Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Centenario del Hércules CF

El partido más accidentado del Hércules fue en Albacete en 1969

Fotografía: Perfecto Arjones.

El domingo 2 de marzo de 1969, por la tarde, el Hércules inscribió en su historia una victoria por 1-2 en Albacete, pero también la vivencia del que quizá haya sido el partido más accidentado en su historia centenaria. El motivo: la invasión del campo por parte de aficionados locales. Faltaban siete minutos para el final y el objetivo de quienes saltaron al césped, encharcado y resbaladizo por la lluvia previa al encuentro, era el de alcanzar al árbitro Jiménez Sánchez tras la expulsión de un jugador del Albacete —el segundo del equipo blanco en tener que abandonar el juego— que se negaba a salir, provocándose la entrada de la fuerza pública. Una decisión que excitó a la afición albacetense cuando su equipo perdía con el resultado que sería después definitivo, quedando en mayor desventaja ante el líder del Grupo sexto de la Tercera División, cuando esta categoría era realmente la del tercer nivel antes de existir la Segunda B.

Las imágenes de lo que ocurrió a partir de la expulsión quedaron grabadas en la memoria de un pequeño espectador: un niño alicantino de casi nueve años que acompañaba a sus padres como seguidores del Hércules. Entre el improvisado caos y los movimientos incontrolados, le quedó en el recuerdo la escena de un aficionado que entre todos aquellos que confluyeron desordenadamente en el terreno —espectadores, jugadores, policías, delegados— corría detrás del árbitro con el paraguas cerrado, apuntándole a la espalda como si fuera una lanza en ristre, mientras las fuerzas de seguridad se las veían y deseaban para contener la avalancha. En algún caso colaboraban incluso los jugadores visitantes que, quizá inconscientemente, interceptaban a perseguidores resueltos a agredir al colegiado.

El padre del niño tuvo una clara premonición: “Vámonos ya porque, cuando esto acabe, van a pinchar las ruedas a los coches con matrícula de Alicante”. Y así fue como aquella familia abandonó la grada sin esperar al pitido final, saliendo y dejando atrás la arquitectura del estadio Carlos Belmonte y el clamor del desorden, caminando con cierto apuro hacia una calle cercana, embarrada, donde aguardaba todavía intacto el Seat seiscientos en el que entraron, emprendiendo el viaje salvador en dirección a casa poco antes de que saliera el público. Como el partido, tras la prolongada interrupción, se reanudó hasta finalizarse, la familia pudo poner distancia sin consecuencias, apretando el conductor el acelerador del seiscientos cuando vio carretera por delante.

Aquel niño, como puede suponerse, era yo. Y al día siguiente mi padre, al regresar del trabajo con un ejemplar de Hoja del lunes de Alicante, nos contó lo ocurrido tras la fuga familiar: la crónica deportiva revelaba que el autobús del Hércules acabó apedreado, con cristales rotos, mientras que a varios coches con matrícula de Alicante se les había pinchado las ruedas.

He recordado ese convulso día futbolístico recientemente, casi por azar, al comentarle la experiencia hace días al amigo albacetense Javier López Galiacho, profesor del CEU San Pablo de Madrid, quien de inmediato me informó de que en su ciudad el encuentro tuvo resonancia y se instaló también como parte de la “memoria negra” del campo. “Mi padre me habló siempre de un partido que acabó como el rosario de la aurora y que fue un Albacete-Hércules; y una tía mía, esposa de un conocido y alto funcionario de Hacienda, contaba que esa tarde volvió descalza al centro porque perdió un zapato al tirárselo al árbitro”.

Ambiente lluvioso en el Carlos Belmonte el 2-3-1969 (Fotografía: Perfecto Arjones).

Preludio “cordial”, lluvia y césped encharcado

Y lo cierto es que no era previsible que el partido tuviera tan alto riesgo. La camaradería y respeto entre las dos aficiones —con el precedente del buen entendimiento en Alicante en su enfrentamiento de la primera vuelta meses antes— se ejercía en los preparativos de la jornada. Las directivas de los clubs coincidieron, por otra parte, en un almuerzo que calificaron de “cordial”, estando encabezada la junta del Hércules por su presidente Tomás Tarruella, empresario residente en Alicante que procedía precisamente de Albacete, posterior suegro de los toreros Dámaso González y Luis Francisco Esplá. Las representaciones de Albacete y Alicante, por tanto, convivían mezcladas en armonía. Al menos aparentemente. Después de todo para el equipo alicantino, tras su caída en picado desde la Primera División donde militaba dos temporadas antes, el máximo rival en Tercera en la temporada 1968-69 no era el Albacete sino el Cartagena, con quien mantenía un ajustado duelo que no se resolvería hasta la última jornada en la que ambos se jugaron el liderato en el campo de La Viña, encabezando el Hércules finalmente la clasificación, lo que le permitiría disputar la promoción de ascenso a Segunda.

Al llegar el partido de Albacete en la jornada 24, el equipo manchego se encontraba a cinco puntos del líder alicantino. El ambiente solo lo mermaba la lluvia fuerte caída dos horas antes, que dejó el campo impracticable a pesar del intento precipitado de drenar el césped en algunas zonas muy encharcadas. Desde la grada podíamos ver los esfuerzos de personal del club para desaguar espacios, lo cual no fue posible del todo.

El número de seguidores del Hércules en el Carlos Belmonte, estadio inaugurado en 1960 con capacidad para algo más de nueve mil espectadores, se calculó en unos tres mil, según las cuentas a ojo de la prensa, e incluso al salir los equipos, aclamados con el estruendo típico de sus seguidores, el cuadro alicantino posó un momento bajo una pancarta de leyenda amigable: “La Peña Herculana saluda a la afición de Albacete. ¡¡Aupa Hércules!!”. También era verdad que en lo alto de la grada, en la parte de las banderas de los equipos del Grupo, podía leerse otra con texto menos diplomático: “Albacete vencerá al once de la terreta porque en la tierra manchega no se admiten las pesetas”.

El Hércules CF que jugó en Albacete (Fotografía: Archivo J. A. Escribano).
Pancarta en la grada (Fotografía: Perfecto Arjones).

No obstante, nada hacía presagiar el choque tenso, polémico e incontrolado que, con el transcurso de los minutos, se iba a ir gestando poco a poco. Primero con la expulsión de Victorio, del Albacete, en el minuto 14, que dejó muy pronto en inferioridad a los anfitriones, después —y a pesar de adelantarse los locales en el marcador con un gol de Nieto— con el empate herculano de Araujo al empezar la segunda parte. El partido iba cambiando de mando y en el minuto 25 el delantero Matas recogió un rechace del portero albaceteño y marcó el 1-2, cundiendo el nerviosismo local en el terreno y en la grada. A los blancos se les iba el resultado y en plena tensión deportiva, encarándose el partido a los trances finales, la afición del Albacete entendía que el arbitraje estaba perjudicando a su equipo, protestando cualquier pitido en contra.

Invasión, cristales rotos, ruedas pinchadas

El estallido llegó al señalarse una falta contra el Albacete y dirigirse el delantero Sebas al árbitro con unas palabras, aplaudiéndole irónicamente, lo que significó que Jiménez Sánchez le expulsara sin dilación de manera enérgica. El jugador se resistía a salir y tuvo que intervenir la Policía. El ruido de la grada subió en volumen, algunos aficionados no se contuvieron y saltaron al terreno corriendo hacia el árbitro para agredirle, los efectivos de las fuerzas de seguridad tuvieron que entrar a contener lo que pudieran, y quienes permanecían en sus sitios improvisaron una segunda lluvia sobre el césped, pero esta vez de almohadillas. El partido permaneció detenido un tiempo mientras duró la invasión y el desconcierto. 

La fuerza pública entra en el partido (Fotografía: Perfecto Arjones).

“Nosotros intentamos parar a algunos, pidiéndoles que se tranquilizaran y explicándoles que aquello era solo un partido de fútbol”, recuerda Juan Antonio Escribano, lateral derecho del Hércules que contaba entonces con solo veinte años, compañero curiosamente de Sebas el año anterior en el torneo de la Copa San Pedro que ambos ganaron con el Español de San Vicente y a quien recuerda como un gran jugador que no era nada conflictivo. Desde el césped, Escribano vivió todo el desbarajuste que se creó en un momento, “y entre todo lo que pasaba lo que me llamó mucho la atención y me sorprendió fue ver a una mujer de unos cuarenta años que saltó al campo, vestida con un abrigo de pieles muy elegante, que también iba buscando al árbitro pero que resbaló y se dio un batacazo tremendo”. Entretanto el fotógrafo de prensa Perfecto Arjones captaba con su máquina todo un repertorio de fotografías que hoy son un testimonio gráfico impagable, hasta con imágenes de la retirada del árbitro y sus liniers custodiados por la Policía.

La crónica de Hoja del lunes de Alicante, firmada por Vidal Masanet, censuraba el comportamiento del público. Recuperada gracias a la colección del periódico que conserva el Archivo Municipal de Alicante, su titular destacaba la peculiaridad del partido: “El Hércules ganó al Albacete en el estadio Carlos Belmonte, escenario de un espectáculo deprimente”.

El relato periodístico recogía una relación detallada de sucesos que proporcionaba un testimonio nada edificante. “El espectáculo marginal al fútbol, aun cuando ocurriere dentro del terreno de juego, y en los graderíos, así como en los vestuarios, fue del todo deprimente, verdaderamente vergonzoso, increíble que pueda acontecer en un recinto deportivo”, decía.

Titulares de “Hoja del lunes” (Fuente: Archivo Municipal de Alicante).

El listado de improcedencias se exponía resumido, pero con información suficiente. “Hubo dos expulsiones —dos jugadores del Albacete—; orden de que el delegado del Hércules, señor Giner, vicepresidente, abandonara el foso (luego se le castigó prohibiéndole que saliera de la caseta herculana), hubo insulto a jugadores, invasión del terreno de juego; el meta reserva del Hércules, Parreño, recibió un banquetazo en el hombro, y cayó al suelo. Hubo —continuamos con el hubo— peleas en las gradas y a garrotazo limpio; el autocar del Hércules fue apedreado, y rotos cristales del vehículo; a muchos de los seguidores del Hércules les pincharon las ruedas, y averiaron los motores, y tuvieron que alquilar coches para regresar a Alicante. En la Comisaría de Policía de aquella localidad fueron presentadas denuncias”.

Y aún decía algo más de los sucesos. Aparte de criticar a un directivo del Albacete por comentar en la zona de vestuarios que el Hércules mantenía el liderato “por la sencilla razón de que se compran árbitros”, relataba —como añadidura— que lo ocurrido “obligó a la fuerza pública, terminado el encuentro, a una intervención tajante, porque los exaltados intentaban derribar la puerta de acceso a la caseta del árbitro destrozando también los ventanales exteriores”.  

En lo puramente futbolístico juzgó que el Hércules había sido superior en el segundo tiempo, mientras que el Albacete notó su agotamiento tras un notable primer periodo. El exjugador Escribano, que durante unos años ha sido presidente de la Asociación de Veteranos del Hércules, recuerda además que los jugadores cobraron de inmediato la prima de 2500 pesetas cada uno, que era la estipulada por ganar cualquier partido fuera de casa. De hecho, guarda una fotografía en la que aparece el tesorero Leopoldo Maciá entregándole el dinero en efectivo en el mismo vestuario. “Yo era el más rápido en ducharme y vestirme y por eso estoy en la foto recibiendo uniformado la prima, solo a falta de ponerme la chaqueta, mientras mis compañeros aparecen en calzoncillos”. Lo peor, indica, fue el regreso por la incomodidad vivida. “Viajábamos en un minibús regalo de la Peña Herculana, pero debido al aire que entraba por el hueco del cristal roto el trayecto de vuelta se nos hizo largo; era de noche y, aun cubiertos con mantas, pasamos mucho frío”.

El tesorero del Hércules entrega las primas en el vestuario (Fotografía: Perfecto Arjones).
Minibús del Hércules que fue apedreado (Fotografía: Archivo J. A. Escribano).

El árbitro, detenido

En otros tonos la Hoja del lunes de Murcia, en cuyas páginas se seguía muy de cerca la evolución del Hércules por su apretada pugna con el Cartagena, publicaba una crónica más breve del partido con información escueta sobre los incidentes. Firmada por su corresponsal albaceteño Emilio, señalaba que el equipo local tras el 1-2 era “frenado una y otra vez por las absurdas decisiones del colegiado”, recogiendo que la expulsión de Sebas “trajo consigo una bronca fenomenal y el partido estuvo interrumpido unos minutos”. No decía más sobre el altercado. Lo que sí llamaba la atención en la misma página era un pequeño recuadro con información emitida desde Albacete por Alfil. Con el título de “Jiménez Sánchez, detenido”, la nota resolvía en pocas líneas la suerte posterior del árbitro. “Por formular frases despectivas contra la fuerza pública, durante el partido de Tercera División jugado en esta ciudad entre el Albacete y el Hércules, de Alicante, pasó una vez finalizado el mismo a la Comisaría, el colegiado murciano señor Jiménez Sánchez, quien posteriormente ha sido puesto a disposición de la autoridad judicial”.

En la memoria de la afición albacetense, el colegiado Jiménez Sánchez fue el claro detonante de los incidentes. El periodista Paco Villaescusa, autor del libro De blanco a blanco, la Enciclopedia del Albacete Balompié 1939-2022 en el que reconstruye la historia del club, refiere que “el árbitro tuvo una actuación lamentable que provocó las iras de los jugadores locales y del público, se produjo una bronca monumental al final del partido y ahí perdió los papeles, insultando a la autoridad”. Y añade que su “venganza” contra el Albacete la expresó al redactar el acta del partido. “A los expulsados Victorio y Sebas (a quienes tuvo que sacar del césped la fuerza pública) les cayó una sanción de cuatro y tres partidos, con una multa de 1500 y 750 pesetas, respectivamente”. También anota que el Club fue sancionado con 20.000 pesetas y tres jugadores más —Nieto, Jerónimo y Amilibia— con 800.

El árbitro, máximo protagonista, escoltado por la Policía (Fotografía: Perfecto Arjones).

Por el Albacete jugaron ese día Camacho, Emilio, Madariaga, Estanislao, Sotoca, Victorio, Jerónimo, Nieto, Monroy, Amilibia y Sebas. La alineación del Hércules la formaron Rosas, Escribano, Murcia, Valbuena, Ravelo, Colomer, Juanito, Araujo, Marcos, Matas y Maxi. Todos ellos protagonizaron los lances de un partido histórico por accidentado e inusual, aunque el mayor protagonismo lo concentró el árbitro murciano. Tras la jornada, el Hércules seguía manteniendo el liderato del Grupo y el Albacete su quinta posición.



José Ferrándiz Lozano

Profesor universitario de Ciencia Política y miembro de la Junta Directiva de la Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios. Doctor en Ciencias Políticas y Sociología con Premio Extraordinario. Autor y coautor de varios libros, Premio internacional de Periodismo Miguel Hernández y Premio nacional AECPA de Ciencia Política. Exdirector del Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert y exdecano del Colegio de Politología y Sociología de la Comunidad Valenciana, ha colaborado en distintos medios de comunicación.

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