario “Valle de Elda”, y en Alicante con la revista trimestral “Punto de Encuentro”, editada por CEAM Parque Galicia.

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