Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Contrastes

El golpe

Alfonso XIII y el general Primo de Rivera.
Alfonso XIII y el general Primo de Rivera.
Tras el verano, septiembre de 1923 llega convulso a nivel político con el pronunciamiento del general Primo de Rivera que se hace con el poder, con la bendición del rey Alfonso XIII. En Alicante, el general Elizaicin es nombrado alcalde y se impone la censura en los medios de comunicación. Comienza una nueva página de […]

Tras el verano, septiembre de 1923 llega convulso a nivel político con el pronunciamiento del general Primo de Rivera que se hace con el poder, con la bendición del rey Alfonso XIII. En Alicante, el general Elizaicin es nombrado alcalde y se impone la censura en los medios de comunicación. Comienza una nueva página de nuestra historia del s. XX que nos acerca Benjamín Llorens en «Contrastes».

Los últimos días del verano de 1923 dibujaban una España sumida en situación de quiebra técnica, tanto en lo político (el sistema «del turno» entre conservadores y liberales era incapaz de dar soluciones prácticas a los problemas del país) como en lo económico, con unas finanzas al borde del rescate y sin Unión Europea que lo hiciera posible.

El patio social andaba revuelto, las movilizaciones obreras habían cogido copero a raíz de la influencia de la joven revolución rusa. La monarquía liberal ofrecía un marco de actuación a los movimientos sindicales y éstos lo aprovechaban para tratar de conseguir mejoras laborales y cambios políticos, incluso revolucionarios. Las huelgas iban in crescendo.

La hacienda pública dejaba buena parte de su presupuesto en la guerra de Marruecos, un conflicto impopular que los ciudadanos veían más bien ajeno. Con un coste tremendo en vidas humanas de soldados españoles, muchos de clase trabajadora, ya que los más pudientes, pagando, podían librarse de ir a pegar tiros. Entre los caídos en combate había numerosos alicantinos pertenecientes al Regimiento de la Princesa, con base en la terreta.


Al tiempo los nacionalismos periféricos se radicalizaban y -como reacción- también lo hacía el de ámbito estatal. Una espiral. En Barcelona entre sindicalistas, patronos y aspirantes a la independencia, andaba la cosa tan movida que se conoce esa época como la del «pistolerismo» en la ciudad condal, matándose unos a otros a través de terceros, generando un clima de violencia e impotencia social. Ni rastro del manido «seny» catalán.
Las Cortes pedían luz y taquígrafos para investigar el papel del Ejército en Marruecos, sobretodo tras el desastre de Annual, la grave derrota militar española a manos de los rifeños en 1921, con gran coste en vidas humanas y material bélico e infraestructuras. El ejército cerraba filas corporativamente para defenderse de las acusaciones de ineptitud que hacían los políticos a algunos militares investigados por su actuación en el conflicto.
El régimen de la Restauración, surgido en 1876 tras el fracaso de la República, hacía aguas en todos los frentes: económico, político, social y militar. La situación pedía a gritos un cambio de rumbo, un golpe de timón.

Alfonso XIII a las puertas del Ayuntamiento de Alicante en imagen de Ramón Vidal Irles.

Una posibilidad era la de abrir la gobernación del país más allá de los partidos «del turno» (conservadores y liberales se turnaban en el gobierno de España), buscando mayor eficacia para la gestión pública en todos los frentes. La otra era, como casi siempre, la de esperar la llegada de un «líder salvador», un caudillo, un hombre fuerte al estilo Mussolini, por entonces muy popular en Italia y fuera de ella. El ruido de sables era cada vez mayor.
El líder salvador llegó el 13 de septiembre de 1923. El capitán general de Cataluña Miguel Primo de Rivera, marqués de Estella, encabeza un pronunciamiento militar contra el gobierno. El rey Alfonso XIII le da su bendición, el gobierno dimite y el general es nombrado Jefe del Gobierno. Nacía el periodo de la historia que hoy conocemos como Dictadura de Primo de Rivera.

Alfonso XIII y Primo de Rivera (Bundesarchiv Bild)

En el Manifiesto a la Nación los militares sublevados contra el gobierno de la monarquía al grito de «¡viva el rey!», se marcan básicamente dos retos: acabar con la creciente agitación social y separatista, y modernizar España…la eterna asignatura pendiente.
Dada la situación del país, amplias capas de la población vieron con simpatía el pronunciamiento. A las 8 de la tarde del jueves 13 de septiembre un piquete del Regimiento de la Princesa proclama la ley marcial en Alicante. Militares a caballo recorren la ciudad dando la noticia de viva voz, a modo de pregoneros, colocando los bandos en los céntricos sitios de costumbre.

Proclamación de la ley marcial en la plaza Mayor de Madrid (La Opinión, 14 septiembre1923)

Esa misma tarde, en el campo de la Florida, el equipo de fútbol del Club Natación Alicante jugaba su previsto partido internacional contra el «team» alemán Turwerein Fürth, al que ganó 3-0.
En lo político las primeras medidas pasan por el relevo en todos los gobiernos civiles y el cese de los ayuntamientos. El general Cristino Bermúdez de Castro, gobernador militar de Alicante, asume toda la representación del Poder Público en la provincia, ejerciendo también como gobernador civil, cargo en el que cesa Ricardo Aparicio. De inmediato envía un oficio a las redacciones de los periódicos alicantinos comunicando la implantación de la censura. Antes de la publicación del periódico debia enviarse dos ejemplares al gobierno militar «para ser sometidos a la previa censura». La prensa no llegaba a los quioscos hasta que el censor (militar, por supuesto) lo autorizaba, devolviendo a las redacciones uno de los ejemplares. En caso de contenidos censurados éstos se tachaban con lápiz rojo, no permitiendo dejar el espacio en blanco o rellenar con puntos suspensivos u otra grafía similar, había que poner contenido… inocuo, naturalmente.

El Luchador (Alicante, septiembre 1923)

En la mañana del sábado 15 de septiembre el general Bermúdez de Castro recibe a una representación de la prensa alicantina. En una reunión «afectuosa y cortés», según El Luchador (diario republicano), les expone su deseo de que la vida ciudadana continue con absoluta normalidad.
Al día siguiente, a las diez de la noche, se celebraba en la Explanada el concierto previsto de la Banda Municipal. Abría el programa, curiosamente, «La alegría del Batallón» y lo cerraba, de manera no menos curiosa, «La República del Chirigüay».
El 1 de octubre, lunes, tomaba posesión el nuevo ayuntamiento nombrado por la autoridad militar. Debía desempeñar sus funciones hasta la celebración de elecciones, lo que desde las páginas de la prensa se deseaba «fervientemente en un plazo breve». La sesión extraordinaria del Ayuntamiento, presidida por el alcalde saliente Antonio Bono, contó con una importante afluencia de público, pues grande era la expectación de los alicantinos.
Dimitió la corporación y pasó a presidir la sesión el coronel Albert. El nuevo ayuntamiento recogía todas las tendencias presentes en la vida política: monárquicos, conservadores, liberales y republicanos. Los nuevos ediles eligieron de entre ellos al alcalde, resultando el más votado Miguel de Elizaicin y España, general de brigada del arma de Caballería nacido en la terreta. Permaneció menos de un año en la alcaldía pero cuando salió las cuentas municipales estaban mucho más saneadas.
El general Elizaicin era hombre de grandes inquietudes culturales. Su ciudad le distinguió con el título de Hijo Predilecto. Fundó la Sociedad para el Fomento de las Artes y la Sociedad Esperantista de Alicante. Dirigió la revista «Museo-Exposición», abogando desde sus páginas por la creación de un Museo Provincial (el antecedente del Marq). Siendo director de la Cruz Roja alicantina instauró el consultorio médico gratuito.

El general Elizaicin.

Desde 1926 el general Elizaicin tiene a su nombre una calle en el Plá del Bon Repós, su calle, pues allí vivió en un chalet-palacete de su propiedad hasta que murió en 1932. Años más tarde -en los 90- el chalet fue pasto de la picota tras fallecer -ya anciana- su nieta, que ocupaba la mansión.
Finalizaba el verano en medio de la convulsión política con la instauración del Directorio Militar. La vida seguía en la terreta. El Salón España, frente al Mercado Central, acogía veladas de boxeo que enfrentaban a los mejores púgiles alicantinos con los campeones de Castilla, Madrid, Cartagena y Valencia. Los populares almacenes El Aguila, en calle Altamira y plaza reina Victoria, llenaban sus escaparates de moda, sombreros y artículos de viaje.

 

Era Alicante, septiembre de 1923, el año del golpe.

Fuentes e Imágenes:


*Biblioteca virtual de la prensa histórica

*El Luchador
*La Opinión


*La Libertad


*El Debate


*La Correspondencia de España

*Archivo Municipal de Alicante

*Bundesarchiv Bild. Deutschland

*El Mundo.es

Benjamín Llorens

Periodista.

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