El hombre de las gafas negras

Hay una historia detrás de cada sombra, detrás de cada miedo, detrás de cada alma.

Hay una historia detrás de cada esquina, de cada rincón, de ese callejón sin salida.

Hay una historia bajo cada farola que amuebla a duras penas esa calle fría, por la que andamos todos alguna vez a lo largo de nuestras vidas.

Hay historias, que no lo son, pero parecen tan repetidas.

Hay una historia en cada noche que duerme y en cada día que brilla.

Hay historias de amores, historias de mentira.

Historias de alegrías, y en el reverso, de desamor, de llanto, de angustia, de dolor, y lo que es peor de odio y hasta de rencor.

Hay historias que guardamos detrás de nosotros, las escondemos, las maquillamos, siempre, aunque en ocasiones no debiéramos.

Hay al menos una historia detrás de cada invierno que se marchó, detrás de cada estación del año que no llegó.

Hay una historia que contar que ni el cambio climático me puede frenar a desvelar.

Hay historias tan escondidas que es difícil rescatar.

Hay una historia, al menos una, por sencilla que sea, nuestra vida.

Hay una y mil historias detrás de aquel hombre que viste gafas negras, que no cesa de soñar, con letras, libros, literatura, cuna de sueños, cuna de historias que se esconden detrás del tiempo que las vio nacer.

Probablemente una historia sólo lo es, tan sólo.

Fermenta con el tiempo, con el paso de nuestras efímeras vidas, que una vez más pretendemos esconder tras el maquillaje que nos impone nuestra sociedad caprichosa y banal que, con connivencia, contribuimos a moldear.

Hay tantas cosas que les quiero contar, tantas que guardo en la bodega del alma, que hoy no puedo hacerlo —no están todavía curadas— quizás lo estén mañana. Hasta entonces les propongo vivan su propia historia, su propia vida —cada uno la tiene—. No copien, sean al menos en eso originales.