Una publicación de la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante

Sin recortes

El consumo superficial de la comunicación

Imagen generada con ChatGPT.

Con el desarrollo de las redes sociales, especialmente la plataforma X (antigua Twitter), la información que vamos recibiendo de nuestro entorno es cada vez más superficial y fragmentada. La rapidez con que obtenemos los datos, aunque sean incompletos o sesgados, es mayor que nunca. Nos hemos acostumbrado a una comunicación inmediata, rellena de elementos audiovisuales que, a menudo, no tiene una contrastación sólida con las fuentes, sino que obedece a la observación de alguien que ha subido a su muro lo que ha acontecido. De esta manera, aunque los medios tradicionales han avanzado en el grado de actualización de sus relatos en el mundo digital, es difícil competir con la rapidez en que un comentario u observación es expuesto al público, sobre todo teniendo en cuenta la facilidad que las redes sociales ofrecen al acto de compartir cada novedad que aparece en breves segundos.

Es evidente que los lectores habituales de los medios pueden ser exigentes y, frente a una novedad, buscan medios rigurosos para ampliar y contrastar unas informaciones que en ocasiones pueden ser bulos o medias verdades. Quienes han tenido el pálpito por consultar diariamente las noticias, exigen unos medios que sigan informando con veracidad e imparcialidad, además de encontrar un posible entretenimiento u otras formas de comunicación. Pero la realidad es la que es: las redes sociales llegaron para quedarse. El reto es, pues, aprender a realizar un uso responsable de todas estas maneras de actualizar la información, entendiendo la solidez o no de estas formas de comunicación.

La transformación de estos medios en los últimos años ha sido obvia; además de responder en sus artículos o reportajes a la regla de las cinco W tradicionales (who, quién; what, qué; when, cuándo; where, dónde; why, por qué), ahora aportan con inmediatez una imagen fotográfica, un vídeo, un titular atractivo y la última hora de la información compartida. En el caso de las redes sociales, la parte primera no siempre está completa. Para tener una información veraz necesitamos que se responda a las cuestiones básicas: esta es la principal diferencia con la que obtenemos en los medios tradicionales. Frente a esto, como indicaba en una reciente entrevista el profesor de periodismo de la Universidad del País Vasco (UPV-EHU), Simón Peña, “los periodistas pueden tener sesgo político, pero siempre ofrecen información confiable, contrastable y con responsabilidad”. No podemos, por lo tanto, dar por buena una noticia compartida en una plataforma digital sin tener la certeza que la fuente es fidedigna o que el objetivo de su autor no es de carácter sensacionalista o claramente partidista a favor de una opción ideológica.

En un artículo reciente de Rebeca Carranco, publicado en El País, “La alquimia del periodismo”, se destacaba cómo los medios se están adaptando a las lógicas de las mismas redes sociales que se vanaglorian de destruir su influencia, mientras los lectores siguen exigiendo rigor, imparcialidad e independencia. Una paradoja que se produce cuando la prensa tradicional se ve obligada a seguir las dinámicas de las plataformas digitales para mantenerse relevantes, alcanzar los usuarios y captar ingresos publicitarios. Ignorar las redes sociales podría significar una pérdida significativa de visibilidad y recursos económicos. Del mismo modo, la fragmentación de la atención en múltiples fuentes y formatos de estas últimas ha obligado a los medios a adaptar su contenido para competir en un entorno donde las noticias se consumen rápidamente, en formatos breves y visuales. Esa es la cuestión: ¿cómo competir con los hilos de X o los videos cortos de Tik Tok que condensan historias complejas en formatos ultra resumidos?

Aunque las redes han desafiado el monopolio de los medios tradicionales sobre la información, estos últimos buscan su legitimidad participando en estos nuevos espacios. Las redes son ahora el espacio donde se configura la agenda pública y los medios deben estar presentes para influir y ser parte del debate. De esta manera, estos últimos adoptan los estilos y narrativas de las redes porque son efectivos para captar la atención. Una realidad que puede incluir memes, narrativas emocionales o tendencias virales que se alejan de las formas habituales de presentación de la información. Esta narrativa viral de las redes sociales parece destinada a destruir los medios tradicionales, pero nada más lejos de la realidad, ya que estas necesitan contenido profesional para sostener su credibilidad. Estamos, pues, frente a una doble dependencia: las redes necesitan contenido veraz para sostener su credibilidad, mientras que los medios necesitan las redes para distribuirlo. La adaptación de los medios no implica su desaparición, sino una evolución que puede tensionar su misión original. Es la hora, por lo tanto, de las lectoras y de los lectores, quienes debemos exigir una comunicación completa que no sólo busque el impacto de su alcance sino el desarrollo sólido de la información que necesitamos obtener en su lectura. Seamos rigurosos en nuestras exigencias; de lo contrario, obtendremos unos datos superficiales insuficientes que nos impedirán construir una opinión personal auténtica de la realidad.

Carles Cortés

Catedrático de universidad y escritor.

Comentar

Click here to post a comment