Vamos a ocuparnos de estudiar la vida y las obras de un gran facultativo jijonenco, el doctor Ayela (1879-1963), que realizó una gran labor en nuestra provincia con el máximo cuidado a los enfermos y que mereció por eso el homenaje de los alicantinos.
Una calle en Alicante lleva su prestigioso nombre, en el Pla del Bon Repós, y en Jijona, asimismo, tiene una bonita calle como merecido reconocimiento a este hijo de la localidad del turrón.
Escribe el notable historiador A. Campello lo siguiente:
“La historia de una ciudad se escribe no sólo con los acontecimientos de los que ha sido partícipe o escenario. A veces, las pequeñas anécdotas nos ayudan a situar a personajes ilustres en nuestro territorio cuya estancia pasa la mayoría de las veces desapercibida o su recuerdo se pierde en la noche de los tiempos. Estos episodios nos ayudan a coser la historia de la ciudad con personajes que nunca hubiéramos supuesto que pisaron nuestras calles”.
Y sin duda uno de nuestros ilustres personajes es el doctor Ayela, ejemplo para todos por su vida austera, su dedicación en cuerpo y alma a sus amados pacientes y un facultativo dotado de unos conocimientos científicos de primer orden y de ese “ojo clínico” que tanto ponderaba otro ilustre médico, el doctor Gregorio Marañón. Relacionado con Ayela hay un pequeño episodio que tiene por protagonistas al médico jijonenco Ladislao Ricardo Ayela y nada menos que al poeta nicaragüense Rubén Darío, cuyos caminos se cruzaron en Alicante en 1914. De todo ello nos ocuparemos más adelante.
Unos rasgos biográficos sobre el doctor Ayela
Según esbozó Antonio Coloma Picó en su obra Jijona. Gentes y paisajes y completó el cronista Bernardo Garrigós en Personatges del carrers de Xixona, Ladislao José Ricardo Ayela Planelles, don Ricardo, nació en Jijona el 27 de junio de 1879 en el seno de una familia humilde. Su casa natal estaba situada en el número dos de la calle Josep Hernández Mira.
Cursó sus estudios primarios en la Escuela de las Monjas de Jijona y el bachillerato en Alicante, en nuestro Instituto de Segunda Enseñanza. En 1894 marchó a Valencia a estudiar Medicina prosiguiendo la carrera en Madrid. Ya desde sus primeros años mostró su gran amor al estudio y pronto encontró su vocación en la Medicina, carrera que le permitiría conjugar dos aspectos de su personalidad: su humanidad y su amor al prójimo y la profundización en el dominio de las ciencias médicas.
En 1901, una vez finalizada con toda brillantez la carrera de Medicina, se estableció en Alicante donde montó su consulta. Pese al plantel de buenos médicos existente en la ciudad, el doctor Ayela logró abrirse paso gracias a su tesón y buen hacer, pero también a su ojo clínico. Entre estos doctores se encontraba Francisco Albero, con cuya hija contrajo matrimonio un año después de su llegada a Alicante. Ya casado con Enriqueta marchó de nuevo a Madrid a especializarse en cirugía. Tras ganar la plaza de la Beneficencia Municipal de Alicante se instaló definitivamente en nuestra ciudad.
Trabajador incansable, atendió a pacientes por toda la provincia, aún a expensas de tener que comer un bocadillo durante los desplazamientos para evitar la espera del enfermo en grave estado de salud. Todos estos desvelos aumentaron aún más si cabe su prestigio. Era tal su entrega que asistía gratuitamente a todos los jijonencos que acudían sin cesar a su finca de veraneo en busca de remedio para sus males.
Su compañero y gran amigo, el doctor Ángel Pascual Devesa afirmó que “Ayela es por sí mismo un agente terapéutico (…). Cuando se enfrenta con la dolencia, el mal se repliega “.
Escribe sobre él Antonio Coloma:
“Don Ladislao Ayela (Don Ricardo para todos) es sin duda el hombre más representativo de un pueblo cuyas virtudes de llaneza, constancia y honestidad le hicieron acreedor a la admiración y a la simpatía de cuantos lo conocieran”.
Fue Ayela durante años y hasta su jubilación médico cirujano de la Casa de Socorro y de la enfermería de la Plaza de Toros. Tal y como cita Coloma, en todos los años que pasó en el mencionado coso taurino, sólo hubo de certificar la muerte de un torero, Manuel Díaz Herrera —Minuto Chico, fallecido el 4 de septiembre de 1911 a los veinte años de edad—, de mortal cornada en la que la cirugía prácticamente no podía ya hacer nada. Su acertado y preciso bisturí salvó la vida de muchos toreros que actuaron en el coso alicantino y adquirió gran predicamento y admiración como cirujano de nuestra Plaza de Toros.
Fueron tales el respeto y la veneración que los jijonencos sintieron por su ilustre paisano que no dudaron en homenajearle en varias ocasiones. Igualmente se ganó la admiración de los capitalinos. Más adelante daremos el detalle de los homenajes recibidos por nuestro doctor, tanto en Jijona como en la capital provincial.
Don Ricardo Ayela fallecería en nuestra capital provincial el 16 de julio de 1963, y en su entierro estuvo rodeado del cariño entrañable de todos los alicantinos. La prensa local se haría amplio eco de su fallecimiento. Los pacientes quedaban huérfanos de ese “padre” científico y humano que era Ayela.
Rubén Darío y Alicante
¿Cómo podemos relacionar al gran poeta de Nicaragua con Alicante y con Ayela? Veamos.
El nombre de Rubén Darío es conocido por todos y plasmar aquí su biografía sería redundar en lo ya escrito por otros autores más versados en asuntos literarios. Pero antes de entrar en la anécdota que cruzó los caminos de ambos biografiados recordaremos brevemente los homenajes que ha rendido Alicante a la figura del poeta nicaragüense por ser estos bastante desconocidos.
El primero se produjo en 1955, cuando la Corporación Municipal le dedicó una pequeña calle en el hoy denominado barrio de Miguel Hernández.
El segundo homenaje tuvo a Alicante como receptor del mismo. Me explicaré. En el año 1974 el cónsul general de Nicaragua en España, Pedro Peñalver, cedió a nuestra ciudad un busto de Rubén Darío para que fuera instalado en un parque público. Se trataba de una escultura en bronce realizada por el escultor Santiago de Santiago que fue instalada en lo alto de un pedestal. El 24 de julio de ese mismo año el propio Peñalver, acompañado del embajador de Nicaragua, Justo Sansón, y del alcalde Francisco García-Romeu procedieron a descubrir el busto en los jardines de la Plaza del Teniente Luciáñez, hoy Paseíto de Ramiro.
El progresivo abandono del Paseíto y los ataques vandálicos que sufrió el monumento llevaron a su retirada definitiva en el año 1985. En 2009 fue incluido en el Plan de Rehabilitación de Esculturas y fue recolocado de nuevo el 11 de noviembre de ese mismo año en la nueva plaza.
El encuentro de Darío y Ayela
En 1914 Rubén Darío dejó París para instalarse en Barcelona, donde publicó Canto a la Argentina y otros poemas. Sus problemas con el alcohol ya le habían causado una cirrosis atrófica que acabaría con su vida dos años más tarde. A instancias de Daniel Alarcón, el poeta pidió cita para una consulta al doctor Ayela. Rubén Darío se había instalado en Alicante, concretamente en el número 55 de la calle San Fernando. Se trataba de la residencia de Ricardo Trigueros y su esposa Julia Contreras, hermana de Rafaela, primera mujer de Rubén Darío y madre de su único hijo. Gracias a las gestiones de la familia política de su cuñada lograron la recomendación para acudir a la consulta del doctor Ayela. Daba así Ayela cumplimiento a una carta que el escritor nicaragüense había dirigido al doctor jijonenco a fin de que le diera cita para que le atendiera sobre la dolencia que padecía Rubén Darío. Según contó el cronista de la provincia, Vicente Ramos, en un conocido diario madrileño, nada se sabe de lo que le recetó el médico jijonenco puesto que nada trascendió. Seguramente el “ojo clínico” de Ricardo Ayela vio que el final del poeta estaba ya muy cercano.
Daremos unas pinceladas siquiera sobre Rubén Darío, el paciente de Ayela y el visitante ilustre de la capital del Benacantil.
Como es de lamentar, en nuestra ciudad apenas se tiene un recuerdo del paso de Rubén Darío por Alicante, ni siquiera de su monumento. Pero sería muy loable el poner cierto remedio y hacer un acto de justicia. ¿Quizás algún día veamos una placa conmemorativa en la calle San Fernando, donde residió fugazmente? Lanzo al aire la idea y la pregunta y ojalá no caigan en saco roto.
Algunos rasgos biográficos de Rubén Darío
Rubén Darío (Metapa, República de Nicaragua, 18 de enero de 1867 – León, República de Nicaragua, 6 de febrero de 1916) puede ser conceptuado como un genio de la literatura. Este poeta, periodista y diplomático, está considerado como el máximo representante del modernismo literario en lengua española. Su nombre completo es Félix Rubén García Sarmiento. Su familia paterna era conocida como los Daríos, y por ello adopta apellidarse Darío.
Cursa estudios elementales en León (Nicaragua). En Chile amplía sus conocimientos literarios con lecturas que influyen mucho en su trayectoria poética como los románticos españoles y los poetas franceses del siglo XIX.
En España, el autor despierta la admiración de un grupo de jóvenes poetas defensores del Modernismo como Juan Ramón Jiménez, Ramón María del Valle-Inclán y Jacinto Benavente. En 1902, en París, conoce a un joven poeta español, Antonio Machado, declarado admirador de su obra.
En 1905 se desplaza a España como miembro de una comisión nombrada por el gobierno nicaragüense, con el fin de resolver una disputa territorial con Honduras. En 1914 se instala en Barcelona donde publica su última obra poética de importancia, precisamente Canto a la Argentina y otros poemas como ya expusimos antes. Es precisamente en esta época cuando Rubén Darío visita la ciudad de Alicante.
Al estallar la Primera Guerra Mundial viaja a América y, tras una breve estancia en Guatemala, regresa definitivamente a León (Nicaragua), donde fallece.
La estancia en Alicante de Rubén Darío
Hay una interesante y poco conocida conexión entre el doctor Ayela y Rubén Dario. Veamos cómo fue.
En el año 1914, Rubén Darío acude a la consulta del doctor Ayela, en la calle San Fernando de Alicante. Sabemos que el facultativo tenía consultas tanto en la capital lucentina como en su Jijona natal, alternando ambas. Eran unas consultas sumamente concurridas.
En ese año, el poeta nicaragüense reside en la Ciudad Condal y a él le llegan noticias de la fama de nuestro doctor y piensa que le puede tratar de su enfermedad. Había llegado a sus oídos ese prestigio de Ayela y de su acertada intuición inicial de las dolencias del paciente. Rubén Darío no se lo pensó dos veces y acudió presto a Ayela para que le diera el tratamiento adecuado y así poder paliar, al menos, su enfermedad degenerativa. Depositaba Rubén Darío sus esperanzas en nuestro doctor y pensaba que Ayela pondría al menos un cierto remedio a su maltrecha salud.
Así mismo, en ese año escribe el gran poeta su magna obra de exaltación al pueblo hermano argentino, que es su última composición literaria de importancia poco antes de su fallecimiento, que sucedería dos años después, en 1916. La obra estuvo editada por Mundo Latino y con ilustraciones del artista Enrique Ochoa.
Escribe Rubén Darío:
“Oíd el grito que va por la floresta, de mástiles que cubre el ancho estuario, e invade el mar, sobre la enorme fiesta…”.
Su obra estuvo editada en Madrid, y constituye el volumen noveno de sus Obras Completas.
El doctor jijonenco recibe y atiende al gran poeta y le prescribe cuidados paliativos, pues poco se puede hacer, en determinadas ocasiones, por parte de la ciencia médica. Queda Rubén Darío muy agradecido por el trato y la amabilidad con que le atiende Ayela. La estancia en nuestra ciudad es breve pero intensa y este hecho es muy poco conocido, pese a la importancia del personaje y su trascendencia literaria. Ese monumento en el Paseíto de Ramiro recuerda la estancia del escritor americano en nuestra querida Lucentum, expresión clara del reconocimiento de nuestra ciudad, por modesto que sea, por la visita de tan insigne poeta de allende los mares.
Homenajes recibidos por Ayela
El doctor Ayela fue objeto de varios homenajes, tanto en su Jijona natal como en Alicante, y aquí reseñaremos los más importantes y conocidos.
En la ciudad de Jijona, en julio de 1929, siendo alcalde Eloy Coloma, la corporación acordó dar su nombre a la entonces calle del Loreto. El 31 de diciembre de 1930, tres meses y medio antes de la caída de la monarquía, el alcalde Luis Rovira inició los trámites para realizar un gran homenaje a Ayela que culminaría el 11 de septiembre de 1932, ya en la etapa republicana, con el descubrimiento de su estatua, realizada por el alicantino Vicente Bañuls Aracil y que desde ese momento preside la Plaça. Vicente Bañuls fue un gran admirador de nuestro doctor.
El día anterior Ricardo Ayela fue nombrado Hijo Predilecto de Jijona. Por desgracia, la placa conmemorativa instalada en su casa natal de la calle Josep Hernández i Mira desapareció en fecha reciente al derribarse el mencionado edificio. Al modificarse en 1998 los nombres de las vías públicas de Jijona, su calle pasó a denominarse carrer L. J. Ricard Ayela. La estatua del doctor está situada cerrando la Avinguda de la Constitució y representa en piedra a Ayela en cuerpo completo, caminando.
También la ciudad de Alicante se acordó de nuestro facultativo, como no podía ser menos, por su dedicación médica en nuestra ciudad. El Ayuntamiento de Alicante acordó, el 30 de marzo de 1927, dar el nombre del doctor Ayela a una calle del Pla del Bon Repós, adelantándose por tanto dos años a la distinción jijonenca.
Cualidades del doctor Ayela
Esa humildad y bonhomía que despedía el doctor, eran factores muy positivos, inspiraban fe absoluta en el facultativo y suponían unos factores clave en la curación del paciente, por el espíritu positivo que les transmitía. Nuestro doctor era muy querido por sus pacientes, tanto de Jijona como de Alicante, que en sus consultas tenían, como decíamos, plena confianza en esa empatía. Su caridad y atención a los pobres podían considerarse como unas de sus mayores virtudes.
En la estatua a Ayela de Jijona, un monumento que se encuentra situado sobre un promontorio y en una pequeña zona ajardinada que da acceso al centro escolar Eloy Coloma, en la parte derecha del pedestal están escritas las siguientes palabras: probidad, ciencia, altruismo. A la izquierda figuran las palabras: bondad, modestia, caridad. Y a fe que estas son algunas de las principales virtudes del doctor Ayela. Tenía probidad y su persona infundía respeto a la vez que confianza, tenía ciencia (su preparación científica era muy alta), era además altruista y desprendido y no pocas veces no cobraba nada o muy poco por sus servicios, si el paciente era una persona necesitada… Tenía un carácter bondadoso y nunca se enfadaba pese a algunas contrariedades. Su modestia era proverbial pues era un hombre sencillo, pese a su gran valía, y no alardeaba de conocimientos pese a ser estos muchos. El espíritu de caridad era algo consustancial con su pensamiento y sus acciones.
Escritores y estudiosos del tema
Sobre diversos aspectos relativos al doctor Ayela, se ocupan distintos escritores. Mencionaremos algunos de los más destacados estudiosos de su figura o de aspectos eminentes con ella relacionada. No son todos, pero a fin de no hacer exhaustivo nuestro trabajo, efectuaremos una cuidada selección. Citemos a: Pascual Rosser Limiñana, Antonio Coloma Picó, A. Campello, Bernardo Garrigós (La estatua del doctor Ayela, Personatges dels carrers de Xixona), Claudio Beltrán, J. Calduch Cervera, A. Martí, J. Oliver Mayor, A. Sempere Pascual, David Rubio, F. Galiana, Maru González Escudero, A. Martínez Medina, M. Zaragoza, Pacorrillo, redacción de Alicante Plaza (La olvidada visita de Rubén Darío al doctor Ayela), equipo de Wikipedia, Made in Jijona, El Luchador, Diario de Alicante…
Vuelves, con acierto, a confortarnos con tu hacer Alicante trayendo extraordinarias memorias de alicantinos ilustres. Feliz Navidad y un venturoso año nuevo,
MUCHAS GRACIAS Y FELIZ AÑO.