Empieza el día no sé si es lunes, miércoles o domingo, poco me importa siendo sincera. Son las 9 a.m., no me gusta madrugar demasiado, pero mientras me preparo el desayuno me gusta abrir mis redes sociales: Twitter, Facebook e Instagram. Esta última es la que más agradezco porque en las fotografías que observo solo veo cotidianidad, recuerdos y alguna que otra fotografía de la situación actual del covid-19 pero sin dañar, relatando historias y haciendo buen periodismo, os recomiendo la cuenta @Covidphotodiaries
Publicidad aparte, cuando estoy en redes como Twitter o Facebook, sobre todo, en esta última aparecen muchos opinólogos. Esta palabra ni existe, de hecho cuando busco la palabra junto con el término RAE (Real Academia de la Lengua Española) me aparece en la búsqueda el término periodista, me lo quiero tomar como una cruel ironía. Volviendo al tema en cuestión, la acepción de gente opinóloga o que se enmarcan dentro de la opinología se refiere a las personas que consideran su opinión igual de válida que la de cualquier otra y, ojo, con eso no me pienso meter; debido a que todos y todas tenemos el derecho legítimo de debatir u opinar.
Sin embargo, una cosa es expresar tus pensamientos y otra cosa creerte superiormente moral e intelectual que el resto. Un ejemplo claro sería que durante esta pandemia todo el mundo ha sacado a relucir su diploma en epidemiología, sin haber escuchado este término anteriormente, diciendo que lo hubieran hecho mucho mejor (capitanes y capitanas a posteriori), pero al principio de este confinamiento decían que era una simple gripe. En estos días, haciendo uso de mí título en periodismo y mi amor por la antropología y psicología, decidí investigar si existe algún tipo de efecto o síndrome que haga que la gente crea que tiene la verdad absoluta sobre todo. Indagando, investigando y, quizás, un golpe de suerte me encontré con el efecto Dunning-Kruger.
Este efecto tiene un nombre muy característico pues es la combinación de los apellidos de los dos psicólogos sociales David Dunning y Justin Kruger, investigadores del efecto. Este fenómeno es un tipo de sesgo cognitivo en el que las personas creen que son más inteligentes y más competentes de lo que realmente son. Especialmente, las personas de baja capacidad no poseen las habilidades necesarias para reconocer su propia impericia. La composición de una pobre conciencia sobre uno mismo y la baja capacidad cognitiva los lleva a sobreestimar sus capacidades.
No obstante, nadie puede estar a salvo de este síndrome ya que todos y todas somos susceptibles, de hecho la mayoría de personas probablemente lo estarán experimentando. Nadie puede ser un genio en todas las áreas del conocimiento, pero tampoco se puede cerrar la mente a comprender diferentes posturas de compresión. Por esta razón, es conveniente recordar que, si de un tema en particular no tienes conocimiento, aunque no esté bajo tu criterio de pensamiento debes escuchar e intentar comprender. Por ello, es importante recordar una frase del filósofo alemán Karl Popper: “La verdadera ignorancia no es la ausencia de conocimiento, sino la negativa a adquirirlo”.
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