Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Trescientas... y pico

El novelista Tellado

Miguel Tellado (Fuente: Partido Popular).

Históricamente los ejércitos, al menos los ejércitos modernos, han tenido como dos grandes funciones. Una, y principal, intervenir en una guerra con un enemigo exterior, hacer frente a una invasión. La otra, más común de lo que se pueda creer, ha sido la de ser ellos mismos la espoleta de las guerras y conflictos interiores, las guerras civiles. De eso este país sabe mucho a lo largo de sus dos últimos siglos. Y no está claro en cuál de estos dos escenarios habría que situar las palabras del portavoz nacional del PP, Miguel Tellado, cuando pide abiertamente la utilización del Ejército para hacer frente a la previsible llegada masiva de inmigrantes este verano a las costas españolas. ¿Estamos en guerra contra los países, mayormente africanos, que expulsan emigrantes en nuestras costas? ¿Es más bien una cuestión interna?

Michel Houellebeck, seguramente el escritor francés más leído de este siglo, cargaba el pasado fin de semana contra las proféticas palabras de Manuel Macron alertando precisamente de que Francia caminaba peligrosamente hacia “una guerra civil”. No es que él —Houellebeck— esté en desacuerdo con el presidente francés, pues él mismo en una entrevista con el corresponsal del diario El País, Marc Bassets, vaticina que en Francia y tras las elecciones del pasado domingo 7 de julio “Pueden pasar cosas desagradables”.

La pequeña diferencia, claro, es que él escribe novelas, vive de escribir sobre lo que pasa en Francia, sobre la decadencia de su propio país, sobre el desgarro interno, sobre la distancia cada vez mayor con las élites, ese es su material de trabajo, pero el de un presidente se supondría —lo dice él también— es ofrecer seguridad, hacer ver que hay alguien al mando, no echar gasolina al fuego. De eso, más bien, parece van las palabras del novelista Tellado. De trasladar la idea de que aquí, al sur de los Pirineos, no hay nadie al mando para hacer frente a los cayucos. ¿Contra quién está en guerra Tellado? ¿Quién es el enemigo a abatir? ¿Son todos esos menores, niños y niñas, a los que su propio partido duda en si acoger en la península?

Cuando alguien con la responsabilidad del portavoz nacional del PP, cuyo partido ha gobernado este país y es previsible que más tarde o más temprano lo vuelva a hacer, decide deslizarse por esta peligrosa pendiente y pedir abiertamente que se eche mano de la Armada, una variante del viejo dicho de matar moscas a cañonazos, es que ese alguien debe pensar que las cosas han llegado a un punto de no retorno, estilo Vox o Fratelli D´Italia, pioneros su día en esto de pedir la intervención del Ejército en temas de inmigración.

La ministra de Defensa Robles en su visita el año pasado al contingente del Ejército español en Mali (Fuente: Moncloa).

Seguramente, cuando Tellado, el rotweiller del PP para toda gresca, exige al Gobierno que eche manos de todos los medios del Ejército no es porque internamente piense que tal medida vaya a servir para algo. Eso como que importa menos. Quizás solo se trate de cabalgar el desastre para acelerar su llegada al mando, no importa el precio, no importa el coste, no importa el desgarro. De hacer un Macron. O yo o el caos.

Creíamos —inocentes— que la política era el arte de solucionar los problemas básicos, cotidianos, de la gente corriente; o, que en el peor de los casos, se trataba de no acrecentarlos. Ahora sabemos —bueno, lo sabíamos hace tiempo pero hacíamos como que no nos enterábamos— que también hay una parte de los políticos cuya misión central es hacernos creer que las cosas solo pueden empeorar… siempre y cuando ellos, claro, no sean quienes estén al mando. Que su principal trabajo es hacer creer que el mundo que habitamos solo puede deslizarse por la pendiente del desastre. Ese es su mensaje. ¿Les suena? ¿Algún parecido con otros peligrosos personajes a los que casi mejor no nombrar?

Y así, caminando, caminando, seguramente habrá un día —si es que no hemos llegado ya— que alguien pida abiertamente que se utilice el Ejército propio contra muchos de nosotros mismos a los que previamente se les habrá declarado públicamente como enemigos. Al fin y al cabo todos y cada uno de nosotros somos — o hemos sido, o podremos serlo algún día— emigrantes. Ese es el drama. Que ya ni siquiera podemos estar seguros en nuestro propio país. Siempre, cuando las cosas se tuerzan, alguien estará autorizado a pedir que se eche mano del Ejército. De esa nebulosa venimos. A esa distopia parece nos acercamos con políticos haciendo de novelistas.

¡Al menos Manuel Macron no ha pedido —aún— la intervención del Ejército!

Pepe López

Periodista.

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