Recientemente, el Ministerio de Universidades ha actualizado el número de estudiantes de grado en las universidades españolas, alcanzando un total de 1 077 830 alumnos, de los cuales el 78,2 % están matriculados en universidades públicas. De todos estos estudiantes, sólo el 18,5 % están cursando estudios de ingeniería o arquitectura. En la Comunitat Valenciana, los resultados son similares: del total de 136 402 estudiantes matriculados en nuestras universidades, sólo el 21 % cursan estudios de ingeniería o arquitectura.
A partir de la ingente información existente en la web del Ministerio, el Instituto de Graduados en Ingeniería e Ingenieros Técnicos de España (INGITE) ha elaborado un detallado informe sobre la situación de la ingeniería en nuestro país, con una conclusión muy clara: el número de matriculados en ingeniería ha caído un 37 % desde 2002, mientras que la proporción de estudiantes en esta rama ha disminuido del 24 % al 13,72 % del total universitario en 2023-2024, un porcentaje incluso menor que el 14,06 % que ocupaban en el curso 1985-1986.
A pesar de que las bases de datos del Ministerio de Educación, Formación Profesional y Deportes no permiten discernir entre estudiantes matriculados bachilleratos científico-tecnológicos frente a otros, numerosas fuentes indican también un descenso en el número de estudiantes que cursan asignaturas de matemáticas y física en los estudios preuniversitarios. La tendencia es clara: los jóvenes están optando por estudios menos exigentes y más alejados de las disciplinas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas), una elección que tiene implicaciones serias para el desarrollo de nuestro país.
La creciente demanda de profesionales cualificados en áreas tecnológicas, tanto en España como a nivel global, subraya la importancia de revertir esta tendencia. Según las conclusiones del Observatorio de la Ingeniería de España, en nuestro país se necesitarán al menos 200 000 nuevos ingenieros en la próxima década para satisfacer las demandas del mercado laboral. Sin embargo, la falta de graduados en estas disciplinas está ralentizando el avance en sectores clave como la innovación tecnológica y la industrialización, elementos esenciales para mantener la competitividad en una economía globalizada. Actualmente, España se sitúa en el puesto 40 de 67 países en competitividad global, según el IMD World Competitiveness Center, con un continuado descenso en posiciones desde 2020. Este dato refleja un retroceso significativo frente a otras economías avanzadas, que invierten en la formación y retención de talento cualificado en disciplinas tecnológicas.
Las carreras de ingeniería son percibidas como altamente exigentes, especialmente entre la Generación de Cristal, a menudo descrita como jóvenes más sensibles emocionalmente y menos tolerantes a la frustración, el rechazo o la crítica y donde sus pequeños esfuerzos parecen hazañas. En España, estos estudios registran tasas de abandono cercanas al 50 % en los primeros cursos y tasas de graduación inferiores al 50 % (proporción de estudiantes que completan sus estudios en el tiempo previsto o con un año adicional). Aunque estas titulaciones destacan por ofrecer algunos de los salarios iniciales más altos en comparación con otras disciplinas, el estancamiento salarial en los últimos años, combinado con la elevada carga académica, ha reducido su atractivo entre los jóvenes. Además, la desconexión entre la oferta educativa y las demandas del mercado laboral ha intensificado el problema. Mientras otros países trabajan para alinear sus sistemas educativos con las necesidades tecnológicas, en España la proliferación de grados en ingeniería menos rigurosos (con 1107 nuevas titulaciones de ingeniería implantadas en los últimos años) ha contribuido a diluir la percepción del valor de estas carreras, complicando aún más la captación de talento hacia estas disciplinas estratégicas.
El alejamiento de los jóvenes de las disciplinas STEM pone a España en una posición de desventaja frente a las principales economías del mundo. Países como China, Estados Unidos, Alemania o Japón han priorizado la educación científica y tecnológica, conscientes de que estos sectores son motores del crecimiento económico y la innovación. España, en cambio, corre el riesgo de quedar rezagada, dependiendo del talento externo para cubrir sus necesidades tecnológicas.

La solución a este problema es compleja y exige un enfoque multifacético, especialmente en un país con un sistema educativo tan descentralizado y marcado por prioridades políticas cambiantes que, a menudo, carecen de un rumbo claro y generan incertidumbre. A pesar de estas dificultades, es posible plantear algunas acciones generales que podrían contribuir a abordar esta situación:
- Fomentar las vocaciones STEM desde edades tempranas: Es esencial despertar el interés por la ciencia y la tecnología en la educación primaria y secundaria, mostrando a los estudiantes las oportunidades y beneficios de estas carreras.
- Adaptar la oferta educativa y la duración de los estudios a las demandas del mercado laboral: Las universidades deben modernizar los programas de ingeniería, garantizando que los estudiantes adquieran las competencias necesarias para competir en una economía digital y global.
- Valorar y comunicar el impacto social de la ingeniería: Es fundamental resaltar el papel de los ingenieros como agentes del cambio en una sociedad en constante evolución tecnológica.
- Incentivar económicamente a los profesionales STEM: Este es un aspecto que directamente regula el mercado, favoreciendo teletrabajo, mejores condiciones laborales y salariales que favorece atraer y retener talento en estas áreas estratégicas.
La disminución de matriculaciones en el bachillerato científico-tecnológico y las carreras de ingeniería representa una seria advertencia para España. En un mundo cada vez más tecnológico, la falta de profesionales cualificados en estas áreas frenará el desarrollo económico del país y lo alejará aún más de las economías líderes. Es urgente tomar medidas para garantizar un futuro sostenible y competitivo. Solo mediante un compromiso decidido con la educación STEM y una colaboración efectiva entre instituciones educativas, empresas y Gobierno, España podrá revertir esta preocupante tendencia y consolidarse como un actor clave en la economía global del siglo XXI.
Salva for president
Es importante la visión de los ingenieros para casi todo, pero en temas urbanísticos es fundamental y necesaria
Un abrazo