Ramón Fernández “Palmeral”, polifacético artista multidisciplinar (pintor, investigador literario, ensayista, novelista y poeta), es una persona inquieta, imposible de serenar su espíritu siempre activo: hoy escribe, mañana pinta, luego investiga, da una conferencia, está presente en la Senda del Poeta o hace un reportaje gráfico con su cámara compañera. Hoy presentaré al “Palmeral” pintor a través de una exposición de su colección de óleos titulada “Intelectualismo”.
Cuando alguien como el que escribe mira un cuadro, trata de verlo a través de la fibra poética que hace vibrar las emociones asumiendo músicas, sonidos de bosque, sentimientos expresados por los gestos o el rictus facial de los personajes. Cuando los cuadros son un compendio de imágenes que parecen inconexas porque el autor así lo ha querido, por mero automatismo, desactivando la razón para dejar fluir las emociones transformándolas en imágenes, formas, texturas y colores, solo queda abrir los ojos del subconsciente para poder interpretar desde el campo onírico del surrealismo y traducir al lenguaje cotidiano las imágenes inconexas que produce el mundo de los sueños. Y eso es lo que he tratado de hacer con estos óleos de Ramón Palmeral.
Palmeral y su “Intelectualismo”
Todo el que se planta ante un cuadro con la intención de observarlo, es éste el que, con la magia que el pintor ha proporcionado, le atrae, le arrastra a su interior, a vivir dentro de su escena o saborear los rasgos de los protagonistas encuadrados en el lienzo.
En el caso de esta colección de pinturas que Ramón Palmeral denomina “Intelectualismo”, el proceso que surge ante el espectador es otro: las formas de vida que en los cuadros aparecen, tanto vida humana como vida de la materia que cobra aliento y vive, no espera a que el observador llegue con la mirada a sentir el ánimo que expresan sus trazos, no; son las mismas imágenes las que dan un salto de sus cuadriláteras moradas para ir en busca del espectador e invadir sus emociones con el lenguaje transgresor de las contraposiciones del color, de las arriesgadas formas que se deforman para adquirir nueva forma, y renacer de nuevo a la vida en una distinta realidad.
Las figuras humanas de esta nueva dimensión emiten sentimientos a través de los rasgos de sus caras o de los gestos de su cuerpo que, aunándose en perfecta simbiosis con la atmósfera de cariz onírico, muestran en lenguaje pictórico el cúmulo de realidades que el tamiz de Ramón Palmeral canaliza, entremezcla y sintetiza para ofrecerlo transformado en arte. No son imágenes plasmadas, son seres vivos que invitan a vivir al espectador en su mundo y le hacen sentir cómplice de la escena que relatan. Los edificios en movimiento no son empujados por el viento como árboles que se aferran a la tierra con las manos de sus raíces para no ser llevados, sino que son ellos mismos los que inventan su propio movimiento para protagonizar la escena que se ha plasmado de su propia vida, es decir, se sienten actores en un escenario en el que viven y marcan su realidad. En algunos de sus cuadros aparecen como señal de gratitud edificios, construcciones, elementos del paisaje urbano de la ciudad que le recibió, le acogió y le adoptó como uno más de sus hijos, Alicante, como es el caso de “La Arquitecta”, “La Alicantina” o “La Rambla”.
En otros como el denominado “Intelectualismo VIII”, plasma su idea del dominio de la mujer sobre el hombre, representado por una mujer con montera que abraza desde las astas la cabeza de un toro con pelo es su cabeza, bigote y labios humanos que representa al hombre dominado y al que introduce su mano izquierda en un ojo en señal de posesión completa dominándole cerebro y corazón.
En el cuadro titulado “Intelectualismo XI”, Palmeral hace un homenaje a las personas invidentes mostrando su belleza y su sensibilidad mediante un hermoso rostro de mujer y una inscripción al fondo donde se lee: “Poesía eres tú”. Pero, para poder andar, siempre es necesario un primer paso, y para poder adentrarse en este nuevo sendero que Ramón Palmeral ha acuñado es necesario una primera experiencia creadora. Y esa primera visión transformada por los pinceles se llama “La Extraterrestre”, cuadro en el que aparece como queriendo expresar que ese novedoso itinerario pictórico llamado “Intelectualismo”, como germen creativo, nace de otro mundo distinto al cotidiano, el mundo de la imaginación, y cuya fuente de inspiración es transportada por el ovni o platillo volante que la hace llegar en forma de ser de otro planeta. Ese planeta es el mismo Palmeral.
Figuras, geometrías cúbicas, colores y una leve caricia de surrealismo hay en las escenas producidas por el ingenio de la mente inquieta de Palmeral que, apagando su consciencia, deja fluir las emociones que nacen directamente del mundo que emana de las sensaciones que sus sentidos han ido alimentando en su interior.
“Peritoenlunas”
Este óleo sobre lienzo de Ramón Palmera titulado “Peritoenlunas”, como homenaje al poeta alicantino de Orihuela Miguel Hernández, que Ramón siempre lleva en el corazón, es el cuadro de mayores dimensiones de este pintor, 92×142 cm.
En este cuadro, el artista muestra claramente la otra gran vertiente por la que discurren las cristalinas aguas de su ser creativo: la poesía. Este lienzo representa, a través de senderos oníricos, la interpretación vital de un poeta que ama la vida y se indigna ante las injusticias que la humanidad arrastra intrínsecamente hasta que llegue (todo buen poeta lo cree, que en la línea paralela que siempre marca el horizonte entre el mar, murmullo de libertad, y el cielo, brisa de amor y respeto), el momento utópico de la liberación de la metáfora maligna del espíritu del hombre, que muchas veces sale a relucir en la misma dinámica de la relación humana, del patético enfrentamiento entre pueblos o la dominación violenta sobre las vidas de los “otros”.
Este óleo, enclavado dentro del puro “intelectualismo palmeriano”, narra la esencia íntima de los pueblos representados en un elemento tan popular que los une con su pasado y sus tradiciones como es la cabra (animal que es santo y seña del poeta de Orihuela, por su oficio), que sustenta la base del cuadro y de la vida, simbolizada por la mujer con los dos tomates en sus senos (savia y alimento), metáfora de la madre tierra o de la madre naturaleza, que lame en forma de caricia dicho animal, agradecido por darle la vida y lo esencial para crecer, y le muestra su amor por poder vivir en paz. De ahí que la otra cara de la cabra (con cornamenta defensiva) quiera engullir la mano y el arma homicida, que es la espada, para liberarse al fin de los que siempre empujan al pueblo a la guerra, que emplean como peones a las gentes, que en las contiendas siempre son los inocentes, los que llenan las tumbas. Esta dicotomía muerte/vida, que siempre está presente en el ser humano, es como una moneda de dos caras mostrada en el rostro humano que aparece en la parte inferior izquierda exhibiendo parte de su calavera.
Pero los sueños de la luna, que se representa tenue en el centro de la escena, marcan la utopía de la llegada del tiempo en que la base de la existencia del ser humano sea otra: la tolerancia y el respeto. Y éstos, encarnados por la mujer representada en la manzana y el hombre en la pera, unidos en estrecho lazo a través de la inteligencia que aparece en forma de ajedrez (en la parte superior derecha del cuadro) y ésta, encaminada por los senderos del arte (figurado en la señorita de Avignon, tributo a Picasso), den a luz a un estado de bienestar general que se consolide en todo el planeta. Ese soñado día en el que la deseada paz del hombre se deslice cubriéndolo todo está reflejado en la gran copa transparente con la que se ha de recitar el brindis del triunfo del hombre, dejando que se inunde de la luz de los destellos amarillos y rojos en los que se sustenta la copa y que representan el amor.
Todo esto está representado de forma tranquila, relajada, sin acritudes, soñado de forma pacífica en pleno sueño de escenas entrelazadas. Un sueño de respeto, de tolerancia y de paz donde las personas anónimas representadas en la sencillez de la cabra, que forman las naciones, pasan a ser tenidos en cuenta, a ser importantes. Ese necesario cambio de mentalidad viene representado por el pene que aparece más arriba de una de las cabezas de la cabra, la que agradece a la mujer (naturaleza) y que esparce su esperma hasta aparecer dentro de la vagina que figura en el centro, sobre la unión de los dos cuerpos de la cabra. Indicaría la germinación de una nueva visión social en la que el conjunto de las personas sostienen el báculo de la dignidad, que es el que aparece sobre el animal, dividiendo el cuadro en dos mitades: la inferior, que marca la vida, la tierra, la naturaleza, el ser humano, la lucha y la muerte; y la parte superior, que representa la inteligencia, el arte, la utopía, lo sublime del hombre y la mujer representados por la pera y la manzana unidos a una luna nueva que aparece creciente y destaca por sus protuberancias con las que refleja una nueva ilusión.
Las alpargatas del poeta
Este lienzo sintetiza una visión onírica que Palmeral hace sobre Miguel Hernández del que ha realizado diversos estudios, ensayos y conferencias.
La pirámide tiene un significado especial desde la época de los egipcios, era el lugar que iba a proteger el cuerpo y las pertenencias del faraón. La conexión de su alma con el más allá. Era la escalera al cielo para los difuntos. Por lo tanto, el significado en el cuadro queda claro: la pirámide ensangrentada en la escena marca el presentimiento que tiene sobre su muerte el poeta, que está próxima. La pirámide pretende proteger el sufrimiento del hombre acurrucado sobre sí mismo y en forma fetal, como buscando la postura en la que se sentía resguardado de todo agente dañino y era atendido y colmado de todas sus necesidades (tiene un tomate debajo, que ya interpretamos que era la savia, el alimento) en el vientre de la madre. En el cuadro se sintetiza perfectamente la visión de Miguel: hombre enraizado en la tierra, simbolizado en las alpargatas; y hombre de intelecto creativo y de valor poético que transciende en el tiempo, en su cabeza. Por eso aparece protegida la cabeza, como un tesoro que se quiere resguardar.
Pero volviendo a la pirámide, está colocada entre la tierra y el firmamento, representando la escalera que le llevará al más allá; que le subirá al cielo estrellado de los poetas y será reconocido como otro faraón de las letras cuando atraviese la puerta piramidal que aparece entre las nubes.
Quisiera comentar también la intencionalidad del pintor al añadir, a espaldas de la imagen del hombre agazapado y recluido en sí mismo, la representación de una alambrada ensangrentada, que simboliza la agresión a la libertad del hombre en su conjunto y, según Palmeral, un detalle en recuerdo de las personas que anhelan una mejor vida en Europa y se ven atrapados en las alambradas de Ceuta y Melilla.
Las tres huríes del sultán de Granada
El afán inquieto de Palmeral, que hace que su mente bulla de ideas, nos presenta en “Las tres huríes del sultán de Granada” una composición formada por cuatro cuadros que se puede presentar, como lo ha hecho, por separado, o en su conjunto, formando un todo encajado perfectamente como piezas de puzle.
Este cuadro múltiple nace del entusiasmo y la admiración que surgen en Ramón Palmeral como sentimiento romántico por el mundo musulmán de Al-Andalus, que le deja fascinado, y por la impresión plástica que le generan en sus retinas y en sus sueños multicolor sus viajes a Granada.
Palmeral se alimenta de la cultura nazarí e impregna de formas, elementos y fantasías de la idílica promesa de recompensa del paraíso musulmán (a quien en esta vida terrenal se lo ha ganado y merecido), esta composición creativa en la que se permite, en regocijo, regalar a un sultán de Granada tres bellas huríes, de forma premonitoria, que le harán las delicias en la otra vida o disfrutarlas si ya ha llegado a los jardines que Alá le tenía reservados. Estas doncellas, que tienen el don de la eterna juventud y estaban dotadas de toda suerte de encantos, simbolizan para algunos musulmanes la eterna bienaventuranza. Las mujeres encontrarán a los ghilman (en singular el ghulam), que son, según la tradición islámica, jóvenes eternamente célibes que estarán al servicio de las mujeres justas cuando éstas lleguen al paraíso.
La primera hurí presenta la copa y los alimentos que simbolizan el disfrute de las bebidas y de los manjares de los que disfrutará en forma de banquetes extraordinarios, llenos de olores y sabores que enriquecerán el paladar del sultán. Al fondo a la derecha plasma el pintor uno de los lugares más importantes para el mundo musulmán, como en el mihrab, que es la hornacina que en las mezquitas señala el sitio hacia donde han de mirar los que oran por estar orientado hacia La Meca.
La segunda hurí, a la derecha, representa el amor, con todo su fuego y toda su pasión; se muestra acostada, suspendida en el aire, con los brazos extendidos que levitan sin fuerza en muestra de entrega total. Al fondo, se representa un patio árabe, con su verde jardín y el frescor del agua en su centro.
La tercera hurí plasma el deseo de entretenimiento de la mente y la imaginación, cargada de delicadeza y de ingenio para contar bellas historias en forma de cuentos, cuyos personajes surgen tras de ella emanados de una lámpara maravillosa y ambientando la escena, la imagen de una construcción con arcada de cuento de “Las mil y una noches”.
La cuarta parcela de esta composición es donde se muestra la seña de identidad de Palmeral, la humilde hortaliza, enraizada en la humildad “hernandiana” de poeta del pueblo, los dos tomates y el pimiento. Aparece una estrella de seis puntas, la estrella de David, tomada también por el mundo islámico, que simboliza, con sus dos triángulos perfectamente ensamblados, la unión entre Dios, el triángulo que apunta hacia el cielo y el hombre, el que apunta hacia la tierra. Además, aparece una lujosa alhama (baños árabes) para continuar con el clima de ensueño árabe que enmarca toda esta composición.
A modo de conclusión de este recorrido por la obra pictórica de esta colección que Ramón bautiza con el sugerente nombre de “Intelectualismo”, diremos que el arte es el camino paralelo que los hombres y mujeres con talento utilizan para crear nuevas perspectivas, que la dinámica del ser humano en su paso por la vida, junto con los avances científicos, sociales y filosóficos hacen evolucionar a la humanidad. Ramón Fernández Palmeral es un inquieto artista que quiere contribuir a esta realidad dejando reconocible su huella, y se puede detectar: “Esto es un Palmeral”.
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Gracia amigo Juan por esta magnífica reseña de mi serie intelectualismo. Has descubierto cosas que yo mismo no vi en mi época figurativa. Efectivamente has acertado completamente en definir el intelectualismo como una impresión del intelecto captado en un segundo y transformado en materia plástica, es decir pasar del intecto onírico a la materia. Gracias de nuevo a ti y al estupendo trabajo de maquetación de Hoja del lunes.
Ha sido un placer, Ramón. Como placer ha sido ir colocando cada cuadro en su lugar correspondiente del texto. Ya sabes que me causó una grata impresión contemplar en su día la exposición en la Asociación de Artistas Alicantinos, como comenté el lunes pasado en la entrevista que nos hicieron en Terreta Radio sobre mi último poemario al hablar de la portada del libro que es ‘La Rambla’, uno de estos cuadros.
Un abrazo
Juan Antonio: Has desentrañado, con hermosas palabras, las esencias pictóricas e intelectuales de nuestro común amigo ‘Palmeral’, uno de los grandes humanistas alicantinos, un ‘rayo que no cesa’ en su afán de engrandecer el panorama cultural de la provincia. ¡Enhorabuena!
Gracias, Ramón. Fue una interesante y grata experiencia bucear entre colores y formas para extraer la esencia de cada cuadro según mi interpretación.
Un abrazo
Grandioso estudio muy pormenorizado de todos los cuadros de Ramon, a través de este gran artículo se Juan A Urbano llegamos a profundizar en el universo pictórico de Ramón Palmeral tan lleno de colorido , símbolos y esas pinceladas que son palabras que llegan al corazón y nos arrastran a su mundo ten lleno de emociones y de sentimientos .
Gracias por este gran artículo
Muchas gracias, querida Pilar, por la parte que me toca. La verdad es que ha sido un placer escribir sobre esta interesante y atractiva exposición que hablaba sola.
Magnifico trabajo. Enhorabuena a los dos Urbano y Palmeral.
Julio Calvet
Muchas gracias, Julio. Me alegra que te haya gustado.
Gracias Julio, Urbano además de poeta es un excelente crítico de arte y por, supuesto, amigo de sus amigos.
[…] Pasados los años y en Alicante en 1999, me apunté a la Asociación de Artistas Alicantinos en García Morato, su presidente era el maestro Fernando Soria, yo iba mucho a su casa de la calle Cervantes, de San Juan; luego vendió esta casa y compró un piso en el centro de San Juan. De Soria aprendí muchos consejos, y me contaba su experiencia de la época que pasó en París. En una exposición que me presentó en el Ateneo en el año 2002, me dijo “Tú pintas muy bien, pero yo no veo a Ramón por ninguna parte”. Se refería a que yo no tenía un estilo personal y empecé a crear el “intelectualismo”. […]
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