Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Reportajes

El Denali, una montaña ansiada

Fotografía desde la cima de El Denali (Cedida por Cardelle y Blas).

Tras varios años de espera y después de haber escalado en algunas de las más importantes cordilleras del mundo, a Carlos y a mí nos llegó el momento de afrontar un nuevo reto, el Denali que, con sus 6.190 metros de altitud es la montaña más alta de Norteamérica, lo que además, hace que esté dentro del circuito de las siete cumbres más elevadas de cada continente junto a: Everest, Aconcagua, Elbrus, Kilimanjaro, Vinson y Carstentz Pyramid. Un reto perseguido por muchos expertos montañeros y por algunos como nosotros.

A pesar de no ser una montaña excesivamente alta, su desnivel de 4.000 metros, sumado a las bajas temperaturas por su cercanía al círculo polar ártico, hacen del Denali una montaña dura de ascender. Este importante desnivel es lo que nos obligaría a ascender lentamente por el extensísimo glaciar de Kahiltna con una cantidad de material inusual en casi cualquier tipo de expedición. Con 45 kilogramos en un trineo, que se suman a los casi 15 de la mochila, comenzaron los trece días que estuvimos inmersos en esta enorme montaña.

La decisión

No fue difícil decidirse por una montaña como esta: un nuevo continente, un frío glacial, otro estilo de escalada, etc. nos animaron a la realización de algo que a pesar de ser una actividad montañera más, iba a ser muy diferente a otras. Además, los comentarios de viejos amigos tales como: “Es tan diferente el estilo, que te va a encantar”, “es la única ascensión que repetiría”, “cuando el avión te deja en el glaciar y se va, aparece una profunda sensación de aislamiento y soledad”, no han hecho otra cosa que alimentar nuestro deseo.

El planeamiento

Aunque teníamos la idea de escalar el Denali desde hacía unos cuatro años, no empezamos a planear los detalles hasta casi un año antes, para unos seis meses más tarde pisar el acelerador. Hay muchas tareas por delante y, además, hay que llevarlas en un orden. Se trata de un viaje a los Estados Unidos de América y de entrar en un parque nacional, por lo que hay vuelos internacionales y también regionales para entrar en el parque, más concretamente, para aterrizar en el glaciar de Kahiltna que, con sus más de 70 kilómetros de longitud, se convierte en el más grande de Alaska. Ahí es donde empezará nuestro verdadero trabajo como alpinistas.

Los días más recomendados para realizar la escalada están situados entre el 15 de mayo y el 30 de junio, debido a que ya no hace tanto frío como en invierno y que todavía no tienen lugar las grandes precipitaciones de la temporada estival. Durante este período, un equipo de los Ranger está situado en el Medical Base Camp con la finalidad de atender pequeñas emergencias y poner y mantener algunas cuerdas fijas, además de algunos seguros, en las zonas más complejas del terreno.

Primeros momentos en la cordillera de Alaska (Fotografía cedida por Cardelle y Blas).

Sacar la ESTA (Sistema Electrónico de Autorización de Viaje) es un requisito imprescindible para poder viajar a los EE.UU. de América, cuya respuesta se recibe en unas 72 horas y que hizo que no iniciemos ninguna actividad hasta no ser aprobada. Por otro lado, obtener el permiso de entrada al Denali National Park con la finalidad de escalar el Denali, no es tarea fácil. Te obligan a leer en detalle todo lo relacionado con la escalada a la montaña y tiene un coste de 420 dólares, permitiéndote permanecer un máximo de 21 días en el Parque. Al final de la lectura tienes que resolver una pregunta que permita a los Ranger tener la certeza de que estás bien informado. Está claro que quieren garantías, pero es que además te piden el currículo montañero.

Loa vuelos Madrid-Anchorage de ida y vuelta hay que realizarlos teniendo en cuenta la posibilidad de que la expedición dure los 21 días que permite la autorización. Además, hay que añadir el margen de un par de días previos a la escalada para realizar la compra de alimentos, detalles de última hora y preparar los materiales para ser alistados en los trineos. Por supuesto, una vez terminada la escalada, también hay que contabilizar el tiempo necesario para regresar al aeropuerto internacional. En este caso, partimos de Madrid el día 24 de mayo, teniendo el regreso previsto el día 17 de junio, pensando claramente que con 24 días serían más que suficientes.

A punto de empezar (Fotografía cedida por Cardelle y Blas).

En cuanto al alojamiento, consideramos que pasar una noche en Anchorage, donde realizar compras, y otra en Talkeetna, donde se encuentra el aeródromo desde el cual partiría la avioneta que nos llevaría al glaciar, sería suficiente. El vuelo desde Takeetna al glaciar de Kahiltna se puede realizar solo con cuatro empresas y todas ellas te pueden suministrar gas al aterrizar. Aunque el gas también lo puedes llevar en el equipaje, declarándolo, teniendo claro que no todas las marcas están autorizadas para vuelos de pasajeros en los EE.UU.

El entrenamiento

Si bien tanto Carlos como yo mantenemos una gran actividad física que nos permite estar en forma a lo largo del año, una escalada como esta nos obligó a realizar un programa detallado que nos dejase en las mejores condiciones físicas posibles. Combinar entrenamientos que mejoren la resistencia con un fuerte trabajo en el gimnasio para aumentar la fuerza, sumado a diversas actividades de montaña, ha sido la tónica general de esta etapa.

La actividad en la montaña

Tras trece días de “convivencia” en un entorno completamente hostil, Carlos y yo hemos podido celebrar con éxito el regreso de la expedición “Del Mediterráneo al Denali” y estos son los principales hitos una vez en la montaña. Pero antes quisiera señalar que la cordillera de Alaska, debido a su singularidad —mal tiempo, gran altitud y que por las localizaciones donde suelen suceder los accidentes es bastante complicado que un equipo de rescate pueda atender cualquier incidencia de manera oportuna—, Carlos y yo sabíamos que somos los principales responsables de nuestra propia seguridad por lo que debemos tener el conocimiento suficiente, los materiales y el entrenamiento necesario para poder realizar la expedición en completa autonomía. La dinámica en la que se mueve un equipo tan pequeño e independiente como el nuestro nos obliga a tener mucha experiencia conjunta, conocernos muy bien y una excelente comunicación para tomar las mejores decisiones a la hora de afrontar esta inmensa mole.

En la tienda (Fotografía cedida por Cardelle y Blas).

Vuelo al glaciar

Una vez recibida que los Rangers nos impartieron una charla explicativa de la ruta y los cuidados a tener en cuenta durante la ascensión y, lo más sorprendente, la gestión de nuestros propios excrementos, pesamos el equipo y a nosotros mismos para realizar el embarque. Cuando creíamos que todo estaba listo, la falta de visibilidad en el Campo Base y el mal tiempo nos demoró el vuelo hasta la mañana siguiente.

Al amanecer, bien temprano, nos llegó mensaje de la compañía aérea informándonos de que por fin las condiciones para el vuelo eran idóneas. Acto seguido, nos presentamos en el aeródromo e iniciamos una de las travesías aéreas más impresionantes que uno se puede imaginar entre ríos y bosques primero, para hacerlo entre montañas y glaciares después.

Vista desde la avioneta (Fotografía cedida por Cardelle y Blas).

Al Campo 1

Una extraña sensación te recorre el cuerpo cuando desconectas de ese cordón umbilical con alas y te das cuenta de que, a partir de este momento y a pesar de que hay más gente que está realizando esta escalada, ya solo dependes de ti mismo y de tu compañero de cordada.

Una vez que enganchas el trineo al arnés, todo pasa a ser inusual. Empiezas cuesta abajo para luego remontar; pensabas que ibas a tirar de un trineo, y sin embargo, a veces, es éste es el que tira de tí adelantándote. Incluso el arnés molesta donde nunca antes lo había hecho nada. Lo que sucede no es más que todo es diferente. Vives dentro de un gigantesco congelador, con temperaturas muy bajas, con muchísima luz que se prolonga más allá de lo que lo hace en cualquier día de los que estamos acostumbrados. Además, de vez en cuando, alguien pulsa el botón de viento, nieve, niebla, o, ¿por qué no?, todos a la vez.

Fotografía de antes de empezar (Cedida por Cardelle y Blas).

Tras casi cinco horas de travesía con raquetas, alcanzamos el Campo 1 que está situado al principio de una pendiente llamada “Ski Hill”, donde pernoctamos en una pequeña tienda de alta montaña de dos plazas, libres de grietas y posibles desprendimientos.

Al Campo 2,5

Es necesario cambiar la mentalidad, no tener prisa y esperar a que el sol se presente con dignidad suficiente como para evitar el frío que nos ronda permanentemente. Por otra parte, las largas horas de luz nos hacen pensar que nunca vas a llegar de noche a tu destino.

Fotografía cedida por Cardelle y Blas.

En principio, partimos con el pensamiento de que llegaríamos al Campo 3 y que subiríamos 1.000 metros de desnivel ese día pero, después de más de cinco horas de travesía, una pequeña nevada se fue trasformando en algo más, a lo que se sumó la niebla. Apenas se veía la huella de otros montañeros y una vez que prácticamente nos quedamos sin visibilidad, decidimos detenernos y montar nuestro campamento entre el Campo 2 y el 3. Esta vez en tierra de nadie, aunque por la mañana aparecieron un par de vecinos, que también habrían sufrido las consecuencias de la ventisca, y nos hicieron compañía.

Del Campo 2,5 al Campo 3

Vamos haciéndonos a eso de no madrugar y en dos horas y trescientos metros de desnivel terminamos lo que habíamos dejado pendiente el día anterior. ¡Vaya trescientos metros de desnivel!. Menos mal que nos habíamos visto abocados a detenernos antes, pues nos encontramos una pendiente pronunciada que nos puso en nuestro sitio.

Del Campo 3 al Medical Base Camp y sus dos viajes

Después del pequeño gran esfuerzo del día anterior, decidimos subir al Medical Base Camp realizando un porteo de la mitad del material. Montamos la tienda de tres plazas (necesaria para tener comodidad en el sitio que más tiempo podríamos pasar) y bajamos a descansar un día en el Campo 3. De esta manera favoreceríamos la aclimatación siguiendo la máxima de “Escala alto duerme bajo”. Una vez hecho esto, subimos de nuevo al Medical, donde ya estábamos a una altitud de algo más de 4.200 m.

El Medical Base Camp

Una vez en el Medical Base Camp, aunque en la misma tierra inhóspita, pudimos cambiar el perfil: aparcamos el trineo, al que nunca nos habíamos acostumbrado, y volvimos a ser montañeros de los de mochila.

Cuando nos despertamos el primer día, observamos el final de lo que debió ser una noche muy dura que se habría prolongado en la mañana. De los montañeros que en ella habían intentado algo, nueve personas sufrían congelaciones en varios dedos de las manos, por lo que ahí terminaba su expedición, iniciando un lento regreso al Campo Base en busca de su avioneta. No se podía hacer otra cosa.

Por otro lado, los más precavidos, habían permanecido en ese “cómodo” campo a la espera de que hubiese unas buenas condiciones que les permitieran tener una ventana de dos días para intentar la cumbre. Pero al final, no habían hecho otra cosa que agotar el tiempo que tenían, y ya se veían obligados a empezar el retorno.

«El hogar» de Cardelle y Blas en el Medical Base Camp (Fotografía cedida por Cardelle y Blas).

Por nuestra parte, antes de salir de España, contactamos con el experto meteorólogo Jorge Olcina, catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante, cuyos consejos fueron una parte fundamental de la expedición. Los primeros mensajes que nos enviaba corroboraban lo que ya habíamos deducido de nuestras lecturas antes de partir, que estábamos en una zona del planeta de difícil predicción meteorológica. Al principio, sus mensajes eran algo así como: “Está complicado”. Sin embargo, unos días más tarde, nos anunció que parecía que se acercaba una ventana de buen tiempo, que podría ser de cinco días. Elías, un guía español que vive en Colorado con quien coincidimos en la expedición, nos lo confirmó, aunque añadió que, cuando suben las temperaturas, después de los primeros días, pueden ir acompañadas de grandes nevadas. Con toda esta información, fechamos el 5 de junio como el primero de esos días.

Así, desde el Medical Base Camp, intentamos subir al High Camp la tienda pequeña y casi todo lo necesario para hacer cumbre más adelante, con la finalidad de regresar al Medical y recuperarnos de ese esfuerzo. Sin embargo, el mal tiempo y un fortísimo viento nos obligaron a detenernos a mitad de camino, donde hicimos un depósito para, posteriormente, regresar al Medical Base Camp donde descansaríamos un día, con la idea de realizar una ascensión que nos llevaría a cumbre el 6 de junio.

El dilema de la expedición

Por un lado, comprobar que los descansos que considerábamos no nos llevarían a cumbre hasta el día 6, aun sabiendo que el mejor era el 5; por otro, ver que los escaladores que bajaban, lo hacían sin alcanzar la cumbre por haber esperado demasiado. Con todo, decidimos sacrificar el descanso y, después de debatir toda la mañana del día 4, a las 14 horas partimos para el High Camp.

Un alto en el camino (Fotografía cedida por Cardelle y Blas).

En el camino al ascenso recogimos el depósito que habíamos dejado anteriormente. Desgraciadamente, a partir de este punto, sufrí una pájara que no me abandonaría hasta la cima. El hecho de comer abundante y con facilidad, beber continuamente y descansar perfectamente anulaba cualquier problema relacionado con la altitud. El Teniente Coronel médico, Jorge Palop, miembro del Grupo Militar de Alta Montaña y experto en medicina de montaña, con quien estábamos en contacto permanente, nos lo corroboró.

La cumbre

El día parecía bueno, aunque con algo de viento, a veces fuerte; y el terreno, más delicado hasta el Denali Pass, hacía que la ascensión fuera lenta. No fuimos los únicos que vieron sus posibilidades ese día, así que tuvimos que ir despacio debido al ritmo de los que iban delante. Cuando llegamos al Denali Pass, llevábamos un tercio de la altitud a cima, lo que nos animó a acelerar. Sin embargo, cuando aumentamos un poco el ritmo, nos dimos cuenta de que la hipoglucemia que sufría desde el día anterior estaba todavía presente, por lo que decidimos mantener el paso lento, para poder llegar.

Por fin desapareció el viento y apareció el maravilloso día que esperábamos y que nos acompañaría en nuestro paso sosegado y nuestros múltiples descansos hasta la ansiada cima.

Con la mochila de la ULOE del MOE por bandera en la cima del Denali (Fotografía cedida por Cardelle y Blas).

A pesar de las dudas que tuve en algunos momentos y que me generaron un poco de rabia inicialmente, se fue compensando, a modo de sentimientos encontrados, con la alegría de que cada paso es uno menos y me iba llenando de satisfacción. Cuando ya estaba en la arista cimera, me animé más y me sentí lleno, rodeado de un paisaje tan maravilloso que resulta difícil de describir. Un día soleado y sin viento lo llenaba todo, incluso mi interior; cosa que sentía que compartía con Carlos y nuestros rostros así lo mostraban.

Tengo que reconocer que en mis momentos más débiles me venían a la mente pensamientos sobre esas otras personas que de alguna manera nos acompañaban: los ciudadanos ugandeses apoyados por la ONG Rafiki-África; las personas que padecen fibrosis quística, algunos de los cuales están siendo apoyados por el Club R19; y aquellos que tienen parálisis cerebral, ayudados por la Fundación UNER, y que no tienen la capacidad de decidir y abandonar. Ellos me estaban animando a que yo tampoco lo hiciese. Más adelante os comentaré sobre estos animadores.

A partir de aquí, y a pesar del desgaste, sabes que todo es más fácil, pero también que no puedes tener descuidos. La meta siempre está en casa.

El descenso

El regreso al High Camp fue más sencillo, pero la vuelta al Medical Base Camp no la pudimos hacer el mismo día de cumbre tras recoger el campamento, tal y como teníamos planeado, por lo que dormimos en el High Camp una noche más. Nos despertamos, desayunamos, levantamos el campamento rápidamente y nos dirigimos al Medical Base Camp, donde pernoctaríamos nuestra última noche, para continuar descendiendo al siguiente día.

Un trineo peleón en la bajada seguía dando señales de que ese no era nuestro medio, pasando delante de nosotros cuando quería: unas veces por el costado y otras por detrás, barriendo nuestros pies cual entrada futbolera. Fue muy bueno el intento de Carlos de utilizarlo como vehículo, claro, hasta la primera piña.

Retorno al Camp 3, tras montar la sede en el Medical Base Camp (Fotografía cedida por Cardelle y Blas).

Inicialmente, teníamos previsto parar al alcanzar el Campo 1 pero, tras llegar y estudiarlo sobre el terreno, decidimos caminar todavía dos horas y media más, con lo que a la una y media de la mañana lo habíamos conseguido. Ya solo faltaba ser recogidos por la avioneta a primera hora. Sin embargo, una serie de nubes bajas retrasó 24 horas el vuelo de la avioneta.

La parte solidaria

La otra cara de esta expedición es que hemos querido darle un sentido solidario, puesto que tanto Carlos como yo somos conscientes de la suerte que muchos de nosotros tenemos por haber nacido en un país como España, en el seno de una familia bien estructurada o, simplemente, por nacer y vivir con salud. Por ello, en este nuevo reto nos hemos propuesto dar visibilidad a través de esta actividad a las entidades que se citan más adelante. La idea, es que de alguna manera transformemos esa suerte en generosidad, aunque solo sea para conocerlos y saber de sus actividades:

Rafiki Africa es una Organización No Gubernamental cuya misión es trabajar y colaborar con las personas de dos distritos ugandeses, Sembaule y Hoima, en sendas aldeas, Katwe-Kenziga e Ikoba, para que puedan erradicar la pobreza extrema, vivir en condiciones dignas y que no tengan que abandonar su territorio. Instagram: @rafikiafricaes

La fundación UNER, es una plataforma de apoyo e investigación por y para las personas con alteraciones cerebrales y sus familias. Instagram: @fundacionuner

Club R19 es una asociación benéfica de apoyo a los enfermos de fibrosis quística.

Alfonso Blas

Militar en la reserva, de vocación boina verde; aventurero y deportista.

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