Aunque la electricidad ha sido un recurso estratégico durante el siglo XX que ha dado vida a nuestros hogares y oficinas, en el siglo XXI es un recurso imprescindible, no sólo para nuestra comodidad y productividad, sino también para nuestras comunicaciones y nuestras relaciones personales. Quedarse sin batería en el móvil, a determinadas edades, es una verdadera tragedia.
En medio de la comodidad que nos brindan los dispositivos electrónicos, y quizás debido a una falta de formación en la gestión de nuestros gastos, a menudo pasamos por alto el derroche energético que se acumula a través de pequeñas fugas de consumo. Desde los ordenadores encendidos durante toda la jornada laboral hasta las luces fluorescentes que iluminan salas vacías, estos pequeños hábitos tienen un impacto más grande de lo que imaginamos, aunque un tanto irrelevante frente a los “olvidos”. He tenido la oportunidad de medir y analizar el consumo de algunos de nuestros equipos cotidianos para analizar cómo esos consumos totalmente innecesarios suman facturas eléctricas más abultadas y cómo, con pequeños cambios, podemos ajustar nuestros gastos en energía.
En casa tenemos muchos equipos electrónicos que se suelen dejar encendidos todo el día aunque no estén en uso, o al menos están en Modo de espera o en reposo. Entre ellos se podrían destacar el teléfono inalámbrico, la cafetera, los ordenadores de sobremesa o portátiles, el cargador del móvil, el router para Internet, televisores, la consola de videojuegos o altavoces, entre otros. Al analizar los consumos de estos equipos, podemos ver que algunos suman unas cantidades completamente despreciables y otros no.
Algunos ahorradores procuran cargar todos los días el móvil en su oficina para evitar estos gastos en su factura personal. La realidad es que con esa práctica consiguen ahorrar menos de 3 euros en todo un año y, sin embargo, no perciben que el coste de dejar el ordenador en casa en suspensión durante todo ese tiempo puede generar un gasto de más de 150 euros. En el caso de dejarlo encendido —con la pantalla apagada—, el gasto se dispararía a más de 500 euros sólo en electricidad. Esta costumbre de dejar encendido un ordenador durante los tiempos en que no se usa es como si quemásemos billetes de cientos de euros, pues no está reportando ningún retorno y sólo genera gasto. Esta contundente frase resalta el derroche que cometemos al dejar nuestros dispositivos electrónicos encendidos sin necesidad.
Un ejemplo de esta situación es el hábito de dejar un ordenador encendido durante toda la jornada laboral, incluso en los momentos de descanso, lo cual se resuelve simplemente programando la entrada en suspensión después de unos minutos sin uso. Con una medida directa del consumo en un mismo ordenador fijo, podemos comprobar cómo la diferencia de consumos entre el ordenador encendido —con la pantalla apagada— y el ordenador en suspensión puede llegar a consumir unas 3 veces menos, es decir llegar a pagar en un año sólo 155 euros por dejar todo ese tiempo el ordenador en modo suspensión, o bien prácticamente cero con el ordenador completamente apagado. Los pequeños consumos que resultan de esta práctica se suman y pueden tener un impacto económico significativo a nivel particular, si bien para una gran empresa o institución con cientos de ordenadores, este derroche se eleva a decenas de miles de euros.
No solo los ordenadores contribuyen al consumo desapercibido, en un hogar medio el coste anual de los consumos en modo reposo puede alcanzar el 11 % de la factura de la electricidad, es decir, algo más de 100 euros anuales. La Comisión Europea, preocupada por estos elevados consumos energéticos a nivel de toda la UE, ha lazando el Reglamento (UE) 2023/826 de la Comisión de 17 de abril de 2023 para conseguir que los equipos en modo esperan no superen los 0.5 W, este es un importante salto cualitativo que tendrán que tener los equipos electrónicos a partir de 2025 si lo comparamos con el consumo de un televisor en modo espera actual de unos 4 W o una cafetera de unos 5 W.
A pesar de este importante cambio de paradigma que introduce la UE en todos los equipos nuevos para 2025, los “olvidos” nos llevan a perder todos esos ajustes. Si nos dejamos encendida una televisión LED de 55 pulgadas durante varias tardes al mes podemos llegar a gastar más de 15 euros anuales, que sumados a otros “olvidos” puede llevarnos a perder todo ese esfuerzo en reducir el consumo del modo espera. Si el “olvido” es con equipos de mayor consumo, como la climatización o calefacción eléctrica, entonces el esfuerzo en el ajuste en el modo espera queda ya completamente camuflado. Por tanto, la importancia en una vivienda habitual de realizar un esfuerzo de ajuste del consumo del modo espera en nuestros equipos electrónicos es cuestionable frente a los “olvidos”.
Ahora bien, cuando se analiza una gran empresa o una institución, el efecto de los consumos en modo espera junto con los “olvidos” ya se traduce en un coste en electricidad de decenas de miles de euros. Por citar algunos ejemplos, un teléfono IP con su transformador conectado a red puede generar un consumo de unos 12 euros anuales, que puede generar un impacto financiero asombroso, de más de 30.000 euros anuales, cuando el número de teléfonos es elevado, estando más de dos tercios del tiempo que está conectado a la red eléctrica en horario no laboral. Otro ejemplo significativo es el caso de los ordenadores dado que la diferencia entre tenerlos en modo suspensión o el “olvido” de tenerlo encendido sin uso puede implicar una diferencia de más de 25.000 euros anuales sólo en electricidad. Sin duda, el hecho de dejar la iluminación o la climatización encendida en un edificio completo en días sin uso maquilla completamente los esfuerzos realizados para ajustar otros consumos. Por ejemplo, el “olvido” de dejar la climatización de un edificio encendida durante una jornada en la que el edificio está cerrado puede suponer un incremento más de 300 euros diarios en la factura de la electricidad, o más de 9.000 euros malgastados si fuese un mes completo.
En resumen, los pequeños consumos desperdiciados no solo impactan en la factura eléctrica, sino que también representan una pérdida significativa de recursos, todo ello sin entrar en las implicaciones medioambientales que tiene. El esfuerzo por ajustar estos pequeños consumos del modo espera pueden quedar maquillados por otros consumos de electricidad innecesarios. Desde los ordenadores en modo reposo hasta los dispositivos electrónicos que consumen incluso en su estado inactivo, pasando por los “olvidos”, se generan consumos en electricidad que solo se pueden evitar con sistemas automatizados que nos faciliten esta tarea de apagar completamente los dispositivos cuando no se necesitan. En última instancia, la conciencia, la educación y la responsabilidad son claves para reducir los pequeños consumos y construir un futuro más sostenible para todos tanto desde el punto de vista económico como desde el medioambiental.
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